Sábado, 2 de agosto de 2014 | Hoy
EL MUNDO › AL MENOS CINCUENTA PALESTINOS Y DOS SOLDADOS ISRAELIES MURIERON; OTRO SOLDADO ISRAELI FUE SECUESTRADO
El ejército israelí acusó a Hamas de romper la tregua con el secuestro de un soldado y matar a otros dos en una emboscada, usando un terrorista suicida. Como respuesta, bombardeó casas, tiendas y edificios públicos en Rafah.
Por Kim Sengupta *
Un alto el fuego humanitario de 72 horas, que se suponía que debía allanar el camino para un acuerdo de paz, colapsó ante la violencia salvaje en las tres horas fatídicas después de que el ejército israelí acusara a Hamas de romper la tregua con el secuestro de un soldado y matar a otros dos en una emboscada, usando un terrorista suicida.
El ataque tuvo lugar mientras sus fuerzas estaban tratando de destruir una de las redes de túneles que Hamas utiliza para llevar a cabo los ataques con cohetes y de infiltrarse por la frontera. El soldado capturado, según se informó, era el teniente Hadar Goldin, de una familia de inmigrantes judíos británicos, primo del ministro de Defensa israelí, Moshe Yaalon.
Hamas en un principio reconoció que habían capturado el soldado, pero más tarde negó que fuera así. El secuestro de sus ciudadanos siempre ha provocado represalias por parte del Estado judío: la captura del cabo Gilad Shalit hace ocho años llevó a la primera ofensiva de Israel en Gaza después de que se hubiera retirado del territorio, desmantelando los asentamientos.
Los residentes de Rafah no habrían sabido sobre el presunto secuestro o el atentado suicida; pero experimentaron la furia de la respuesta de los militares israelíes. Descargas de artillería y de tanques hicieron blanco en la ciudad, algunas impactando casas, tiendas y edificios públicos. Esto incluía parte del Hospital Al Najjar Yussef, donde los heridos fueron transportados en automóviles particulares, taxis, y algunos eran llevados en los brazos de la gente.
Al caer la tarde se informó que unas 50 personas murieron, y los heridos, que suman más de 200, fueron transportados, bajo el fuego, a otros centros médicos de la zona. Entre ellos se encontraba Shahed Abu Namla. Ella había estado corriendo por la calle con su familia cuando los proyectiles aterrizaron cerca. Lo último que recuerda antes de sentir un dolor insoportable y desmayarse era ver a su madre tratando de agarrarla y luego cayendo. La niña –de 10 años– estaba en el hospital con quemaduras graves, preguntando desesperadamente por su madre.
Otros ciudadanos habían regresado a sus hogares tras el anuncio de la tregua. Wael al Zambi había llegado poco después de las 9.30 a su casa –en Mashrua Amar, con su familia de 18 miembros– de una escuela de la ONU en Shabura, donde habían buscado refugio hace dos semanas. No hubo tiempo para desempacar: diez minutos más tarde estaban de vuelta en la carretera, tratando de escapar. Al Zambi (37 años), con heridas de metralla en sus brazos y en el cuerpo, en la cama del hospital en el Hospital Europeo en el borde de Rafah, dijo: “Creímos que esta vez no era tan sólo por unas horas sino tres días, que sería seguro para ir a casa. La gente en la escuela (de la ONU) decía que esto podía ser el fin de la lucha. Así que nos pusimos en marcha; había más de 3 mil personas en el campamento, el 90 por ciento de ellos se fue por la mañana. Yo no sé por qué empezó el bombardeo. Me hirieron, pensé que me estaban cortando el cuerpo. Me enteré más tarde sobre las muertes. Mi esposa y los niños están de vuelta en el refugio de la ONU. Estos lugares no son seguros, lo sé; están siendo bombardeados, pero es mejor que estar en Rafah”.
Dos miembros de la familia –Harbi, de 55 años, y Sami, de 40– murieron en el acto. Otras tres personas –Salama, de 48; Sofia, de 43, y Mohammed de 47 años de edad– fueron asesinadas más tarde, cuando trataban de salir por otro camino. Un pariente, Abdel Sheikh Eid, había llegado al hospital al oír que los heridos eran trasladados allí. Acababa de recibir una llamada en su celular de una prima. “Ella me dijo que quiere saber algo de su marido. El no va a vivir... pero yo no se lo puedo decir por teléfono”, dijo.
Hubo pacientes en el hospital de otras partes de Gaza en tránsito por tratamientos especializados en el extranjero. Pero, con el paso fronterizo de Rafah a Egipto cerrado debido a los combates, estaban atrapados allí, con los sonidos de bombardeos acercándose. Entre ellos se encontraban dos niños heridos por un ataque con misiles en Beach Camp en la ciudad de Gaza, en la que otros 10 muchachos y el abuelo de uno de ellos habían muerto. Hamas y el ejército israelí se habían culpado mutuamente por el asalto mortal.
Zahar al Aila estaba tratando de llevar a su sobrino de 10 años de edad de vuelta al hospital de Al Shifa, en la ciudad de Gaza, donde había sido tratado. Pero le habían dicho que “no hay camas en Al Shifa, está lleno. Sólo quiero que lo lleven de regreso a la ciudad de Gaza, pero dicen que no tienen ninguna ambulancia deso-cupada. Me advirtieron que no lo llevara de vuelta, porque el camino era peligroso”. Mohammed al Aila, cubierto de vendas, susurró: “Por favor, necesito ayuda para volver a Al Shifa, no me gusta estar aquí. Se pueden escuchar un montón de bombas, es muy aterrador”.
Rami Abdel al Helo, de nueve años, era otro sobreviviente de Beach Camp que estaba en el hospital. Un hermano de cinco años de edad, Osama, y su abuelo, Sobhay al Helo, habían muerto en el ataque. Su padre, Ahmed, dijo: “No puedo imaginar a Rafah abriéndose pronto mientras existe este fuego. Ya perdí a un hijo y tengo que proteger a éste. Con la tregua, pensamos que éste sería un buen día para salir; pero ahora me temo que sólo va a empeorar mucho más”.
El personal médico estaba reunido alrededor de la cama de Shahed Abu Namla. “Ella sigue pidiendo agua y quiere saber sobre su familia”, dijo una enfermera, Halina Um Abdullah. “Las ambulancias no pueden volver y buscar heridos hasta que haya otra tregua, cuando sea. Sólo podemos rezar para que ello suceda.”
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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