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¿Caradura o ignorante?
Por Diego Bonadeo
Si ese gran tipo, además de maestro de periodistas, delicioso conversador y acérrimo militante del “fútbol que le gusta a la gente” (y de otras “subversiones” también), que se llamó Joao Saldanha viviera, seguramente Carlos Alberto Parreira, el actual técnico de la selección brasileña, cuidaría más su incontinencia dialéctica.
Pero como Saldanha lamentablemente ya no está entre nosotros, tal como él era, seguramente se estará mofando de los dichos de Parreira más que revolcándose en su tumba.
Es que afirmar que “no hay selección en el mundo que juegue tan ‘abierta’ como la actual de Brasil” puede llegar a ser materia opinable. Pero de allí al desparpajo sin rubor de afirmar que “éste es el Brasil más ofensivo de la historia” no es ni más ni menos que una irrespetuosidad para con esa misma historia.
El Lobo Zagallo, wing izquierdo del “escrete” campeón del mundo en Suecia 1958 y rueda de auxilio de Nilton Santos, luego técnico de la selección de su país y actualmente palafrenero (ayudante de campo o algo así) de Parreira, por viejo y desmemoriado que esté –en todo caso no mucho más viejo y desmemoriado que quien esto escribe–, no puede ni debe callar y otorgar, por más jefe o empleador que sea Parreira.
Pero no hace falta remontarse a la selección brasileña de 1958, que muy pocos vimos salvo en cine (no había videos, como es sabido), para comprobar el disparate del técnico que tuvo a cargo la selección brasileña copartícipe con la italiana de la más bochornosa final de una Copa del Mundo, aquella de 1994 en Estados Unidos. Aquella que terminó igualada sin goles.
Obviar en la evaluación la plenitud futbolera que nos dejó treinta y cinco años atrás en México, esa marca registrada para siempre, que fue lo que se dio en llamar “Brasil del ’70”, aquel cuya delantera estaba integrada por Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelinho, todos números 10 en sus respectivos clubes, solamente puede atribuírseles a un caradura o a un ignorante.