ECONOMíA › LOS DILEMAS QUE AFRONTA EL BCRA
Qué hacer hoy con el dólar y el crédito
Por Julio Nudler
¿Cómo puede lograrse, desde el Banco Central, que la expansión monetaria se traduzca de una buena vez en más crédito, acelerando la reactivación de sectores como la construcción y los bienes durables? Esto, que Aldo Pignanelli no logró, es uno de los mayores retos que esperan a su sucesor, Alfonso Prat Gay. Según los bancos más líquidos, no prestan porque nadie quiere tomar. Se refieren, en realidad, a los dos segmentos donde están ofreciendo plata: el del crédito a consumo y el del descuento de cheques, una forma de financiación empresaria de corto plazo. Si se les cree a los banqueros, es poco lo que puede hacerse desde el BCRA. Pero no es obligatorio aceptar su versión de los hechos: para algunos analistas, la demanda de crédito no aparece porque las condiciones exigidas por los bancos son aún muy duras, en el contexto de mercados en recesión y alta incertidumbre.
Si ésta es la verdad, lo posible para el Central es dejar a los bancos sin una opción rentable y, en principio, libre de riesgo como las Lebac, títulos en los que las entidades intermediarias recolocan el dinero captado vía plazos fijos. Si bien en los últimos meses fue reduciéndose velozmente el rendimiento de aquellos papeles, el BCRA profundizaría esta política en adelante para evitar que esos valores sigan compitiendo con los tomadores privados de crédito. El desplome en las tasas de las Lebac, por otro lado, contribuyó a estrechar el margen financiero (spread) que ganan los bancos, sumándose a la merma del CER, índice con el que se ajusta buena parte de la cartera de crédito y alimenta sus ganancias.
Hasta hace un par de años, los bancos tenían claro a quién prestarle: empresas como las privatizadas eran las niñas bonitas del mercado. Pero hoy, después de la defunción de la convertibilidad, todas ellas están restructurando sus deudas y no son, obviamente, un buen destino para la financiación, más allá del problema tarifario. Ni siquiera lo son –siempre según los banqueros– las firmas exportadoras y las de transables, ganadoras de esta crisis, pero que cargan por ahora con demasiadas deudas.
Otro frente complicado para el Central es el del dólar, respecto del cual es difícil definir de antemano una estrategia sin tener en claro hacia dónde va la demanda monetaria. Esta se define por los saldos líquidos en pesos que los agentes económicos están dispuestos a retener. Quienes en el otoño presagiaban una hiperinflación pensarían en una demanda monetaria tendiendo a cero, con atropellada fuga del peso hacia el dólar y toda clase de bienes. En los hechos no ocurrió nada de eso.
Aun así, no es sencillo saber desde el BCRA cuántos pesos pueden emitirse a través de la compra de dólares en el mercado sin exponerse a riesgos excesivos. El punto es clave porque de él depende si la política consistirá en sostener el dólar en su nivel actual –lo que implica seguir adquiriendo divisas para las reservas– o dejarlo bajar por la simple presión del superávit de cuenta corriente. Una tercer alternativa consistiría en relajar el control de cambios para que las empresas puedan sacar más dólares del país, pero estando éste en default sería una opción por lo menos sorprendente.
De hecho, la disyuntiva de seguir comprando diariamente en la plaza, engrosando las reservas, es la más segura en la medida en que se mantenga la decisión de no pagarles a los acreedores, así sean éstos organismos multilaterales. Segura porque contra los pesos emitidos se atesoran dólares de respaldo. La ecuación cambiaría si, como parte de alguna estrategia negociadora, la Argentina resolviera efectuar determinados pagos. En cualquier caso, la opción de retirarse del mercado y convivir con un dólar en descenso es vista como peligrosa ante la proximidad de un verano cargado de fuertes vencimientos y toda clase de incógnitas. Entre éstas, la del negado acuerdo con el Fondo.