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Al momento de iniciar la entrevista, Mabel Bellucci le aclara a una de las reporteras, que se encontraba embarazada: “Mirá que no me gustan los pibes”. A lo largo de la charla, mantiene la misma tesitura, discute todo lo relacionado con la heterosexualidad y la reproducción. Al despedirse, reconoce tener una hija.

Bellucci nació en Buenos Aires en 1950. Es ensayista y periodista. Se declara activista feminista queer. Egresó de la Carrera Interdisciplinaria de Especialización en Estudios de la Mujer (UBA) e integra el Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) en el Instituto de Investigaciones Gino Germani-UBA. Participa de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y del espacio Socorristas en Red.

Publicó ensayos en varios libros, entre ellos: Estudios sobre la Sociedad y el Estado (Eudeba, 1986), Las mujeres en la imaginación colectiva (Paidós, 1992), De la pluma a la imprenta. Periodismo femenino del siglo XIX (Feminaria, 1995), Identidad: diversidad y desigualdad en las luchas políticas del presente. Teoría y Filosofía Política (Clacso/ Eudeba, 1999), La diferencia desquiciada. Géneros y Diversidades Sexuales (Biblos, 2013), El aborto como derecho de las mujeres. Otra historia es posible (Herramienta, 2013). Acaba de publicar Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo (Capital Intelectual).

Bellucci recorre la Argentina con sus rondas de pensamiento. De exponer, pasó a escuchar: “Ahora pregunto cuáles son los nudos que imposibilitan hablar. Entonces me miran y me dicen: ‘¿Usted no viene a hablar?’. Y les respondo que no, que voy a escuchar, a pensar en voz alta”. Allí, los planteos más frecuentes tienen que ver con “la Iglesia, los varones y su machismo, la maternidad, los métodos anticonceptivos, las persecuciones a los homosexuales, a los travestis, a las lesbianas”, describe esta activista. Y agrega que las rondas abren puertas y que la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y los encuentros nacionales de mujeres representan instancias de gran impacto. “Estos escenarios históricos permiten salir y dar batalla, y entender el cuerpo como trinchera política de insubordinación”, concluye.