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Desde que coordinó la campaña del PRI en 1975, Porfirio Muñoz Ledo no cesó de involucrarse en la política de su país, corriéndose cada vez más la izquierda. “Yo rompí con el PRI para fundar el PRD”, recuerda cigarrillo en mano, al parecer un incansable fumador. Se refiere al Partido de la Revolución Democrática, formación que presidió entre 1993 y 1996. En 1999 fundó otra agrupación cercana al PRD: el Movimiento Ciudadano Opción Nueva República.

Después de participar de la campaña de 2006 junto a Andrés Manuel López Obrador y su Coalición por el bien de todos, Muñoz Ledo formó parte del Frente Amplio Progresista y en 2009 se desempeñó como diputado federal por el Partido del Trabajo. Su cercanía con López Obrador, dos veces candidato a presidente, continúa hasta la actualidad. “Prometí no pertenecer a ningún partido, pero apoyo a los partidos en distintas causas: ahora soy miembro del consejo consultivo de Morena (agrupación que preside López Obrador)”.

Muñoz Ledo se desempeña desde 2013 como comisionado para la reforma política de ciudad de México, que responde al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Angel Mancera (PRD). Su proyecto, que plantea darles a los habitantes de la capital el estatus que tienen los ciudadanos de los 32 estados, está en discusión en el Senado. El político mexicano estuvo en Buenos Aires porque cree que es un caso muy similar al modelo de descentralización que quiere para su ciudad, y además admite tener una “fijación” con esta metrópolis. “Siempre me sedujo el proceso de la Ciudad de Buenos Aires, y me acerqué más en tiempos en que tuve sintonía con Alfonsín.” En esta visita, Muñoz Ledo se reunió con el vicepresidente de la Legislatura porteña, Cristian Ritondo, y también con el asesor de Cristina Fernández en temas de la región, Rafael Follonier.

Autor, entre otros libros, de La vía radical para refundar la república, Muñoz Ledo no abandona la idea utópica de que una “movilización social fantástica” dé origen a un gobierno mexicano que no se corrompa. Puede imaginar la emergencia de una nueva generación política, aunque por momentos lo invada el escepticismo de no ver salidas a la crisis política. Un México que en su definición más descarnada aparece como un Estado fallido, atravesado por la narco-violencia y anclado en la sumisión a Estados Unidos.