Las migraciones de amenidad fueron poblando localidades del Sur. Son personas que eligen tomar distancia de las grandes ciudades y alejarse del estrés, buscando formas de vida más sencillas y con más contacto con la naturaleza. Estas migraciones coinciden con la llegada a estos pequeños poblados de ambiciosos proyectos turísticos o de infraestructura que ponen en riesgo el medio ambiente original, y muchas veces empujan por desplazar a pueblos originarios que habitan la zona desde varios siglos atrás. En Villa La Angostura como en otros poblados del Sur se produjo la confluencia de estos grupos, que se constituyen finalmente como el equilibrio de una balanza muy delicada para el ambiente. Frente a las presiones de los megaproyectos que pueden destruir el bosque, y con él al equilibrio ecológico de esos territorios, estos grupos se ubican en el otro extremo de la balanza, para establecer límites y pautas de desarrollo sustentable.

Emilia Edelstein, que tiene una casa de té en la Villa, fundó en 1996 el grupo Alerta Angostura como parte de ese proceso. Es una zona paradisíaca de hermosos paisajes, probablemente de los más bellos del mundo, con montañas, bosques y lagos, que atrae cada vez mayor cantidad de turistas de la Argentina y de todo el mundo. Y también muchos llegan para quedarse. Como en todas esas situaciones, se plantea el dilema entre ese progreso y la preservación del medio natural y de los derechos de los pueblos originarios. Las presiones sobre esa disyuntiva son cada vez más fuertes. Y la forma de resolverla plantea enormes desafíos.