Lunes, 27 de septiembre de 2010 | Hoy
EL MUNDO › ADVERTENCIA DEL LíDER PALESTINO MAHMUD ABBAS EN PARíS, DONDE SE REUNIó CON SARKOZY
Abbas anunció que la Autoridad Palestina había solicitado con carácter de urgencia la convocatoria a una reunión de ministros de Relaciones Exteriores de la Liga Arabe con el objetivo de sondear las perspectivas del proceso.
Por Eduardo Febbro
Desde París
Algunas horas antes de que terminara el fin de la moratoria para la construcción de colonias judías en Cisjordania, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, dijo en París que si esa moratoria no se extendía, las negociaciones de paz habrán sido “una pérdida de tiempo”. Abbas llegó ayer a la capital francesa para entrevistarse con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y anunció que la Autoridad Palestina había solicitado la convocatoria con carácter de urgencia a una reunión de ministros de Relaciones Exteriores de la Liga Arabe con el objetivo de sondear las perspectivas del proceso de paz ante la perspectiva del fin de la moratoria. Las negociaciones de paz israelí-palestinas, reanudadas con la mediación norteamericana, están en la cuerda floja de la moratoria, cuyo fin abriría un nuevo proceso de extensión de colonias en Cisjordania. El secretario general de la Liga Arabe, Amr Moussa, fijó para el próximo 4 de octubre la celebración de la reunión.
Los colonos israelíes, y hasta diputados del derechista Likud, hicieron caso omiso de las recomendaciones hechas por el primer ministro israelí antes de que se terminara el plazo. Dirigiéndose expresamente a los colonos y a la extrema derecha, Benjamín Netanyahu emitió un mensaje donde instaba a “la moderación y la responsabilidad (...) como en los diez meses que duró el congelamiento de la construcción de las colonias”. La respuesta fue contraria. En Cisjordania ocupada, decenas de miles de colonos celebraron el fin de la moratoria con una fiesta populosa en la que también participaron muchos diputados del partido de Netanyahu. Los colonos representan en Israel una fuerza electoral considerable para el Likud y los partidos ultranacionalistas, adversarios irrestrictos de la existencia de un Estado palestino independiente. Entre Jerusalén oriental y Cisjordania, los colonos suman cerca de medio millón de personas.
Las palabras determinantes de Mahmud Abbas en París no tienen los matices moderados que se desprenden de la entrevista publicada ayer en el diario árabe londinense Al Hayat. Abbas aclaró allí que si la moratoria no se extendía, no cerraría de forma inmediata las negociaciones de paz con Israel sino que antes haría consultas con los dirigentes de la OLP y los mandatarios árabes. Abbas precisó en esa entrevista que el fin del proceso de paz no acarrearía nuevos episodios de violencia: “Ya lo intentamos con la Intifada y nos hizo mucho daño”, resaltó el dirigente palestino. El viernes, en su intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Mahmud Abbas había dicho que a Israel no le quedaba sino elegir entre la paz y las colonias. Anunciada el pasado 25 de noviembre, la moratoria fue decretada por un plazo de 10 meses para una parte de los asentamientos de Cisjordania ocupada, donde viven 300 mil colonos israelíes. La moratoria no incluyó los miles de obras ya iniciadas, ni los edificios públicos, ni el sector anexado de Jerusalén Este.
La diplomacia buscaba anoche una solución de compromiso en esta ecuación imposible. La extensión de las colonias pone en tela de juicio el proceso de paz y también la coalición gubernamental en Israel. Los laboristas adelantaron que podrían dejar la coalición de gobierno si no se prolongaba la moratoria. Las negociaciones directas entre israelíes y palestinos fueron facilitadas por la férrea intervención de Wa-shington a principios de septiembre. El contexto histórico, la mayoría conservadora que gobierna Israel y el peso de los colonos no dejaban presagiar un diálogo desenvuelto. Todos los procesos anteriores terminaron en la nada: el de Oslo en 1993, el de Camp David II en 2000, la Hoja de Ruta a partir de 2003 y Annapolis en 2007. Cuando se activó la última ronda de negociaciones, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, había expresado su deseo y su intención de que estas negociaciones fueran concretas y desembocaran, en un plazo de un año, en un acuerdo viable para la creación de un Estado Palestino independiente. El fracaso que se esboza en el horizonte sería también un serio revés para el presiente norteamericano Barack Obama. En uno u otro caso, todos los actores parecen verse arrastrados hacia el abismo: el primer ministro israelí –cuya coalición depende de los partidos ultranacionalistas y religiosos–, Mahmud Abbas –cuyo partido, el Fatah, se ha ido dividiendo en clanes irreconciliables– y Barack Obama, que juega su prestigio personal con las elecciones de medio mandato en apenas tres semanas.
Los temas de la negociación son densos y las posiciones de ambas partes, lejanas. Benjamín Netanyahu integró la alternativa de un Estado palestino con la condición de que no se negocie a partir de las fronteras previas a la guerra de 1967, de que Jerusalén no sea la capital del Estado Palestino, de que Israel controle el espacio aéreo de Palestina y se mantengan las bases israelíes en el Valle del Jordán (amenaza iraní), y que el ejército palestino sea desmilitarizado. Para Abbas, en cambio, resulta inaceptable negociar si no se toman como punto de partida las fronteras anteriores a 1967 y si no se deja claro que únicamente Jerusalén Oriental puede ser la capital del Estado Palestino. Abbas tampoco acepta que las bases israelíes permanezcan en la orilla occidental del río Jordán y propone como idea sustituta que dichas bases estén bajo control de las Naciones Unidas o la Unión Europea.
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