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Recostado sobre el asiento y mientras lanzaba bocanadas de humo después de aspirar su infaltable pipa, Armando Capriotti dejó una frase de las suyas: “Si las esvásticas hubieran aparecido en Chacarita, yo era Hitler”. Unos metros detrás, Enrique Merelas, el presidente de El Porvenir, intentaba apurar la reunión con un mensaje, cuanto menos, desubicado: “El episodio ya fue, hay que restarle importancia”.
Así, con expresiones como esas, transcurrió la última reunión de la mesa directiva de la B Nacional. Con cierta morosidad, unos veinte directivos intentaban ponerse de acuerdo sobre el contenido de un comunicado que repudiara el macabro espectáculo de las cruces esvásticas en Córdoba.
Juan Angel Guerra, el presidente de Chicago –club al que le acaban de descontar 9 puntos por incidentes que provocaron sus hinchas– pidió: “Debemos rechazar las manifestaciones racistas, pero no se puede sancionar al club”. El vicepresidente de Chacarita intentó rectificarlo: “Tenemos que condenar, sí, pero no podemos pedir que a Talleres no lo sancionen. Puede ser contradictorio. No sé cómo va a tomar esto la comunidad judía”. El club cordobés consiguió arrancarles a los demás un comunicado de respaldo a su posición y, también de repudio al episodio de las esvásticas.