Sábado, 2 de agosto de 2014 | Hoy
ECONOMíA › PANORAMA POLITICO
Por Luis Bruschtein
Pelea de fondo, como en el Madison Square Garden. El ministro Axel Kicillof contra el juez Griesa y los fondos buitre. Hay una historia, está el relato. Pero no en el terreno de las ilusiones sino en el de la vida real donde a veces se gana y a veces no. Es una pelea con un resultado no deseado, es más complejo que el relato que denuncia la oposición. Y que plantea justamente una paradoja porque, a pesar del resultado desfavorable, el planteo de la Argentina tiene un respaldo demoledor en el plano internacional, pero la mayoría de la oposición interna no lo respalda.
La oposición sigue con desconfianza el debate por la deuda porque teme que repercuta en las elecciones. Es un cálculo pequeño porque el reclamo desmedido de los fondos buitre, la parcialidad y las fallas del sistema judicial norteamericano y el protagonismo que pasó a ocupar Argentina en la puja mundial por regular el sistema financiero internacional están más allá de unas elecciones presidenciales. El recelo sobreactuado de la oposición la puede presentar como sobrepasada por un escenario que le queda grande.
Pocas causas han logrado el respaldo internacional que tiene la Argentina en su pelea con los fondos buitre. Es un consenso muy amplio y que se produce muy pocas veces. Por la cantidad y porque además es un consenso heterogéneo que incluye desde el gobierno chino hasta el de los Estados Unidos, que a su vez está muy presionado por el lobby económico, político y judicial del fondo de Paul Singer. El Gobierno ha sido criticado en otras oportunidades por amplios sectores de la prensa internacional. Esta vez, las críticas les cayeron a los fondos buitre. Pese a todo ese consenso internacional, dentro del país ocurre lo contrario y los partidos de la oposición tanto como los comentaristas de los medios opositores aparecen concesivos con Griesa y los buitres y duros contra el gobierno que los confrontó. Esa sobreactuación de la oposición puede tener un efecto en la sociedad peor aún para ella que el protagonismo del Gobierno.
Guste o no, es un relato real y tiene épica real. La oposición critica esa imagen homérica. Pero el proceso de negociación con los fondos buitre transmite ese halo épico porque es tan desigual y porque hay una actitud en la posición argentina que confronta con uno de los grupos de poder más fuertes del planeta. La épica es inherente a la situación, no es una creación publicitaria. La subordinación, que ha sido el comportamiento más común frente a estos grupos de poder, no tendría épica, pero las consecuencias serían peores.
No se trata de una historia que sale de la nada, hay una genealogía del kirchnerismo en relación con la deuda, que comienza con Néstor Kirchner en el 2003 y ahora con la presidenta Cristina Kirchner como protagonista central. Y también hay un actor en el teatro de operaciones: el ministro Axel Kicillof, centrado en el punto de mayor exposición de un tema sensible, explosivo y con rebotes y consecuencias en todos los planos de la vida.
Kicillof recibió toda la atención, todas las críticas y todo el respaldo. Se convirtió en un agujero negro de la política en la disputa con la oposición, con los medios opositores, con el juez Griesa y con los fondos buitre. Recibió simpatía de la sociedad y a veces enojo, más el respaldo de la Presidenta, que lo colocó a su lado en su discurso del jueves por cadena nacional. Un protagonista que tuvo tiempo de pantalla y centimetraje que más los quisieran algunos de los candidatos de la carrera presidencial. Y también se convirtió en el blanco preferido de las críticas de la oposición y de los representantes de los fondos buitre.
“¿Por qué un individuo como Kicillof está representando a la Argentina si quiere negociar?”. “Kicillof no tiene capacidad de tener una negociación técnica con el mediador, no es un abogado y ningún ministro responsable negociaría algo sin asesores.” “Según lo que sabemos, el ministro echó a los abogados y se reunió solo con Pollack durante dos horas. No conocemos lo que ocurrió, pero ningún ministro responsable negociaría algo sin sus asesores.” “Las declaraciones en la OEA y la ONU son ofensivas y las declaraciones de Kicillof son destructivas para el tipo de confianza que se requiere para extender estas negociaciones más allá de julio.”
