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Quienes, como quien esto escribe, recordamos al equipo fundacional de rugby de Pucará, a fines de la década del cuarenta y principios de la siguiente, no podemos olvidar que aquel club nace de un desprendimiento de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires y que uno de los “hacedores” fue Jorge “El Mono” Torres Viñas.

Lo más recordado de aquella época probablemente sea la pareja de medios que integraban Ehrman y Giles, y por supuesto lo que en 1952 fue la primera victoria de un club argentino sobre uno europeo, al ganarle Pucará al seleccionado de Irlanda por 11 a 6.

Uno tuvo la ocasión de jugar contra Alfredo Palma –éste pasó de centro tres cuartos de Pucará a tercera línea de Hindú– y ser amigo del histórico fullback de aquel equipo, Ricardo Frigerio.

Todas estas cuestiones hicieron que hubiera una relación especial con el club de Burzaco, independientemente del juego, que, por otra parte, vale recordar, fue bastante revolucionario para la época, como las famosas “tijeras” –cambios de frente de ataque– de Ehrman y Giles, así como la manera novedosa de jugar los torneos de seven a side –rugby reducido de siete por bando–.

Por el rugby, y por la relación histórica de quienes no jugaron nunca en Pucará pero compartieron momentos inolvidables de camaradería en sus terceros tiempos, no puede menos que indignar que un sujeto llamado Cipriano Martínez, con la camiseta roja y el pantalón azul, haya pateado en la cabeza al jugador de San Albano Juan Masi, quien, por otra parte, estaba en el suelo, en el partido de intermedia jugado en Burzaco.

El Código Penal prevé penas para lesiones leves y lesiones graves. Habría que tenerlo en cuenta para sancionar al tal Martínez, independientemente de las que pueda tomar su propio club o las autoridades de la Unión de Rugby.

Si el episodio hubiera sido fuera de la cancha, seguramente Martínez estaría prestando declaración en alguna dependencia policial o en alguna fiscalía.