ESPECTáCULOS › RAUL CARNOTA PRESENTA HOY
“ESPEJOS” EN EL TEATRO PRESIDENTE ALVEAR
“Yo no tengo sellito de folklorista”
Su nuevo par de discos es una inspirada variación sobre diez canciones, con un formidable equipo de músicos invitados.
Por Karina Micheletto
“¡Es el mejor título que puse en mi vida!”, se jacta con una sonrisa Raúl Carnota, haciendo evidente que aquí todo, hasta el título, fue trabajosamente concebido. Se refiere a su última creación, Espejos, dos discos basados en una idea ambiciosa: las mismas diez canciones –editadas en orden invertido– en un caso interpretadas por Carnota solo con su guitarra, y en el otro con prestigiosos invitados de diversos orígenes (jazz, rock, tango, folklore), con los que modificó el concepto rítmico y melódico de cada tema. Dos volúmenes que parten de una misma idea, pero que funcionan –y se venden– por separado. “Lo que quedó es realmente un espejo: una imagen y otra invertida, virtual, sólo que las dos son reales, y autónomas”, se entusiasma Carnota mientras muestra el arte de cada disco, pensados como una continuidad. El guitarrista y compositor presentará sus Espejos hoy a las 20.30, dentro del ciclo Discos vivos, en el Alvear (Corrientes 1659). Después, cuenta, partirá de gira a Europa, pero para mostrar un trabajo anterior, el notable Reciclón.
Los músicos que comparten el disco colectivo de Espejos son, entre otros, Lucho González, Lito Epumer, Rubén “Mono” Izarrualde, Juan Quinteros, Juancho Perrone, Franco Luciani, Juan Carlos “Mono” Fontana, Sonia Posetti, Damián Bolotin, Ernesto Jodos, Daniel Maza, Eduardo Spinassi y Rodolfo Sánchez (estos dos últimos, compañeros de Carnota en su disco anterior, Sólo los martes, grabado en vivo). El juego de espejos que propone Carnota no sólo transforma los temas que interpreta: también lo transforma a él. El chamamé del compositor santafesino Chacho Müller, Juancito en la siesta, por ejemplo, se vuelve son cubano con bongó, tres y flauta traversa, pero también con la guitarra de Carnota. El resto son casi todos temas con música y letra de Carnota, como el gato Por seguir (bellísimo en su poesía), que se transforma en una milonga cuando se suma la guitarra de Lito Epumer. Hay también una canción de cuna vasca, Aurtxo a seaskan (El niño en la cuna), que Carnota adaptó no sólo por su origen familiar. “Detrás de la lucha por la independencia vasca hay cientos de detenidos, y también desaparecidos. Esta canción es la que cantan las madres cuando van a las prisiones a visitar a los presos políticos”, cuenta el músico. En su página web, www.raulcarnota.com.ar, piensa colgar más información sobre el tema.
Hay dos cosas que Carnota dice tener claras. Primero, que él no hace folklore. Que es, simplemente, un músico de ciudad que eligió hacer música del campo. Segunda certeza, que no toca para gustarles a muchos. Que hace música porque es lo que ama. Y que, si quisiera haber hecho plata, se hubiera dedicado a otra cosa. Carnota dice esto y recuerda los tiempos en que trabajaba como productor musical de Clemente y sus hinchadas, y el personaje que había inventado su compañero Alejandro Dolina, “El cipayo Flores”: “Era un tipo que se subía al escenario y antes de hacer nada decía: ‘Los amo a todos’. Hoy estaría de última moda”, ironiza el compositor.
–¿De dónde salió una idea tan extraña como la de Espejos?
–Hubo un manager que la tiró. Pero una cosa es decirlo y otra meterse a hacerlo... Llegó un momento en que pregunté en qué me metí. En los últimos temas parecía que ya había quemado las naves. Pero al final, de una manera u otra, surgía siempre una idea. Yo quería que tuviera que ver con las personas a las que convocaba como invitados, y que fuera la síntesis química de lo que yo pudiera hacer con ellos. Soy muy acaparador, escribo todos los arreglos. Acá me dejé llevar más, me fui transformando junto con los invitados.
–Pasaron cinco años desde su último disco, Sólo los martes, grabado en vivo. Se tomó su tiempo para sacar éstos...
–Con los años voy bajando la producción. Compongo menos que antes, tengo menos energía. Además, con el tiempo me pongo más exigente conmigo. Lo que les perdono a todos, a mí no me lo perdono. Por eso pienso mucho lo que voy a grabar.
–En la presentación del disco dice que le permitió trabajar una vez más a riesgo y sacar de usted perfiles que el público desconoce. ¿A qué se refiere, concretamente?
–A que no me hago cargo del sellito de folklorista que me pusieron en la frente. Yo no toco folklore: soy músico, toco música argentina, aprendí y elegí tocar la música del campo. Si hubiera respondido a lo lógico tendría que haber hecho rock, porque soy porteño y me crié en Mar del Plata. Pero no todo el mundo es Spinetta, el tipo más creativo y original que conozco. Yo no he tenido tantas luces, y para hacer rock tenía que imitar a otros. Cuando miré para el lado de la música argentina, vi que ahí sí podía encontrar mi espacio para inventar. Pero me preocupé por hacer mi música, no por parecer un gaucho o cantar arrastrando las erres. En el rancho de la Cambicha o en el Colón, voy a tocar lo mismo.
–Las nuevas camadas de intérpretes lo reconocen como referente, y eligen sus temas entre sus repertorios. ¿Qué cree que le ven?
–Vaya a saber... Eso sucede cuando empezás a cumplir años (risas). Hace treinta años que hago esto y he sido consecuente. Me pegó mucho la relación con el Mono Villegas, que me contagió ciertas cosas. El decía que no podía traicionar a la música porque en la vida había sido la única que no lo había traicionado a él. A mí me pasa algo parecido. Siempre pensé en la música, no en el resultado que pueda tener en la gente. Quiero decir: si resulta, fantástico. Pero yo no me aprovecho de la música para hacer otras cosas, como ganar plata. Me dediqué a esto porque es lo que amo. Si hubiera querido hacer plata, busco otra forma más rápida, ¿no le parece?