Lun 22.12.2008

EL MUNDO  › PAíSES COMO FRANCIA, ITALIA, ESPAñA, CHINA E IRáN ENVíAN SUS FLOTAS AL áREA

La piratería somalí, una nueva amenaza

La actividad delictiva se constituyó en una de las pocas redituables en el país africano, con altísimo nivel de hambre e inestabilidad política. La comunidad internacional está reforzando la seguridad de sus buques a instancias de la ONU.

Las costas somalíes, se sabe, están infestadas de piratas. El desarrollo de esta actividad delictiva no ha hecho más que crecer a lo largo del 2008 y sus consecuencias ya se hacen sentir en todo el mundo, al punto de que durante los meses de noviembre y diciembre numerosas resoluciones, tanto por parte de la ONU como de la Unión Europea y otros Estados, instan a la comunidad internacional a combatir esta actividad “por todos los medios necesarios”. Somalia tiene una importancia estratégica. Ubicado en el Cuerno de Africa, este Estado lindante hacia el este con el océano Indico domina, por su geografía, el paso entre éste y el Mar Rojo, el cual conduce al Canal de Suez. Justo enfrente, se encuentran Arabia Saudita y su petróleo. Por aquí transitan la mitad de los hidrocarburos consumidos en el mundo: más de 16 mil buques eligen este camino cada año, a razón de 40 por día, hecho que la convierte en una de las principales rutas marítimas para el comercio mundial. Por demás, es por estos mares que llega la ayuda del Programa Alimentario Mundial (PAM), el cual, coordinado por la ONU, trata de hacer llegar la ayuda alimentaria a una zona que padece, desde hace décadas, niveles de hambruna no registrados en ninguna otra parte del planeta.

De acuerdo con la Oficina Marítima Internacional (OMI), en lo que va de este año los piratas somalíes llevaron a cabo con éxito más de 60 ataques. Ahora bien, si pensamos que en concepto de “rescates” han logrado recaudar más de 25 millones de dólares, el negocio comienza a hacerse visible, más aún cuando se estima que buena parte del dinero recaudado se destina a la compra de armas y tecnologías que, en consecuencia, no hacen más que dotar de mayores recursos a estos grupos para poder continuar con sus actividades. Entre sus acciones más destacadas de los últimos meses, dos resaltan por lo “sensible” de los cargamentos apresados: el pasado 25 de septiembre los piratas somalíes abordaron y secuestraron el Faina, carguero ucraniano que transportaba carros de asalto destinados al ejército de Kenia. Hace un mes, también, los piratas somalíes, que cuentan con todo tipo de armamentos, así como con lo último en tecnologías de posicionamiento (radares, GPS, etc.) secuestraron con éxito al Sirius Star, un petrolero saudita con aproximadamente dos millones de barriles de crudo en sus bodegas. Su liberación es aún un tema pendiente.

En los últimos días, al menos cuatro embarcaciones fueron secuestradas, entre ellas, una de origen chino de nombre Zhenhua-4, que fue rescatada por fuerzas internacionales luego de intensos combates frente a las costas de Yemen, en la que constituye la acción más contundente de la comunidad internacional luego de que las Naciones Unidas aprobaran, a través de su Consejo de Seguridad, el día 16 de diciembre, la última de una serie de resoluciones que instan a combatir los actos de piratería.

El hecho de que una actividad delictiva con capacidad de despliegue en altamar esté afectando una de las arterias principales del comercio internacional, poniendo en riesgo recursos, materias primas y vidas humanas, sumado a la necesidad de garantizar la ayuda humanitaria destinada al este de Africa, permite comprender algunos de los motivos por los cuales, cada vez más, países como España o Francia destinan parte de sus flotas navales militares a escoltar a sus buques mercantes.

Somalia, país de mayoría musulmana sunnita, vive una suerte de anarquía política y social desde el año 1991, cuando cayera el gobierno autoritario de Siad Barre. Desde entonces, el Estado Central se ha visto fuertemente debilitado, librando este territorio al control fragmentario de diversos clanes y sumiendo así al país en una guerra civil que parece interminable. El actual gobierno de transición de Yussuf Abdullahi, apoyado e instaurado a instancias de Etiopía, Estado vecino de mayoría cristiana que opera como gendarme de Washington en la región, no logra controlar la situación. Por demás, desde 1998, en el nordeste del país se ha constituido el territorio autónomo de Puntland, independiente de hecho del gobierno central y no reconocido por la comunidad internacional, que sólo admite al primero. Y es justamente en las costas de este territorio donde ocurre la mayoría de los hechos de piratería.

En esta tierra de hambrunas y guerras civiles donde la informalidad de la economía llega a niveles altísimos, la piratería se ha constituido como una de las pocas actividades económicas redituables, convirtiéndose muchas veces en el único camino para cientos de jóvenes que no ven otra alternativa. La piratería contribuye a la supervivencia de miles de familias, articulando el eje de la economía local. En este sentido, sobre el terreno no pocos piensan que los actos de piratería no serían más que una compensación por la explotación de los recursos ictícolas que llevan a cabo los buques occidentales en aguas somalíes.

Desde junio hasta la fecha, la ONU ha emitido más de cuatro resoluciones relativas al tema, la última de ellas data del 16 del corriente mes. En ella, el organismo internacional autoriza el uso de fuerzas terrestres y aviones extranjeros en los países que cuenten con la autorización del gobierno somalí para combatir a estas organizaciones.

En este sentido, la lista de países que ya han comenzado a operar en el área comienza a extenderse, en lo que se configura ya como un despliegue multilateral de amplio alcance: tradicionalmente los Estados Unidos y Rusia dispusieron buques de guerra en el área para realizar patrullaje internacional clásico. Ahora, Francia y España ya envían parte de sus flotas para custodiar a sus compañías pesqueras, Italia manda 114 militares al área, en tanto la OTAN se encuentra allí desde el 15 de octubre a pedido de la ONU. Por último, en los últimos días tanto China como Irán anunciaron el envío de buques para contribuir con el esfuerzo internacional para garantizar la seguridad en el área. Beijing enviará dos destructores hacia las aguas del golfo de Adén. Ello constituye toda una novedad, debido a la tradicional reticencia china a involucrarse en operaciones de este estilo. En el caso iraní, el gobierno de Teherán ya había advertido que podría enviar buques de guerra hacia esta región debido a los numerosos ataques sufridos por barcos de bandera iraní. Finalmente, así lo anunció el día 20 de diciembre la radio estatal iraní.

Informe: Martín Suaya

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