DISCOS › “ELEVADO”, EL PRIMER DISCO SOLISTA DE DANTE

Cómo me gustaría ser negro

Dante Spinetta acaba de publicar su primer trabajo luego de la disolución de los Illya Kuryaki, acentuando al máximo su perfil funk.

Dante nació en una casa en que la música era algo así como el pan de cada día. De niño alborotaba el mundo de su padre famoso, al comando de un grupete, con sus tempranas aventuras musicales, que muchas veces pasaban por amenazar con tocar instrumentos fuera del alcance de cualquier otra criatura. Las amenazas se convirtieron en realidad, cuando de la Disneylandia que era para aquellos gurrumines la sala de ensayo de Luis Alberto Spinetta surgió el grupo infanto-juvenil Pechugo, con su increíble hit “El mono tremendo”. Era evidente que Pechugo era una deformación de Menudo, por lo que ningún Ricky Martin saldría de sus filas.
Los dos Pechugo mayores se emanciparon cuando todavía eran más niños que jóvenes, aunque se sintiesen adultos, para darle forma a Illya Kuryaki & The Valderramas. Primero trío, aunque efímeramente, y luego un dúo rodeado de músicos poderosos, el grupo concretó una portentosa evolución en público, en un proceso que abarcó toda la década del ‘90. Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur tenían por entonces una alianza indestructible, que iba más allá de la música. Solían decir que su destino común había sido sellado en una infancia saturada de consumos culturales non sanctos, en esas casas y quintas en que crecían alejados del ojo rector de sus padres, a veces demasiado entretenidos con el arte y sus diletancias. Pero algo se quebró entre ellos luego de la trágica muerte en un accidente de ruta de José Luis Miceli, el manager que durante muchos años arregló los entuertos de la banda. Los IKV se habían separado por dentro ya el día que anunciaron que el grupo no iba más.
Para Dante, portar el apellido de uno de los más grandes artistas de la historia del rock fue un conflicto permanente, tácito o explícito. Más allá de que ésa sea su genealogía inevitable, personal y artística, el hecho de haber elegido un rubro similar rodeó desde siempre su figura de expectativas contradictorias. Dante se rebeló una y mil veces contra eso, con actitudes que fueron desde la pelea frontal con su padre hasta el agregado de su segundo apellido, para demostrar que también es un Zalazar además de ser un Spinetta. Pero esa diferenciación no fue sólo un asunto de nomenclaturas sino que incluyó una concepción del rock por momentos enfrentada con la de su padre. Para decirlo con cierta altura: si alguna vez su padre construyó una obra bajo la certeza de que había que pensar un rock de aquí, sin xenofobias, pero con identidad argentina, el mayor de sus hijos se empeñó en moldearse al uso y semejanza de ciertos estereotipos transmitidos por la cultura estadounidense de exportación. Su primer disco solista parece demostrar que lo está logrando.
Elevado no es un disco de un artista argentino de rock sino un disco de un artista de rock que, acaso para su pesar, nació en la Argentina. La apuesta del artista antes conocido por Dante Spinetta es por lo menos audaz, ya que parece claro que con este arsenal intenta penetrar en el mercado estadounidense, apoyado por un sello que lo considera un artista internacional, no el producto de una filial. En un mundo cada vez más conectado, la apuesta de Dante no es insólita, mucho menos si se tiene en cuenta que hoy existen artistas de géneros diversos –el tango, el reggae, el hip hop, entre otros– en latitudes antes impensables. ¿Por qué Dante no puede soñarse Prince si hay centenares de tangueros japoneses y miles de rastas en países nórdicos? Pero el problema no es lo que se sueñe sino lo que se logra, y en ese sentido el resultado es complejo. Cuando es más personal y lírico, por ejemplo en “Elevado”, en “Para María”, Dante es un artista diferente, llamativo. Cuando se sumerge en los criterios standard de producción anglosajona de música negra, es uno más. Que para colmo no es negro sino que hace de negro.
Es posible que Dante sepa, de antemano, cuál es el riesgo del proceso, y considere que la actitud rock por excelencia –que para los IKV fue siempre deformar– sea buscar riesgos, salir de las comodidades. Pero también es posible que a los 27 años esté buscando todavía sus límites, y que ese esfuerzo conlleve la posibilidad de equivocarse de puroentusiasmado. No debe ser menor, para él, la sensación de encender MTV y ver sus videos rotando como si se tratase de un artista negro de Los Angeles, con su slang, sus perras, sus autos, su cultura plástica y sus bravuconadas. Al fin y al cabo, ése fue el sueño de un pibe de Villa Urquiza-Belgrano, cuando en sus casas y salas de ensayos los mayores pasaban horas y horas dándole vueltas a la utopía de un rock descolonizado.

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El disco parece la concreción de un sueño infantil.
 
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