Jueves, 21 de julio de 2011 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Pablo Vignone
Durante tanto tiempo repetido, el enunciado terminó siendo aceptado como auténtico, aunque a veces no pasa de ser un mito. “El éxito en fútbol –se dice– descansa sobre un trípode: jugadores, cuerpo técnico, dirigentes”. Quienes lo repiten hasta el cansancio olvidan utilizar el recíproco: ¿no sería lógico que la frustración –porque fracaso es una palabra fuerte, Batista dixit– también fuera repartida en porciones iguales?
Pero no. No especialmente en el caso de la Selección. Los dedos que acusan apuntan al entrenador y también a los futbolistas. Son pocos los que recuerdan, en esta hora, la porción que le toca a la conducción, que toma decisiones y, en general, no se ha hecho cargo de ellas.
Mientras tanto, se distrae con tonterías que no resisten el menor análisis y que de paso pretenden disimular esa responsabilidad dirigencial. Por ejemplo, se apunta a los futbolistas y su presume “falta de hambre” por la victoria. Como si los espíritus deportivos de los futbolistas del seleccionado hubieran sido saciados por cuentas millonarias y autos importados. Ya vendrán comparaciones de rigor con los rugbiers que cantarán el himno a grito pelado en el próximo Mundial de Nueva Zelanda.
Y se escuchan y se leen barbaridades como la siguiente: “Se necesitan jugadores con hambre, porque los que vienen de Europa son todos millonarios y no se entregan de la misma manera que lo harían muchos de los que actúan acá”. Así piensa Heriberto Correa, que jugó un partido para la Selección Argentina en 1973. “La diferencia con Uruguay es que ellos sí tienen hambre”, sentenció.
La interpretación del hambre deportivo que sugiere el ex lateral izquierdo se generalizó en sectores que denuestan a Batista. Según ella, el hambre deportivo parece solo reservado a futbolistas del medio local, que ansían ganar para mostrarse y seguir el camino de los satisfechos (hasta saciarse también).
Uruguay sí que tiene hambre, señala Correa. Pero no reparó en que en la lista de 23 convocados del maestro Tabárez, hay 21 futbolistas que juegan en el exterior y de ellos, 16 actúan en Europa... Solo el arquero Martín Silva (Defensor) y el zaguero Sebastián Coates (Nacional) juegan el torneo uruguayo. Luis Suárez pasó del Ajax al Liverpool en el pase más caro de la historia del fútbol oriental, 26,5 millones de euros, y el arquero Fernando Muslera pasó ayer del Lazio al Fenerbahce turco, donde ya juega el capitán Diego Lugano, en 6,5 millones de euros. De los once titulares que vencieron a Perú, nueve actúan en el fútbol europeo. ¿Entonces?
No es cuestión de hambre ni de zonceras. En Uruguay está en marcha un proceso de jerarquización de los seleccionados, inaugurado en 2006, similar al que tuvo la Argentina entre 1974 y 2004. Un estilo de hacer las cosas en el que los futbolistas uruguayos creen y que aquí tristemente se abandonó.
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