Sábado, 7 de mayo de 2011 | Hoy
EL MUNDO › LA HUELGA DE UNA CENTRAL SINDICAL PARALIZó LA MAñANA ROMANA
Por Elena Llorente
Desde Roma
Miles de trabajadores y estudiantes se volcaron a las calles ayer en las principales ciudades italianas en respuesta a una huelga convocada por la central sindical CGIL (Central General Italiana de Trabajadores), la más progresista de las tres principales centrales obreras del país.
Para Roma, de por sí una ciudad difícil para transitar, fue una mañana complicadísima, ya que a la huelga de los transportes y a las manifestaciones en el centro se añadieron las duplicadas medidas de seguridad por la presencia en la capital italiana de la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, que el jueves participó de una reunión multinacional sobre Libia y el viernes por la mañana visitó la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación).
Trabajadores y estudiantes protestaban contra la precariedad laboral, una modalidad que se ha difundido a todas las categorías de trabajadores y sobre todo entre los jóvenes, que pueden pasar años sin conseguir un trabajo estable.
Según fuentes del gobierno italiano, a la huelga habría adherido apenas el 13 por ciento de los empleados públicos, mientras Susanna Camuso, la secretaria general de la CGIL, habla de una participación general cercana al 58 por ciento.
De hecho, los transportes públicos de la capital se detuvieron en su mayoría durante cuatro horas y hubo también numerosos trenes y vuelos anulados.
El reciente anunciado endurecimiento de las medidas de seguridad, luego de la muerte de Bin Laden, no impidió que los manifestantes en Roma paralizaran las zonas aledañas al Coliseo –donde se había colocado el palco de la CGIL–, lo que generó la ira del alcalde de centroderecha Gianni Alemanno, que acusó a los huelguistas de haber dado sólo la oportunidad “a grupos extremistas para realizar acciones ilícitas con el único resultado de crear graves problemas en la vida cotidiana de los romanos”. El alcalde se refería tal vez a los cartelones levantados por los estudiantes contra el gobierno y a la ocupación de algunas vías en la estación de trenes del centro de Roma conocida como Termini, lo que provocó demoras en la partida de varios de ellos, la intervención de la policía y el arresto de numerosos estudiantes.
“Tenemos sueldos de hambre, las ayudas sociales son mínimas y nuestra vida no tiene horario y es extremadamente peligrosa. Nuestra única seguridad es el mar”, dijo desde el palco de la CGIL Pier Paolo Tirisi, un trabajador precario del puerto de Civitavecchia, a un centenar de kilómetros de Roma. Otro, obrero de la construcción, contó que el 50 por ciento de los trabajadores de la construcción en Italia son extranjeros y que la crisis del sector ha sido tan importante este año que por primera vez han hecho manifestaciones junto a los propietarios de las empresas de construcción. “Además –dijo–, nosotros los inmigrantes pagamos dos veces la crisis porque encima tenemos miedo de ser expulsados por clandestinos al no tener un trabajo regular y, por ende, un permiso de estadía en el país.”
Otras historias de angustias y malestares frente a la crisis económica y a la desocupación desfilaron por el palco de la CGIL, apuntando el dedo acusador contra el permanente aumento de los impuestos y la crisis económica, cuyos efectos todavía se siguen sintiendo en Italia. “Pedimos que este gobierno coloque los problemas de los trabajadores como un punto importante de la agenda. No nos podemos resignar a un gobierno que ignora el tema del trabajo o que piensa que el país es su propiedad privada”, dijo Susanna Camuso, en tácita alusión a las elecciones municipales del 15 y 16 de mayo en numerosas ciudades italianas, que serán una verdadera prueba de fuego para el gobierno de Silvio Berlusconi.
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