Miércoles, 11 de agosto de 2010 | Hoy
EL MUNDO › VENEZUELA Y COLOMBIA RETOMARON RELACIONES CON LA MEDIACIóN DE NéSTOR KIRCHNER
Desde ayer la ciudad del Caribe colombiano sigue sin tener tranvía, pero podrá ser recordada por el acuerdo de Santa Marta entre Chávez y Santos justo el día de su propio Bicentenario. Tras la reanudación de relaciones, los cancilleres le pondrán forma a un mecanismo de cooperación que contará con la colaboración de Unasur.
Por Martín Granovsky
Desde Santa Marta
En “tierra santa”, como definió Hugo Chávez a Santa Marta, Venezuela y Colombia no sólo reanudaron sus relaciones diplomáticas, sino que definieron la fórmula más audaz para el fantasma de la violencia en la zona. En un documento conjunto se comprometieron a “prevenir la presencia o acción de grupos armados al margen de la ley”. El acuerdo de Santa Marta contempla un mecanismo de concreciones que “estará acompañado por la secretaría general de la Unasur”. El secretario, Néstor Kirchner, dijo que el organismo “va a colaborar para que este proceso no se repita nunca más en la región”.
“Maradona rompió relaciones y Kirchner las arregló”, bromeaba un diplomático venezolano contento con el resultado. “No se quejen, la Argentina siempre está ahí visible.” Se refería a que cuando Chávez anunció la ruptura con Colombia, Diego Armando Maradona, de visita en Caracas, estaba a su lado.
El tema Maradona reapareció en un pasillo.
–Kirchner, ahora mándanos a Maradona para la selección venezolana –dijo un Chávez enfundado, como toda la tarde, en su campera tricolor con la palabra “Venezuela”.
La cumbre de Chávez y su colega colombiano, Juan Manuel Santos, que ayer cumplía 59 años, se celebró en la quinta de San Pedro Alejandrino, y junto a la casona donde murió Simón Bolívar hace casi 130 años, el 17 de diciembre de 1830. El anuncio final de la fumata blanca fue formulado en el mausoleo levantado en honor a Bolívar. Chávez lo invocó, naturalmente, pero también Santos, cuando citó el consejo de que lo bueno para Venezuela debía ser bueno para Colombia y lo bueno para Colombia, bueno para Venezuela.
Santa Marta, una ciudad junto al Caribe, cumplía justo ayer el bicentenario de su autonomía, celebrada el 10 de agosto de 1810.
Los dos presidentes y Kirchner almorzaron durante casi cuatro horas en uno de los salones del museo sobre Bolívar. Kirchner, como gestor de buenos oficios, ocupó el centro de la mesa. Chávez y Santos se colocaron uno en cada punta. Colaboraron los cancilleres Nicolás Maduro, de Venezuela, y María Angela Holguín, de Colombia. Holguín fue dos años embajadora en Venezuela: conoce perfectamente a Chávez. Vivió dos años como representante de la Corporación Andina de Fomento en Buenos Aires: conoce perfectamente la Argentina. Kirchner formó un equipo de negociadores que prepararon el terreno con sus relaciones antiguas y recientes y armaron un tejido dentro de la Unión Suramericana de Naciones. Es un equipo chico: lo forman los funcionarios del gobierno argentino Juan Manuel Abal Medina y Rafael Follonier y se movió con discreción.
“Tuvimos mucho cuidado de la privacidad en una situación difícil como ésta”, dijo anoche un Kirchner ya distendido y refrescado del calor agobiante antes de subir al avión de regreso a la Argentina. Y agregó: “Estos no son temas para banalidades y requieren mucha madurez no sólo para enfrentar la crisis entre dos países, sino para crear las condiciones que impidan cualquier otra situación igual en la región. Hay que preservar lo que avanzamos. La Argentina y Uruguay acaban de llegar a un acuerdo importante, y ahora Venezuela y Colombia. Recordemos que antes para resolver nuestros problemas de frontera con Chile hasta tuvimos que recurrir al Vaticano”.
“Hace unos meses algunos decían que Kirchner no tenía vocación de dedicarse a la Unasur, y que si dedicaba terminaría haciendo pelear a todos”, dijo un diplomático de la región. “Pero apostó fuerte y terminó facilitando el arreglo de un conflicto tremendamente difícil, en el cual además uno de los participantes es el gobierno de un país que no forma parte de la corriente de pensamiento de centroizquierda, en cualquiera de sus variantes, que gobierna en Brasil, la Argentina, Uruguay, Venezuela, Bolivia y Paraguay.”
En la presentación pública del acuerdo de Santa Marta, tanto Chávez como Santos agradecieron la gestión de Kirchner, que uno definió como “incansable” y otro como “esforzada”.
Otro diplomático latinoamericano que accedió a hacer comentarios con pedido de reserva de su nombre dijo a Página/12 que la reunión se empantanó con dos temas. Uno, cuando aparecieron dudas sobre si la cita era para reanudar relaciones o para ver si comenzaban las negociaciones para reanudarlas. El otro, cuando se discutieron formas de disuasión de la guerrilla.
“El mundo y el continente esperan que seamos capaces de llegar a un resultado concreto y rápido”, fue una de las frases de Kirchner en el primer punto. Un debate que otro diplomático definió como “de palabra por palabra, duro por momentos pero muy franco y directo” terminó saldado con un primer acuerdo clave: habría anuncio de reanudación de relaciones.
Luego, en la presentación del acuerdo de Santa Marta frente al mausoleo bolivariano, Santos incluso fue más lejos. Anunció hasta el nombre de su nuevo embajador en Venezuela, José Leonardo Batista, que un miembro de la delegación colombiana definió a este diario como “muy diplomático y muy cercano a Santos, con quien trabajó desde el Banco Agrario, y un hombre que conoce bien Venezuela”.
