EL MUNDO › ARRANCó CON CERVEZA LA GIRA EUROPEA DE OBAMA

De campaña por Irlanda

El presidente de Estados Unidos visitó una taberna y se tomó una Guinnes con su esposa Michelle, poco después de haberse reunido en Dublín con la presidenta Mary Mac Aleese.

 Por Marcelo Justo

Desde Londres

Irlanda despierta el romanticismo de los presidentes de Estados Unidos. No importa la ideología o el color político, que sean demócratas o republicanos: Ronald Reagan, Bush padre e hijo y Bill Clinton cantaron loas a la tierra de los antepasados. En la primera parada de su gira europea, el presidente Barack Obama no se quedó atrás y visitó Moneygall, un minúsculo pueblo de 300 habitantes, hogar del tatarabuelo de su madre, un zapatero, Falmouth Kearney, quien en 1850 eligió Estados Unidos para escapar de la hambruna.

A diferencia del rutinario “yankee go home” de muchas visitas presidenciales, Obama fue recibido por los habitantes de Moneygall con carteles de “Welcome Home”. Con un ojo puesto en los millones de votantes estadounidenses de origen irlandés, el presidente visitó una taberna del lugar y se tomó una Guinnes con su esposa Michelle, poco después de haberse reunido en Dublín con la presidenta Mary Mac Aleese y el Taoiseach (primer ministro) Enda Kenny. En un discurso frente a miles de personas en la Universidad de Dublín, el presidente hasta se atrevió a farfullar unas palabras en gaélico. Pero lo cierto es que, en medio de todo este aire distendido, Barack Obama trae un mensaje duro a Europa, centrado en temas de seguridad global y avalado por la muerte de Osama bin Laden hace tres semanas.

Este tema será el dominante a partir de hoy en su visita de Estado al Reino Unido. El presidente, que se alojará en el Palacio de Buckingham, buscará un apoyo explícito del primer ministro David Cameron hacia esta línea antiterrorista dura. En una entrevista con la BBC emitida el domingo, el presidente no tuvo empacho en decir que si el mullah Omar aparecía en Pakistán, intentarían eliminarlo como a Osama bin Laden porque “respetamos la soberanía de Pakistán, pero no podemos permitir que haya gente que planee matar estadounidenses”. Ambas partes coinciden en que la seguridad pasa por trazar una estrategia antiterrorista para el eje “AfPak” (Afganistán-Pakistán), pero en Estados Unidos hay inquietud porque se percibe al Reino Unido como un centro de adoctrinamiento islámico, alimentado por el potencial que ofrece su población de origen paquistaní, estimada en el último censo en 747.000 personas.

Los británicos tienen una extraña mezcla de admiración y desdén por Estados Unidos. Nunca dejan de invocar la “relación especial” de ambos países, frase utilizada por el primer ministro Winston Churchill en 1946 para denominar una comunidad de intereses, valores e historia común que uniría a ambas naciones de manera indisoluble, pero al mismo tiempo expresan con cierta frecuencia un aristocrático desdén por la “vulgaridad” estadounidense de las hamburguesas, los chicles y el mal gusto. A esto se suma la creciente oposición a la política exterior de Obama de un sector de la opinión pública.

Ayer por la tarde la policía despejó la Plaza del Parlamento, en la que acampan pacifistas desde el fin de semana, pero la coalición Stop the War, la Campaña por el Desarme Nuclear y la Justicia por Bahrein indicó que planeaban protestas por la noche frente al Palacio. “Obama no genera la misma oposición que Bush, pero en muchos aspectos su política es la continuación de la de Bush. En Pakistán hay ahora más bombardeos con aviones no tripulados que antes”, señaló a Página/12 un portavoz de Stop the War. La oposición a la visita no se limita a la izquierda. Amnistía Internacional reclamó la liberación de Saheker Aamer, un ciudadano británico que hace nueve años está preso en la cárcel de Guantánamo, por el que ya han pedido a las autoridades estadounidenses tanto el anterior gobierno laborista como la coalición conservadora-liberal demócrata. Por su parte, un comentarista de un periódico de centroderecha, el Evening Standard, condenaba ayer a Obama por una política que, a su juicio, era más dura que la de Bush. “Obama no cree en la idea clásica de soberanía. Su idea es mucho más radical y unilateral que la de George Bush, que al menos creía en la necesidad de formar un coalición”, señaló Sam Leith.

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Obama se refresca con una Guinnes en Dublín.
 
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