Sábado, 21 de junio de 2014 | Hoy
DEPORTES › LA PATRIA TRANSPIRADA (24 PULGADAS, EN REPOSO)
Por Juan Sasturain
En un interesantísimo, y en muchos sentidos histórico partido, Costa Rica le ganó a Italia con justicia y –sobre todo– con la pelota: queriéndola tener, usándola con serenidad e inteligencia, marcando casi siempre el ritmo de un choque dificilísimo, al que iba teóricamente de punto. Las suyas, ayer determinantes, no son virtudes tan frecuentes.
Repitiendo durante noventa parejos y convincentes minutos una manera de jugar que ya había mostrado con Uruguay –al que enredó, maniató y empaquetó a fuerza de toque durante un segundo tiempo perfecto–, el equipo dirigido por uno de los tres saludables entrenadores colombianos que están dirigiendo en la Copa, Jorge Luis Pinto, tuvo como mayores virtudes la convicción de creer en su estilo, y la voluntad consecuente de jugar, jugar siempre. Y así ganó, haciendo lo que todos podemos identificar como (una de las mejores maneras de jugar) muy buen fútbol.
Acaso (o seguramente) no siempre suceda así, y Costa Rica podrá perder, como cualquiera; pero viéndolo plantarse así en la cancha, querer y administrar la pelota y desplegarse solidariamente, quedó demostrado una vez más –por si fuera necesario– que el buen gusto y el respeto cuidadoso por el destino de cada entrega no son cualidades menores. Miserables y especuladores resultadistas de ocasión, abstenerse.
Además, y esto es llamativo, Costa Rica usó todo el campo y todo el tiempo. Quiero decir que no se refugió en su terreno ni siquiera cuando era el rival quien tenía “la obligación” de ir a buscar el partido al quedar en desventaja; y tampoco especuló, “hizo tiempo”, se permitió esos deplorables ejercicios de pésima actuación que consisten en fingir lesiones, tirarse al suelo. Una lacra a la que estamos larga y funestamente acostumbrados por acá, últimamente campeones de la simulación y la botonería.
Para el final, los jugadores. Aunque creemos que a Campbell le hicieron un penalazo que Ossés no osó cobrar, estando en cero, lo suyo no fue determinante como ante los celestes. Apareció esta vez sí el talentoso flaco Bryan Ruiz, que además hizo el gol, y se jugó un partido de novela Bolaños, por izquierda. Y los del medio, Tejeda, Borges & Co, un verdadero dique de compuertas flexibles: cerraban y abrían la llave de paso con una serenidad envidiable. Terminaron empujándolo cada vez más atrás al maestro Pirlo, buscando esos espacios que Italia nunca encontró. Una opaca Italia de la cual, por esta vez, y por virtudes de Costa Rica, no tenemos tiempo ni ganas de hablar.
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