Lunes, 2 de febrero de 2009 | Hoy
EL MUNDO › UN GESTO UNILATERAL DE LA GUERRILLA EN RESPUESTA A LAS GESTIONES DE PIEDAD CóRDOBA Y UNA ONG
La espera de los tres policías y el soldado se alargó y hubo confusión. El periodista Jorge Enrique Botero denunció al ejército por tratar de entorpecer la misión humanitaria. Hoy se prevé la entrega del político Alan Jara.
Por Katalina Vásquez Guzmán
Desde Medellín
De las nubes rojas que cubrían Villavicencio vino el sonido de la libertad. Tras una espera larga y acalorada, a las siete de la noche se oyó el tronar de los helicópteros que traían a cuatro miembros de la Fuerza Pública colombiana secuestrados por las FARC y liberados, de forma unilateral, en respuesta de esa guerrilla a las gestiones de la senadora Piedad Córdoba y la organización Colombianos por la Paz. La gloria por la libertad se combinó con la confusión por las circunstancias que retrasaron la llegada de los tres policías y el soldado al aeropuerto Vanguardia, prevista para el medio día. En las pistas, los recién liberados se abrazaron al Comisionado de Paz, a la esposa de Alan Jara, otro secuestrado próximo a quedar libre, y a los integrantes de la Ong que pidió y consiguió su liberación.
William Domínguez, Juan Fernando Galicia, José Walter Lozano y Alexis Torres saludaban a sus familiares por teléfono y trataban de hablar para los medios. Pero sólo alcanzaron a decir gracias. Los alejaron con prontitud para ser llevados a un hotel cercano y, luego, al aeropuerto militar donde embarcarían otras aeronaves que los llevaron a Bogotá. Quien sí habló fue el periodista Jorge Enrique Botero, que hizo parte de la misión humanitaria y arreció en sus denuncias sobre cómo las fuerzas militares colombianas trataron de entorpecer la liberación. “Esto es un pésimo precedente para lo que puede ocurrir mañana”, dijo Botero respecto de la entrega del político Alan Jara prevista para hoy.
En plena operación, desde la selva y en el helicóptero de la misión, el periodista contó por teléfono a Telesur que “cuando nos aproximábamos (al lugar de las coordenadas) hubo sobrevuelos de aeronaves que hicieron círculos. Esto generó preocupación y alarma, tanto en nosotros como en los guerrilleros y la operación estuvo al borde de la muerte y de regresar con las manos vacías”. El Comisionado de Paz no tardó en responder. Aseguró que en las comunicaciones que tuvo durante el día con el CICR, el organismo no le hizo ninguna observación al respecto. “Las únicas dificultades que han manifestado los delegados del organismo han sido de tipo operativo”, dijo.
Entonces, al ardiente clima de Villavicencio se sumaron las calientes declaraciones de un lado y otro. En los medios se difundía la denuncia. El gobierno negaba. Los defensores de derechos humanos pedían explicaciones. Para los familiares, el corazón se puso a mil. La posibilidad de un fracaso era real. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) pedía calma. Y antes de que se escondiera el sol, el organismo confirmó la noticia de la libertad. “Luego de la entrega al helicóptero debidamente identificado con el emblema del CICR (los liberados) serán entregados a sus superiores. Apreciamos la colaboración (...) que permitió el éxito de esta primera parte de esta misión humanitaria.”
La jornada comenzó con saltos de corazón. Muy temprano, un noticiero de televisión anunció los nombres de los policías y el militar liberados. Frente a la pantalla, los rostros de alegría y, claro, lamento. Eran 26 las familias de uniformados en poder de las FARC las que esperaban el regreso de sus seres queridos en todas las regiones del país. La noticia buena, sin embargo, fue solo para cuatro.
