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En Europa no se consigue
Por Diego Bonadeo
En Europa no se consigue
No se sabe si habrá hecho alguna encuesta Alfonso Cortina, el supuesto mandamás de la hoy Repsol-YPF, sobre la cantidad de europeos que allá por fines de la década del sesenta cargaban combustibles de los todavía por entonces nacionales Yacimientos Petrolíferos Fiscales, máximo sponsor de Carlos Reutemann cuando comenzó a participar en la Fórmula 2 Europea.
En el caso de que este chupasangre ibérico haya realmente marquetineado la cuestión, el resultado debe haber sido negativo. También acá nos preguntábamos qué sentido tenía llevar el logotipo de nuestra “petrolera de bandera” en automóviles de carrera, para que fuera difundido en aquellos países. Estaba clara la respuesta. “En Europa no se consigue.”
Más de treinta años después, el supuesto absurdo parece repetirse. No solamente Repsol-YPF fue auspiciante del mundial de motociclismo, sino que durante la temporada de Fórmula Uno el equipo Arrows tuvo el respaldo supuestamente publicitario de la empresa argentina que en tiempos de Reutemann-piloto llegaba como los trenes –antes que la segunda década infame los privatizara– donde no llegaban otros para atender las necesidades de los geográfica postergados. Además, en la actual París-Dakar, y como una obscena provocación a los argentinos que vivimos las peores horas que nos tocaron, el motociclista español Joan Roma lucía casi con ingenuidad en su antiflama la para nosotros nefasta inscripción de la empresa privatizada de servicios públicos que más dinero ganó del menemismo para acá y que más dinero les debe a los bancos.
¿Habrá encuestado esta vez Alfonso Cortina a consumidores de países europeos y no europeos como Holanda, Malasia, Japón o Inglaterra respecto de su tendencia a cargar nafta Fangio XXI o aceite Elaion? ¿O será que la campaña de publicidad en carreras de automóviles o de motocicletas emprendida por quienes tienen como lobbistas internacionales nada menos que a José María Aznar, Felipe González y al canciller español Piqué, entre otros, no es ni más ni menos que uno más de los tantos disfraces detrás de los que se esconden los conocidos de siempre como sofisticados laverapperos de dinero equívocamente habido o prolijamente no denunciado, ya en las Islas Caiman, en las cuentas conjuntas de Cavallo y Mulford o en las ya para muchos semiolvidadas Samsonite de Amira Yoma?