Son frases que a cualquiera le parecería haber escuchado en boca de dirigentes como Patricia Bullrich, Elisa Carrió, Ernesto Sanz o Hermes Binner. Hay cosas en ese tono, pero las frases en sí, las que se reproducen encomilladas, son algunas de las que pronunciaron Nancy Soderberg y Robert Shapiro durante su encuentro con periodistas en el Palacio Duhau del hotel Hyatt Park. Soderberg y Shapiro son copresidentes del Grupo de Tareas Americano para Argentina, un grupo pagado por los fondos buitre para hacer lobby. En el Congreso norteamericano, el lobby está integrado por congresistas de la derecha más recalcitrante, los que, entre otras causas, respaldaron el golpe contra el presidente de Honduras, Manuel Zelaya. Es un sector que se compagina con el pensamiento de Paul Singer, la cabeza del Fondo Elliot Management, el buitre más hostil a la Argentina y uno de los principales recaudadores del Partido Republicano.
Pero Soderberg y Shapiro son demócratas, ex funcionarios del gobierno de Bill Clinton, e incluso Shapiro trabajó con el vicepresidente Al Gore, un hombre considerado progresista en la política estadounidense. Supuestamente son “progresistas” que por dinero aceptan trabajar para una causa que busca llevar a un país y sus millones de habitantes a la miseria. Son actitudes comerciales aceptadas, pero desde el punto de vista ético son absolutamente inmorales. Cada uno tiene consultoras internacionales y cobran una fortuna. Ni a Soderberg ni a Shapiro les interesa un pepino la Argentina, ni les interesó convencer a sus interlocutores. Lo que buscaron fue socavar la posición argentina y es interesante la forma en que centraron sus ataques en Kicillof. Lo hicieron con un convincente aire de superioridad y desprecio, que algún efecto tuvo porque varios de sus argumentos fueron tomados aquí por dirigentes de la oposición como si provinieran de una autoridad moral. Sin embargo, los mercenarios como Soderberg y Shapiro no tienen moral. En ese sentido son peores que los derechistas del Tea Party, que consideran al gobierno argentino como un foco subversivo en América latina.
En las solicitadas del Grupo de Tareas de Singer no se hablaba de Kicillof. Soderberg y Shapiro hicieron esos comentarios como al pasar, como si verdaderamente lo despreciaran, pero orientaron gran parte de sus intervenciones en ese rumbo. Por el contrario, quedó claro que en vez de despreciarlo, valoraban lo suficiente al principal negociador argentino como para tratar de debilitarlo. Y que debilitarlo era una forma de favorecer a los fondos buitre.
Cuando sectores de la oposición recogen los argumentos que dejaron estos mercenarios y hablan de “impericia técnica” porque Kicillof es economista y no abogado, o de “mala praxis” porque las críticas a Griesa habrían indispuesto al tribunal en contra de la Argentina, están reduciendo un gran debate internacional a un nivel gallináceo, al punto donde lo quieren los buitres. Los fallos del juez Griesa contra Argentina han sido fuertemente criticados en todo el mundo y la oposición debería encontrar su lugar en ese gran debate que busca reformar el sistema financiero internacional. Es un debate que ya requiere posicionamiento de todos los actores políticos, sociales y económicos en cada país y sería patético que la oposición argentina quedara empapelada con los fondos buitre. Las críticas a la estrategia argentina deberían aportar por la positiva la forma en que consideran que debería haberse negociado con los fondos buitre para llegar a un acuerdo sin que se afecte la reestructuración de la deuda.
Argentina buscó el acuerdo y no lo pudo lograr. Con un acuerdo razonable la situación del país se hubiera facilitado. Sin el acuerdo, se mantiene como estaba, con dificultades para tomar deuda. El único problema de riesgo serán los buitres internos, los que usen esta situación para especular con el dólar o los precios.
De toda esa humareda de marchas y contramarchas, con un resultado desfavorable pero con un consenso internacional impresionante para el país, surgió el ministro Kicillof con material para el relato: Axel contra Griesa y los buitres. Una pelea de fondo en la que otra vez el ministro de Economía pasa a convertirse en actor protagónico. Hay aspectos literarios en ese ascenso, en la agrupación estudiantil independiente de los años ’90 –los Tontos pero no Tanto (TNT)– antimenemistas que ganaron la conducción del centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA y que poco más de una década después llegaron a la conducción económica del país. Es el pibe sin corbata que discutió de igual a igual con los grupos del poder económico del mundo. Lejos de cualquier candidatura, Kicillof monopolizó la atención, no es candidato pero es un protagonista.
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