Un soldado, William Yovany Domínguez, era el primero de la lista. Tras un combate entre el ejército y la guerrilla, fue tomado como rehén por los rebeldes. Ocurrió en el departamento de Caquetá, en enero de 2007. Más tarde, en una prueba de vida, Domínguez sería una de las primeras fuentes en hablar del pequeño Emmanuel. Contó que Ingrid Betancourt y doña Clara andaban con un niño para todos lados. Hace un año se supo que se trataba del hijo de Clara Rojas, nacido en cautiverio, y que hoy vive en la capital con su madre, igualmente liberada en un gesto unilateral de las FARC. También en Caquetá se dio el plagio de los tres policías: Galicia, Lozano y Torres. Entre los municipios de El Paujil y Cartagena del Chairá los agentes cayeron en un retén ilegal de la misma guerrilla. Viajaban, encubiertos, vestidos de civil en una misión del Grupo de Acción Unificada para la Libertad (Gaula) que pretendía rescatar a un comerciante también secuestrado por el grupo de izquierda. Los insurgentes los descubrieron y los tomaron en su poder ese 9 de junio de 2007.
Los cuatro hombres regresaron libres, después de caminar casi 300 kilómetros, a Villavicencio, capital del departamento del Meta, vecino de Caquetá. Esta ciudad es la más importante de la zona Sudoriental del país, está en el centro de los Llanos Orientales y conecta a los principales poblados de la región, donde son abundantes los ríos y selvas, los guerrilleros y narcos, el tráfico de coca y armas, los enfrentamientos armados, la pobreza y el subdesarrollo, y, por estos días, los periodistas y defensores de derechos humanos.
Desde hace un mes, cuando las FARC anunciaron que liberarían a seis secuestrados, los cuatro de ayer más los políticos Alan Jara y Sigifredo López, las visitas no paran de llegar a Villavicencio. Por un lado, Jara era el gobernador de ese departamento al momento de su secuestro. De otro, esa ciudad fue anunciada como escenario de llegada de los recién liberados apenas arrancó la operación, el viernes pasado. Ese día, Piedad Córdoba, delegados de la Cruz Roja y la comisión de Colombianos por la Paz llegaron a San Gabriel de Cachoeira, Brasil, en la región amazónica fronteriza con Colombia. En dos helicópteros de ese país como garantía internacional en la misión humanitaria y con el emblema del CICR, arribaron el sábado a la noche a Florencia, Caquetá. A las 8.10 a.m. de ayer partieron desde allí hacia la selva. Buscaban las coordenadas que dio la guerrilla para entregar a los uniformados en libertad. Para ello, el gobierno nacional ordenó la suspensión de operativos militares en la zona.
Tras tomarse un café antes de partir, Piedad dijo a los medios que calculaba su regreso entre las doce del mediodía y las dos de la tarde. Mientras tanto, a Villavicencio llegaban más y más medios de comunicación del país y el mundo, intelectuales de la Ong, representantes del gobierno, y familiares de prisioneros. Todos se concentraban en el Aeropuerto Vanguardia. Había más de mil nuevos policías en la ciudad para el evento. Las primeras horas transcurrieron en una jornada sonsa y bulliciosa. Hasta las tres de la tarde, cuando comenzó a hablarse de “un retraso”, todo se iba en algarabía en Villavicencio. Nada pasaba. Se decía que los uniformados estaban ya libres, en poder de la misión, desde las diez de la mañana.
En la tarde todo fue confusión. El Comisionado de Paz decía que todo estaba saliendo como se había previsto. Iván Cepeda, del movimiento de víctimas de Estado y Colombianos por la Paz, le explicó a Páginal12 que el cronograma se estaba cumpliendo. “El proceso tiene varios momentos que no podemos calcular en el tiempo. No sabemos, por ejemplo, la distancia entre el lugar de la liberación y Villavicencio”, dijo. “Además, hay que esperar un tiempo a que la guerrilla se retire del lugar y nosotros no sabemos cuánto puede tomar eso”, expresó a este diario el líder. Luego, con las denuncias sobre supuestos hostigamientos de las fuerzas militares a la misión el desconcierto fue mayor. A la noche, la celebración se sumó a la incertidumbre por la segunda etapa de esta misión humanitaria que hoy permitiría liberar al político Alan Jara, y el miércoles próximo al único sobreviviente del grupo de diputados del Valle, Sigifredo López.
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