DISCOS › “I CAN’T STOP”, UN REGRESO A LAS FUENTES DE AL GREEN
El alma de un sobreviviente
En épocas de soul ultramoderno, el regreso del veterano es toda una buena noticia... sobre todo teniendo en cuenta su historial.
Por Esteban Pintos
Esta es la era del soul espacial. Timbaland, Neptunes, Missy Elliot (gracias a Timbaland), Andre 3000 & Big Boi (Outkast) tomaron altura en cada uno de sus últimos discos y producciones. Las raíces de la música negra fueron puestas en órbita con métodos y elementos de producción propios del siglo XXI: fragmentación, ritmos quebrados y un tipo de groove privado de sus elementos usuales y exaltado por otros, ciertamente inusuales (basta escuchar la minimal línea de bajo y las palmas que sostienen el impresionante single Pass that dutch, cortesía de Missy Elliot). En este contexto, la aparición de un disco tozuda y felizmente tradicional como I can’t stop, responsabilidad de la veterana dupla artística Al Green (cantante)-Willie Mitchell (productor), permite volver la mirada hacia un pasado glorioso en el cual la carrera espacial era (solo) cosa de blancos.
Al Green es el soulman vivo más famoso y respetado de su comunidad. Acredita una carrera plena de sucesos, escándalos y revelaciones divinas –al menos, para él– que han determinado su trayecto por la vida y sus avatares dentro de la música popular de Estados Unidos de los últimos 35 años. Suyos son varios de los más grandes éxitos de la música negra de los ‘70 (Tired of being alone, Let’s stay together, I’m still in love with you), la invención de un sonido propio del estudio en donde registró esos discos (el Hi de Memphis producía hi soul) y suyos también, dos episodios que marcaron a fuego su vida social. En octubre de 1974, su novia Mary Woodson le arrojó granos de maíz hirviendo mientras él tomaba un baño, ocasionándole quemaduras de segundo grado en la espalda, el estómago y los brazos. Luego, Mary se suicidó. Primera señal de Dios (según Green): debía abandonar la industria de la música pop y dedicarse a predicar. Hacia 1976, el ministro tenía su propia casa de oración y editaba discos de música secular. A partir de ahí, dedicaría su vida y obra a sus creencias religiosas. Otro incidente (cayó desde un escenario y resultó con varias quebraduras y traumatismos, en Cincinatti 1979), radicalizó su idea devocional. Durante los ‘80 y ‘90, con esporádicos desvíos hacia la música pagana, se dedicó a predicar y editar álbumes de gospel, distribuidos por su propio sello y sin difusión radial. Intentó un regreso en 1995, con Your heart’s in good hands, pero apenas quedó en el intento. Ocho años después inició el verdadero camino del regreso.
Nada mejor que la vieja guardia. Volvió a grabar bajo la supervisión del ahora anciano y enfermo Willie Mitchell (75 años), y reunió a varios de sus históricos músicos: el guitarrista Mabon “Teenie” Hodges, el bajista Leroy Hodges, la sección de vientos The Royal Horns y el grupo vocal Rhodes-Chalmers-Rhodes. La reagrupación da rienda suelta a un tipo de entusiasmo y celebración en la interpretación que contagia de alegría a todo el disco: aun en las canciones de amor, con todo el melodrama implícito en ellas (caso concreto, My problem is you), hay un gozo particular, propio del sentimiento que esta música despierta en su raza. Ellos sienten la música que tocan y cantan. Una sensación saludable que produce contagio a cada escucha.
I can’t stop, el esperado regreso de Green después de años de misa de domingo, apareció bajo la etiqueta del sello Blue Note. Otro detalle no menor: la edición tiene el cuidadoso estilo de la discográfica, casi siempre dedicada al jazz. Eso se trasluce, también, en el sonido simple, tradicional y ortodoxo del disco. No es éste, precisamente, un regreso de estilo recargado (el ejemplo paradigmático es la desilusión del último disco de la reina Aretha Franklin). La voz de Green, todo un portento, surfea la ola funk que crea su banda y desde allí se deja llevar en un recorrido feliz por casi todas las variantes soul. Hay un tiempo para celebrar, otro para gozar, para declarar amor y también para lamentarse por el sentimiento perdido, todo coronado por ese falsete único. Todo está en su lugar, como si no hubieran pasado casi treinta años. Este es, simplemente, un disco de música soul. Uno como tantos de los que aparecíanen las épocas de oro del género. Sólo que ahora, en tiempos de carrera espacial para la música, que se hagan públicas 12 canciones tocadas, cantadas y producidas según el mandato de la vieja escuela, permiten redescubrir un mundo perdido que emerge al primer compás. I’cant stop es un verdadero manual de estilo de música negra, escrito e interpretado por uno de los más ilustres representantes de la congregación. Amén.