Domingo, 21 de febrero de 2010 | Hoy
EL MUNDO › OPINION
Por Immanuel Wallerstein *
Uno sabe que está viviendo una situación caótica cuando: 1) los principales medios se sorprenden constantemente por lo que ocurre; 2) las predicciones de corto plazo de los variados expertos van, de un modo radical, en diferentes direcciones y son expresadas con muchas reservas; 3) el establishment se atreve a decir cosas o utiliza palabras que antes eran tabú; 4) la gente ordinaria está asustada o enojada pero muy insegura de qué hacer. Esta es una buena descripción de los pasados dos años por todo el mundo, o al menos en la mayor parte del planeta.
Consideren las recientes enormes “sorpresas” –la elección de un senador republicano en Massachusetts; el colapso financiero en Dubai; la casi bancarrota de varios de los grandes estados dentro de Estados Unidos y de cuatro o cinco de los estados miembros de la Unión Europea; las severas fluctuaciones cambiarias en el mundo.
Estas “sorpresas” son comentadas a diario en la prensa internacional y por los principales líderes. No concuerdan en todo acerca de lo que ocurre, y menos aún acerca de lo que debería hacerse para mejorar la situación. Por ejemplo, he visto tan sólo dos declaraciones inteligentes acerca de los resultados electorales en Estados Unidos.
Una fue del mismo Barack Obama: “La misma cosa que propulsó a Scott Brown (republicano) al cargo, me propulsó a mí a la presidencia. La gente está enojada, y está frustrada”. Y la segunda aseveración fue de Charles M. Blow, editorialista afroestadounidense en el New York Times. Tituló su artículo “La ley de la calle”. En éste, dice: “Demos la bienvenida a la plebe: un electorado enojado, herido, enfurecido por la recesión, que marcha a la deriva por todo el espectro político, que continúa ansiando el cambio, alimentando su sed de sangre”. Primero eligieron a Obama; ahora lo rechazan. ¿Por qué? “La plebe es veleidosa.”
¿Qué estamos viendo en California, en Grecia, en la mayoría de los gobiernos del mundo? Las entradas del gobierno disminuyeron, primordialmente porque hay menos ingresos por impuestos, lo que a su vez está causado por el hecho de que en todas partes la gente consume menos por temor a que se les agote el dinero. Al mismo tiempo, precisamente porque el desempleo en el mundo es considerablemente mayor, suben las demandas de que haya gastos de los estados.
Así que los estados tienen menos dinero para cumplir demandas mayores. ¿Qué pueden hacer entonces? Pueden aumentar los impuestos. Pero los contribuyentes están poco propensos a aceptar que suban sus impuestos. Y los estados tienen miedo de que se vayan las empresas. Bueno, entonces, pueden cortar gastos –gastos actuales o futuros, como las pensiones–. Y después enfrentan el desasosiego popular, si no la revuelta popular.
Entretanto, el “mercado” reacciona. ¿Pero qué es este mercado que reacciona, por ejemplo, cambiando sus preferencias de divisa? Son las grandes corporaciones o las estructuras financieras, como los fondos de cobertura, las que manipulan el sistema financiero mundial a fin de obtener ganancias de muy corto plazo pero que sean significativas.
Como resultado, los gobiernos enfrentan opciones imposibles, y los individuos enfrentan opciones aún más imposibles. No pueden predecir lo que es probable que pase. Pueden ponerse todavía más frenéticos. Se desfogan siendo proteccionistas o xenófobos o demagogos. Pero, por supuesto, eso resuelve poco.
En este punto entra el más grande de los expertos mundiales, Thomas Friedman, para escribir una columna titulada “Nunca he escuchado eso antes”. ¿Qué es lo que nunca ha escuchado antes? Escuchó a gente que no es estadounidense hablar en Davos acerca de la “inestabilidad política” en Estados Unidos. El dice que según su experiencia anterior una frase así se usaba únicamente respecto de países como Rusia, Irán u Honduras. Imaginen eso. En realidad, la gente piensa que Estados Unidos es políticamente impredecible. Y Thomas Friedman nunca había oído eso antes.
Hay gente que ha estado escribiendo esto, explicando esto, por 40 años por lo menos, pero Thomas Friedman nunca ha escuchado eso antes. Esto es porque ha estado viviendo en un capullo autoconstruido, el del establishment político en Estados Unidos, y sus acólitos en otras partes. Las cosas deben andar realmente mal para que ellos reconozcan esta realidad básica. Estados Unidos está políticamente inestable –y es muy posible que se vuelva más inestable todavía, no menos, en los próximos 10 años–.
¿Es Europa más estable? Sólo un poco. ¿Es América latina más estable? Sólo un poco. ¿Es China más estable? Tal vez un poco, pero no hay garantía. Cuando un gigante se bambolea, muchas cosas pueden caer con él. Así que así es el caos cotidiano –una situación que no es predecible en el corto plazo, y mucho menos a mediano plazo–. Es entonces una situación en la que las fluctuaciones económicas, políticas y culturales son grandes y rápidas. Y eso provoca temor en casi toda la gente.
* De La Jornada de México. Especial para Página/12.
Traducción: Ramón Vera Herrera.
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