Miércoles, 30 de septiembre de 2009 | Hoy
EL MUNDO › EL RELATO DE DELMER MEMBREñO, VíCTIMA DE LA REPRESIóN EN HONDURAS
Un fotógrafo del diario El Libertador, pro Zelaya, fue capturado. Vivió para contarla: unos hombres con pasamontañas que podían ser militares o policías lo torturaron y le dijeron que le lleve ese mensaje al director de su medio.
Por Angel Berlanga
“Ahí vamos, recuperándonos del susto.” Delmer Membreño pensó el lunes que no la contaba, que lo iban a matar, pero ayer al mediodía, minutos después de narrar desde Tegucigalpa sus horas de secuestro en la víspera, salía a hacer la cobertura de una nueva marcha de la resistencia. Pocas horas después de que la policía clausurara y desmantelara Radio Globo y Canal 36, en sintonía con la vigencia del decreto de suspensión de garantías constitucionales, este fotógrafo del quincenario El Libertador fue capturado por cuatro paramilitares encapuchados. “A las nueve y media, cuando salía del periódico para cubrir el cierre de estos medios, y mientras buscaba para tomar un taxi, se me atravesó una pick-up, color rojo, de la que bajaron dos tipos armados, con pasamontañas –relató–. Me obligaron a subir con ellos en la parte de atrás de la cabina.” Adelante había otros dos. Empezaba otra historia de terrorismo de Estado en la Honduras de Roberto Micheletti.
Lo esposaron y, apenas subió, le pusieron una capucha. “Podían ser militares o policías, no lo sabemos –contó Membreño–. Andaban de civil, los cuatro con pasamontañas, ahorita está de moda entre ellos.” Anduvieron una hora y media, calculó, y en algún momento sintió que el camino ya era de tierra. Luego, cuando le sacaron la capucha, vio que el vehículo no tenía patentes identificatorias, un dato relevante porque al salir desde Tegucigalpa sortearon sin que los detuvieran los retenes policiales dispuestos para que los manifestantes de las colonias y los barrios no lleguen al centro de la ciudad. “Como si ya supieran que iba a pasar tal carro a tal hora –dedujo–. Cuando la pick-up se detuvo estábamos en un paraje solitario, que no tengo idea dónde es. Me bajaron y uno le dijo a otro: ‘Quítale el pasamontañas, que quiero verle los ojos a éste cuando lo mate’. Me hizo poner de rodillas y, acto seguido, me puso la pistola en la frente y la cerrojeó. Entonces el otro intervino y dijo: ‘No, no lo mates, mejor que sirva para que le lleve el mensaje al director del periódico (por Jhonny José Lagos), que es el que sigue. Pero a ése le va a ir peor.”
“Luego de eso –siguió– emprendieron contra mí a golpes: se pusieron una camisa en el puño y comenzaron a darme en la cara. Me tiraron, me dieron patadas. Después me pusieron con el pie la cabeza contra la tierra, prendieron cigarrillos y me quemaron en la cara, los brazos, el pecho.” Le decían: “Llorá, ñángara, llorá. ¿No es que te las das de muy hombrecito? Mira, aquí le dicen ñángara a quienes tienen ideales izquierdistas –explicó Membreño–. Era gente con mucha saña, con mucho rencor guardado. ¿Vamos a darle otra vuelta?, dijo uno de ellos. Me pusieron otra vez la capucha, yo seguía todavía con las esposas, que me lastimaron las manos. Luego de unos minutos en el carro, otra vez, el conductor, que hasta ese momento no había hablado, dijo: ‘Dejémoslo aquí, ya va a dar el mensaje”. Me quitaron los zapatos y me tiraron’. Estaba en el kilómetro 34 de la ruta que lleva a Olancho, hacia Oriente.”
Membreño hizo la denuncia ante la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (Cofadeh) y también lo hará ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Le parece absurdo hacerlo ante las autoridades actuales de Honduras: “Si este ataque vino de ellos mismos, son los autores intelectuales: sería como botar fuerzas –planteó–. Esta gente va más allá de cerrar medios, lo que quieren es callar voces, que no haya ninguna en contra: quiere cortar de raíz la dignidad de cada uno de nosotros. Estamos en un estado de indefensión”.
El Libertador es el medio gráfico en papel que más cuestiona a la dictadura de Micheletti y a los sectores económicos que sustentaron el golpe, por eso vienen padeciendo acosos y vigilancias desde hace meses, algo que el director Lagos venía denunciando. Membreño considera que en este momento la represión está en su clímax y que la salida de esta situación pasa por una “verdadera” presión internacional y por el abandono, de parte de Estados Unidos, de una posición oscilante, ambigua. “Pero no sería conveniente una intervención militar, porque iría en detrimento de toda la sociedad”, opinó.
El secuestro y la sensación de cercanía de la muerte, contó, lo hicieron pensar en renunciar; Membreño viene haciendo un gran registro contemporáneo de la represión en Honduras. Teme, sobre todo, lo que pueda pasarle a su familia. “Pero luego reaccioné, creo que sería una cobardía si me retirara cuando la batalla arrecia, ahora sólo pienso en seguir adelante”, señaló.
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