El segundo punto de discusión más largo fue la forma de tipificar a la guerrilla. Por lo que pudo establecer Página/12, la delegación colombiana quería una declaración de condena genérica “al terrorismo”.
Después de planteos de una y otra parte, se llegó a una fórmula que quedó plasmada en la segunda parte del texto, llamada “Mecanismo”. Dice que ese mecanismo de cooperación, que estará acompañado por Kirchner, se propone, entre otros objetivos, “diseñar una estrategia conjunta que aborde las problemáticas de frontera, en materia social, económica y de seguridad, que entre otros fines busque prevenir la presencia o acción de grupos armados al margen de la ley”.
De acuerdo con lo que dijeron dos diplomáticos a Página/12, la reunión tuvo una característica singular para el contexto en que venía desarrollándose: Santos no elevó a Chávez ninguna sospecha sobre que Venezuela dé abrigo, aliente o financie a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, o al Ejército de Liberación Nacional, ELN.
La singularidad aumenta aún más si se tiene en cuenta que la última etapa de la crisis comenzó el 22 de julio cuando el entonces presidente colombiano Alvaro Uribe acusó a Chávez ante la OEA de apoyar a los insurgentes colombianos y Chávez, que insiste incluso en público en que la guerrilla debe deponer las armas, se consideró ofendido y rompió relaciones con Bogotá.
En rigor, la forma en que quedó redactado el párrafo sobre “grupos armados al margen de la ley” es todavía más abarcativo, porque entrarían en esa definición no sólo las guerrillas sino los poderosos grupos paramilitares y los narcotraficantes. Las FARC y el ELN no son el único desafío al monopolio estatal de la fuerza en Colombia, un monopolio estatal que, según el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, se basó, durante la gestión de Uribe, en violaciones sistemáticas de los derechos humanos y ausencia de reparaciones judiciales para las víctimas. De 289 mil víctimas registradas sólo una tuvo reparación en la Justicia. De los miles de paramilitares presuntamente desmovilizados, sólo dos llegaron a una condena judicial.
Igual que Santos con el nombramiento del embajador en Caracas, Chávez también terminó embalado por el clima final de la reunión, que fue fluido una vez que se disiparon los dos puntos de fricción, y avanzó más en sus declaraciones en el mausoleo. “Venezuela no apoya ni a guerrilleros, ni a terroristas ni a narcotraficantes”, dijo. “El ejército venezolano incluso ha sufrido bajas por combatirlos cuando cruzan la frontera.”
Como en el trayecto del aeropuerto a la quinta de San Pedro Alejandrino los presidentes fueron saludados por una multitud, Chávez también quiso hacer una aclaración. “Presidente Santos, no se preocupe por la gente que me saluda o me quiere en su país. Eso fortalecerá las relaciones diplomáticas, no las debilitará. A todos, también a Venezuela, nos conviene una Colombia estable, aunque en otros lugares pueda haber gente incómoda con esta reunión. Sepa que para mí usted es el presidente de Colombia y no me voy a meter jamás en su país. Y además, si los pueblos eligen libremente, ¿qué importa que haya un presidente de izquierda o uno de derecha, que haya un blanco, un indio, una mujer o un mulato? Todos tienen la legitimidad del voto.”
Preguntado sobre qué opinaba acerca de la presentación del abogado de Uribe, Jaime Granados, en la Corte Penal Internacional con sede en La Haya contra Chávez por presunta comisión de delitos sistemáticos, Chávez repuso: “Me parece un buen chiste, y nada más que eso. El presidente Santos dijo que daría vuelta la página y yo estoy de acuerdo. El presidente Santos dijo que la palabra guerra no figuraría en su vocabulario y yo también estoy de acuerdo. Y además hay como una solución subliminal, ¿no? Yo era el demonio. Ahora el acuerdo es Santos-Chávez. Quien dice Santos-Chávez, Santos-Chávez, dice San Chávez. Quizá deje de ser considerado un demonio”.
En las declaraciones que formuló antes de volver, Kirchner agradeció “la racionalidad y la responsabilidad de Santos y Chávez, y la colaboración de los cancilleres para armar la agenda”. Agregó que “Unasur va a seguir colaborando sobre la base de la no intervención en los asuntos internos de otro país, en la no injerencia, en la convivencia, porque si no será más difícil alcanzar procesos estables de desarrollo económico, de justicia, de integración física y será difícil crear el Banco del Sur”.
El ex presidente lucía tranquilo cuando abordó la caravana que repitió la ceremonia vertiginosa de motos, escoltas, seguridad y marcha rápida al aeropuerto que ya habían protagonizado antes Santos, de regreso a Bogotá para festejar el cumpleaños, y Chávez, para el vuelo de poco más de una hora que lo dejaría otra vez en Caracas.
Kirchner había comenzado la etapa final de la mediación relámpago el jueves pasado justamente en Caracas, donde participó de la reunión entre los países de América latina y los de Africa, mantuvo su primera reunión con Chávez y luego un encuentro del que también participó Lula, un soporte públicamente convencido del valor de esta gestión de buenos oficios.
Hoy llegará a la Argentina convencido de una autodefinición que terminó de acuñar en este viaje. Así la fue definiendo en conversaciones telefónicas con miembros del gobierno y del espacio político que encabeza: “Un dirigente integral tiene que ser capaz de resolver problemas como intendente, como gobernador, como presidente y como participante de un mundo que debe ser cada vez más multilateral”.
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