Martes, 8 de abril de 2008 | Hoy
EL MUNDO › EL PSOE NO ACORDó CON LOS NACIONALISTAS VASCOS Y CATALANES
El jefe de gobierno español afronta hoy la sesión de investidura en el Congreso –mañana será la votación– sin ningún tipo de alianzas que le garanticen su elección por mayoría absoluta. El líder socialista presentará su programa de gobierno.
Por Oscar Guisoni
Desde Madrid
Dicen a menudo en España que muchas veces “es mejor andar solo que mal acompañado”. Algo de la sabiduría del viejo refrán ha tenido en cuenta la dirección del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) cuando decidió que José Luis Rodríguez Zapatero afronte la sesión de investidura que comienza hoy en el Congreso sin ningún tipo de alianzas que le garanticen su elección por mayoría absoluta como primer ministro en la primera ronda de votación que se realizará mañana. Cuando finalice el debate parlamentario en el que el líder socialista expondrá su programa de gobierno para los próximos cuatro años es probable que sólo los diputados de su partido voten por él, ya que los partidos nacionalistas vascos y catalanes han decidido no apoyarlo luego de que los socialistas se negaran a conceder algunas de sus reivindicaciones históricas a cambio.
El PSOE sólo tiene 169 diputados. Le hacen falta siete más para obtener la mayoría absoluta en la primera votación. Después de su victoria electoral el pasado 9 de marzo, en la que obtuvo el 44 por ciento de los votos, frente al 40 por ciento del centroderechista Partido Popular, Zapatero insinuó una posible alianza preferente con el Partido Nacionalista Vasco y con los catalanistas de Convergencia I Unió, para que le garantizaran su elección al frente del gobierno en la primera votación. A cambio, los socialistas sugirieron al PNV que abandonara su polémica convocatoria a un referéndum con tufillo independentista que, según el gobierno regional vasco, se realizará en octubre de este año, pese a la oposición del ejecutivo nacional. Los nacionalistas vascos se negaron, pese a que sufrieron una derrota de gran magnitud en su propio territorio a manos del PSOE, que muchos interpretan como un castigo por parte de la ciudadanía vasca a su posición demasiado tolerante con la izquierda pro ETA, representada por Alianza Nacionalista Vasca en gran cantidad de municipios y parlamentos regionales de Euskadi. La posibilidad de alcanzar ese acuerdo estuvo abierta hasta último momento, pero la negativa del PNV de apoyar la moción de censura promovida por el PSOE para desplazar a ANV del ayuntamiento de Mondragón –gobernado por la izquierda nacionalista en la que ETA asesinó dos días antes de las elecciones al ex concejal socialista Isaías Carrasco– fue la gota de agua que colmó el vaso.
Con las negociaciones con el PNV rotas, al PSOE sólo le quedaba tentar a los nacionalistas conservadores de Convergencia I Unió. Pero los catalanistas también pusieron reivindicaciones regionales arriba de la mesa y al Partido Socialista Catalán, que gobierna en Barcelona en una alianza con Izquierda Unida y Ezquerra Republicana no le sentaba nada bien que Madrid tentara una alianza con sus opositores a nivel regional.
CIU terminó anunciando que probablemente votará en contra de la nominación de Zapatero en el debate de investidura, así que los socialistas lo intentaron con Izquierda Unida que, sin embargo, posee sólo dos diputados. Pero la coalición de izquierda pretendía que se reformara la ley electoral que castiga duramente a las fuerzas minoritarias, algo que los socialistas no están dispuestos a poner en discusión, así que esta tentativa también se vio frustrada. Finalmente, el PSOE decidió concurrir a la sesión de investidura sólo con el apoyo del Bloque Nacionalista Gallego, con quien gobierna en coalición en Galicia, y apostar por la elección de Zapatero en la segunda ronda de votaciones, sólo por mayoría simple. De confirmarse esta situación, será la primera vez en la historia de la democracia española que un presidente de gobierno es elegido sin contar con la mayoría absoluta en el Parlamento.
Pero aunque a simple vista esta situación sugiere que Zapatero comienza su segundo mandato en situación de mayor debilidad, pese a haber obtenido más votos y diputados que en 2004, en realidad los socialistas están apostando a dar una imagen de confianza y fortaleza, y no tensaron demasiado la cuerda a la hora de conseguir apoyos para la investidura de su líder. Tal vez porque tienen todavía el sabor amargo en la boca que les dejó la primera elección de Rodríguez Zapatero apoyado por los nacionalistas catalanes de Ezquerra Republicana a cambio de una atención preferente hacia Cataluña, que terminó traduciéndose en la aprobación de un nuevo estatuto de autonomía para la región durante su primer gobierno. El Partido Popular no dejó nunca de señalarles a los socialistas su “claudicación” ante las pretensiones independentistas de los catalanes y hasta llegó a promover un boicot a los productos elaborados en la región.
“España se rompe” fue el latiguillo con el que el PP fustigó a los socialistas durante los últimos cuatro años. “Ahora no podrán volver a decir lo mismo”, afirman los diputados socialistas mientras ultiman los detalles para la sesión de investidura que comienza hoy en Madrid.
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