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La nueva alianza
Por Maximiliano Montenegro
Pese a los cambios políticos en los últimos meses, el Banco Central ha mantenido su línea, literalmente. Roque Fernández primero y Pedro Pou, después, supieron construir en la última década un Central cooptado por el poder permanente. Con funcionarios que aborrecen de la dirigencia política, pero que no tiene pruritos a la hora de negociar en privado con banqueros o presentarse como interlocutores privilegiados ante Washington.
Roque y Pou son el menemismo, pero son mucho más que el menemismo. Son los intérpretes más confiables de la banca extranjera y de Washington en un país tan sinuoso como Argentina. Carlos Menem puede irse del poder y no volver. Los banqueros, en cambio, seguirán estando allí, y seguirán necesitando sus intérpretes.
Mario Blejer era un digno sucesor de Roque y Pou. Como ellos, estudió en Chicago; como ellos, conoce desde muy joven a los principales funcionarios del Fondo; como ellos, fue profesor en el CEMA de los cuadros gerenciales que gobiernan en el Central; como ellos, siempre soñó con un Banco Central que no respondiera a la política, sino al mercado. Aldo Pignanelli, peronista y duhaldista, es sapo de otro pozo. Sin embargo, los banqueros lo aplauden, desde que avaló por primera vez la propuesta del bono compulsivo, y el Fondo lo adoptó sin problemas esta semana. Para ello cerró una alianza con Blejer, Pou y la línea del Central: su mano derecha, Alejandro Henke, con quien viajó a Estados Unidos, es de pura estirpe del CEMA.
Pero ahora el FMI va por más. Quiere un gobierno paralelo, para que Washington y los banqueros puedan garantizar que, más allá de las elecciones, nada cambie en la inestable Argentina.
Lo que no está claro es la posición de Duhalde, que esta semana indudablemente avaló las gestiones de Pignanelli en Washington, las que dejaron al borde del abismo a Lavagna. El ministro de Economía es el único ocupante de ese cargo que en la última década, con sus evidentes limitaciones, intentó imponer un freno político al desigual poder de los bancos y de Washington. Tal vez Duhalde no entienda lo que pretenden el FMI y los banqueros. O tal vez sí entienda. Y tal vez lo de esta semana sea el principio de una nueva alianza, con Menem, su viejo enemigo, hoy el mejor intérprete político del poder permanente.