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Duscher y los escraches
Por Diego Bonadeo
Parece meridianamente claro que ni el sedicente periodista británico David Brown es un militante cazador de nazis, ni Sergio Widder –titular del Centro Wiesenthal en Buenos Aires– un defensor del Tercer Reich. Más bien todo lo contrario, Brown demuestra que también en el primer mundo el periodismo basura se encapricha con la ropa ajena del periodismo de investigación y Widder pretende recuperar memorias que, desde la falacia, se pretende esconder en amnésicas explicaciones. Tal lo relatado por nuestro compañero de Página/12 Raúl Kollmann -tampoco, por cierto, adscripto a los nazis vernáculos– en su nota del 15 de abril “Duscher, criminal de guerra”.
Independientemente de la infracción de juego descalificadora del futbolista argentino de Deportivo La Coruña sobre el gran David Beckham, suponer que el abuelo de Duscher fue camarada de ruta de Eichman, por el solo hecho de haber venido a la Argentina en la década del cuarenta, parece mucho más producto de la mala leche que de la paranoia. Así como averiguar en el Centro Wiesenthal si Duscher tiene pasaporte austríaco, lo que de seguir averiguando podría llevar a denunciar a Mozart como "el músico de la corte" en Turingia, durante la gestión neonazi de Georg Haider.
Sin embargo estas habas con olor a pescado podrido no se cuecen solamente “allá”. El 19 de marzo, el vernáculo Joaquín Morales Solá publicó en La Nación, respecto de los escraches a Raúl Alfonsín, Roberto Alemann y Jorge Asís, su nota “Llamativa pasividad en la violencia contra figuras públicas”, en la que emparienta los escraches con la metodología de la Alemania nazi. Las por entonces incipientes SS regimentadas por adiestradores del terror iniciaron por la década del treinta la escalada de persecución fundamentalista que culminó ya sabemos cómo. Nada tiene que ver aquello, maravillosa y trágicamente documentado por Ingmar Bergman en El huevo de la serpiente –con remedo patético en el monólogo del ministro Jorge Vanossi el 17 de marzo en el acto por los diez años del atentado contra la embajada de Israel– con la espontaneidad, para nada regimentada de piqueteros, ahorristas, prestamistas, defraudados, embroncados, en fin, que agredieron a Alemann, Alfonsín y Asís. Tampoco Aldo Duscher fue regimentado para el terror como aquellas SS, y lamentablemente la espontaneidad del defensor tratando de evitar el avance del delantero, contingencia futbolística habitual, por otra parte, terminó mal.
David Brown y Joaquín Morales Solá podrían compartir una página de internet, cuyo sitio podría llamarse www.vendedores de baratijas para consumidores desprevenidos.