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Miles de personas habían marchado al estadio de fútbol en el centro de Conakry el lunes para protestar contra la junta militar de Guinea. Ayer se supo que casi 160 personas pagaron por ese espectáculo con sus vidas, algunos muertos por ráfagas de balas, otros atravesados por bayonetas mientras trataban de huir o rescatar a las mujeres que eran violadas por soldados. Cuando se supo la escala de la masacre, la condena surgió de todo el mundo. Francia, el ex país gobernante, suspendió la asistencia militar y la Unión Africana amenazó con sanciones. Los franceses también llamaron a una reunión de emergencia para hoy para discutir la posibilidad de castigar a aquellos individuos detrás de la “salvaje y sangrienta represión”.

Unas 50.000 personas habían de-safiado una prohibición a las manifestaciones y se unieron a una protesta de la oposición contra el gobierno del capitán Moussa Dadis Camara, que tomó el poder en un golpe sin derramamiento de sangre en diciembre. El gobernante militar había prometido no presentarse a las elecciones en enero, pero los rumores de que competiría después de todo provocaron la manifestación democrática.

Citando a fuentes del hospital, Thierno Maadjou Sow, presidente de la Organización de Derechos Humanos de Guinea, le dijo a Reuters que por lo menos 157 personas habían muerto y 1253 resultaron heridas en el hecho violento. Pero, en medio de informes de que las fuerzas de seguridad habían barrido cadáveres de las calles, Sow dice que el número de muertos de su organización sólo incluye a las personas cuyos cuerpos fueron llevados a los hospitales de la ciudad.

Algunos testigos contaron cómo las fuerzas de seguridad dispararon indiscriminadamente a la multitud al mediodía del lunes. “Nuestro líderes de la oposición no tuvieron oportunidad de hablar. Vi a hombres armados disparando directamente a la multitud y hubo gases lacrimógenos y disparos y pánico total: corrimos por nuestras vidas”, le dijo un testigo a Human Rights Watch. Hubo informes de soldados usando cuchillos y bayonetas para acabar con los manifestantes que escaparon a las balas, así como mujeres violadas en pleno día. A las mujeres las desnudaban y los soldados les ponían los rifles en la vagina.

A pesar de que miembros de su guardia presidencial estaban involucrados en el baño de sangre del lunes, Camara se quitó de encima las acusaciones de culpabilidad diciendo que las fuerzas de seguridad estaban fuera de su control. “Lo siento mucho –le dijo el líder de la junta a Radio France Internacional–. Este choque no tuvo lugar por mí. La gente que cometió esas atrocidades son elementos incontrolables del ejército. Ni yo, como jefe de Estado en esta tensa situación, puedo controlar esos elementos del ejército.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción: Celita Doyhambéhère.