Miércoles, 6 de julio de 2016 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Adrián De Benedictis
Las lágrimas de Lionel Messi en el estadio MetLife de Nueva Jersey evidenciaban el fin de un ciclo. Y no sólo de él. El capitán sintió una frustración muy particular, como en ninguna de las otras finales perdidas, al darse cuenta que esa Copa América Centenario tenía un significado diferente. Para el rosarino era el punto límite entre el despegue definitivo, con la mira puesta en Rusia 2018, o la no continuidad en un período que el propio Messi encabezaba.
Con el peso de lo que había sucedido en Brasil, y luego en Chile, la final en Estados Unidos marcaba una etapa con la derrota, y otra con la victoria. Messi tenía muy claro que “su” Selección era la que estaba en juego, con su gente, su entrenador, y su desafío personal. Del otro lado no había nada, ningún cuerpo directivo que pudiera respaldarlo.
Messi fue protagonista principal de la llegada de Gerardo Martino al seleccionado, de la misma manera que lo había sido cuando el conductor desembarcó en el Barcelona. Con él, también permanecía su grupo más cercano, con nombres importantes que habían estado en las otras dos definiciones anteriores. Messi lloró por primera vez frente al mundo, sabiendo que no iba a insistir más por llegar a la cima. En su interior, entendía que junto a su círculo empezaban a desmoronarse.
La decisión de dejar el plantel no fue espontánea, sino meditada. Si bien había anunciado que transmitiría sus sentimientos luego del partido decisivo, con la Copa en alto nadie asegura que la determinación habría sido la misma.
Lo que resolvió Martino ayer tampoco es casual. Sin el mejor y sin sus compañeros preferidos, no tenía sentido continuar en medio del tembladeral que es la AFA. El ciclo del ex entrenador de Newell’s se iba a evaluar luego de finalizado el próximo Mundial. La Selección mayor no tiene otra competencia más que las Eliminatorias de aquí hacia Rusia, y los Juegos Olímpicos, con un grupo menor de 23 años, era una buena opción para que Martino defendiera su lugar y poder llegar sin contratiempos al Mundial. Pero una nueva frustración, en este caso olímpica, hubiera sido otro disparador negativo para que su puesto quede en duda. Con la postura de los clubes de no ceder a los mejores futbolistas de la categoría, la chance de conseguir el oro era remota. Martino lo sabía.
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