La efervescencia de los argentinos hizo escala en San Pablo. En esta ciudad enorme, vertiginosa y agobiante se instaló el seleccionado para afrontar su primer desafío de la segunda ronda del Mundial. Mientras el sol caía en la tarde de ayer, en la puerta del hotel donde se alojan los jugadores un grupo minúsculo de hinchas, todos con ropa representativa de Argentina, intentaron en vano conseguir una foto, un saludo o algún otro recuerdo de sus ídolos. Pero el resto de la gente decidió no presentarse en ese lugar, sino que eligió otro programa para la jornada: tratar de conseguir un boleto para el compromiso ante los suizos. Se estima que llegaron entre 40 y 50 mil argentinos que no tienen entradas, por lo que se espera una gran caravana hacia el Arena Corinthians, que se encuentra en la zona de Itaquera, 21 kilómetros al oeste del centro.

Los paulistas, que se jactan de que para conocer y recorrer San Pablo se necesita “toda una vida”, no pudieron ver el despliegue habitual de los argentinos como en otras ciudades de Brasil, a partir de que no consiguieron adoptar un punto de concentración, como sucedió, por ejemplo, en Río de Janeiro o Porto Alegre. De esa manera, se espera que hoy en la cancha la descarga emocional sea superior a lo que se lleva vivido hasta el momento.

A los que tienen asegurado su lugar en el Itaquerao este mediodía les quedó tiempo para visitar lugares emblemáticos de aquí, donde existen casi 20 millones de habitantes. De ese número, el 60 por ciento vive dentro del casco urbano. Eso no fue un problema para Martín, que llegó desde Rauch para seguir a la Selección y lo hace junto a un amigo brasileño que también le sirve de guía. Al igual que el conjunto de Sabella, Martín arribó desde Belo Horizonte y espera quedarse “hasta el final”, con el equipo. Lo más curioso lo protagonizan un grupo que partió desde Rosario y ya son la sombra del plantel arriba de un motorhome. El único problema es que no poseen baño dentro del vehículo y tratan de detenerse en los químicos que la organización del torneo ubica en lugares estratégicos. “La última ducha me la di el viernes”, dice Diego, del grupo rosarino, pero él prefiere vivir “la emoción del Mundial en vivo”, y dejar las cuestiones de aseo para otra época.

Ese campamento argentino contrasta con la zona del downtown, donde se destaca un edificio emblemático como el Copan, diseñado por Oscar Niemeyer, que con su forma de S acostada sobresale por su enorme volumen: se estima que allí viven cerca de 30 mil personas en los más de 6500 departamentos que lo integran. Museos, paseos, una intensa vida cultural y una oferta comercial que abruma hacen de San Pablo la principal ciudad de América del Sur.

Pero los argentinos que andan desperdigados por aquí también saben que ésta es la tierra de grandes deportistas brasileños. Por ejemplo, dos legendarios pilotos de Fórmula 1, Ayrton Senna y Emerson Fittipaldi, considerados los que marcaron una época en la categoría. Y si de fútbol se trata, nombres como Rivelinho, Careca, Raí, Cafú, Roberto Carlos, y hasta el propio Neymar, que en estos días tiene en vilo a todos los locales después de su erupción emocional el sábado último, luego de obtener la clasificación ante Chile. Algunos consideran que el joven del Barcelona reaccionó así porque oculta algún problema personal que nadie puede descifrar.

San Pablo también recibió a los argentinos con su habitual tránsito caótico, que incluye embotellamientos a toda hora. “No importa todo lo difícil que es moverse por acá, nosotros estamos de fiesta por el Mundial. Es una sensación que nunca había sentido, quizá nunca más pueda estar en un Mundial, por eso vale la pena cualquier cosa”, relata Fernando, otro de los argentinos, que iba a pasar la noche de ayer en el estacionamiento de un supermercado, donde armó una carpa con familiares para poder dormir unas horas.