Miércoles, 6 de abril de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Carlos Zannini *
¡Se trataba de negociar mejor para obtener mejores condiciones y bajar el endeudamiento!
Uno, claro, primero tenía que pensar que los buitres le habían prestado plata a los argentinos.
Debía, por tanto, olvidar que habían adquirido ilegalmente papeles de deuda defaulteados y que, tras financiar campañas legislativas, habían obtenido a cambio que se derogara la Ley Champerty que ilegalizaba las operaciones que ellos habían hecho.
Había que olvidar la torpe y riesgosa interpretación del pari passu que obtuvieron de un juzgado de Nueva York que provocó tal alerta mundial que se ha expresado en los nueve puntos para la renegociación de deudas soberanas que se votaron nada menos que en la ONU, y que adquirieron jerarquía de orden público en el ordenamiento legal argentino.
Había que olvidar los cientos y miles de planteos que en el mundo habían prosperado a favor de la República Argentina, entre ellos, el de la Fragata Libertad, que marcaban un límite a las posibilidades de cobro compulsivo.
En esa gran amnesia debía incluirse también las decisiones judiciales desfavorables al buitrismo que se han dictado en Europa y sobre todo, ignorar el fallo belga que advertía a Griesa su falta de jurisdicción.
Había también que descreer de la versión circulante, que indica que existen pruebas del financiamiento buitre a la campaña electoral de Macri; puesto que si adoptamos esa tesis, los delitos de los buitres no se limitarían al territorio estadounidense, y lo pactado sería, en esa terrible hipótesis, parte de una mega defraudación.
Supongamos, entonces, todos esos olvidos que nos permitirían también suponer que no habrá Gobiernos futuros que repudien este pacto con los buitres y que los buitres terminen por fin, cobrando a costa del sudor y la sangre del pueblo argentino.
Ahora bien, teniendo en cuenta que en el Senado existía, en hipótesis, la resistencia de una mayoría opositora, que podría defender lo hecho en materia de endeudamiento y haber encarnado el “sector argentino duro”, la pregunta es: cómo no se aprovechó esa circunstancia para mejorar la negociación (contando en que el tiempo, la posibilidad de una investigación sobre los olvidos de que hablamos, los gastos que rodean al acoso buitre contra Argentina, jugaran haciéndoles temer al buitrismo y que, por lo tanto, tenían que ceder –margen tenían y tienen, si reparamos en la exorbitancia de la ganancia que les reportará este o cualquier acuerdo–).
Y la pregunta no es sólo para el actual oficialismo, que podría haber sacado ventaja de su pertenencia a la derecha continental y no quiso. Lo es también para “la oposición que los acompañó” en aras de la “gobernabilidad”.
Me parece que en este contexto se valorará con más precisión el reclamo que dejó flotando en el recinto la voz de Máximo: ¿cómo no negociaron mejor?
¡No podrán decir que la historia los absolverá!
* Ex secretario de Legal y Técnica de la Nación.
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