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Su condición de muralista no la atestigua su taller, que es su casa. Es un pequeño atelier en el piso 18 de uno de los mayores complejos residenciales de Buenos Aires (920 unidades habitacionales), en Matheu y Brasil, donde el viento que corre entre las varias torres parece crear un microclima propio en esa esquina.

En ese cuatro ambientes en las alturas que compraron hace algunos años y donde vive con su compañera, Ana, Rodolfo Campodónico, nacido en Buenos Aires en 1938, ha tenido que hacer algunos paneles para sus murales, con Ana “haciendo fondos”. Ella, sin embargo, se dedica normalmente a la administración, los contratos y las cobranzas. Pero Campodónico y su mujer aclaran que siempre sienten que están un poco de paso por Buenos Aires, dado que han vivido mucho tiempo en pueblos del interior, en donde quedaron instalados sus murales.

Es un hombre con ganas de pelear, reconociendo derrotas y pérdidas, pero orgulloso de su trayectoria como muralista. “(David Alfaro) Siqueiros me dijo en México un día que para ser muralista había que ser valiente. Hablábamos de política, y le pregunté si era por eso. No –aclaró–, lo decía por lo humano. Eso de estar habitualmente a cuatro metros de altura, con andamios atados con piolines, requiere fortaleza para estar y seguir, además de tener que subir y bajar a cada rato para mirar la obra.”

Campodónico es sobreviviente de Espartaco, un grupo de muralistas que marcaron una época. Entre ellos, uno de los más notables y que recuerda con cariño es el artista Ricardo Carpani, que fue su maestro, así como lo fueron Cecilia Marcovich y Néstor Berllés. Una fuerte influencia de Carpani es visible en su obra, especialmente en el monumental mural de 28 paneles que hizo para la gobernación en La Plata. Ha trabajado como diagramador en Clarín, como publicitario (y jugador de rugby) en Chile. Vivió en Bolivia, Brasil, Colombia, México, Perú y Uruguay, así como en una docena de ciudades del interior, principalmente en la provincia de Buenos Aires.

Sus más de cien exposiciones atestiguan su labor constante y sus obras han sido vistas en buena parte de la República Argentina, y además en países como Canadá y Estados Unidos y en otros lugares.

Entusiasta de la “construcción del arte popular” con la participación de la gente de cada vecindario o de cada ciudad, lamenta que lo que llama el “arte social” ha perdido vigencia en estos tiempos.

Este diálogo es de experiencias, gente conocida y otras épocas. Lo que sí refleja es el trato que recibe el artista de la casta política y su burocracia.