EL MUNDO

La Vieja Europa continúa apuntando a la Casa Blanca

Francia y Alemania entregaron un memorándum al Consejo de Seguridad para reforzar las inspecciones. El presidente francés Jacques Chirac rechazó la segunda resolución que impulsa Estados Unidos.

 Por Eduardo Febbro

París y Berlín continúan liderando sin fallas el escueto frente europeo contra la guerra en Irak que Estados Unidos quiere imponerle a la comunidad internacional. “Seguimos estando en los tiempos de las inspecciones”, decía ayer temprano una alta fuente francesa puntualizando así la oposición francesa para evitar una nueva resolución en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Mucho más contundente, el presidente francés recalcó que “en este contexto no vemos ninguna razón para cambiar nuestra lógica, que es una lógica de paz, y pasar a una lógica de guerra. Por consiguiente, no somos favorables a una nueva resolución”.
Jacques Chirac considera que el proyecto de segunda resolución defendido por el trío guerrero compuesto por Estados Unidos, Gran Bretaña y España carece de razón de ser. Para el mandatario, el desarme de Irak puede realizarse “mediante caminos pacíficos, es decir, las inspecciones”. Esta posición es tanto más inamovible cuanto que fue asumida durante un encuentro con el canciller alemán Gerhard Schroeder, un hecho que demuestra la solidez de París y Berlín en lo que atañe la estrategia común frente a George Bush. El argumento francés se resume en un solo enunciado: la resolución 1441 es apropiada y no hay motivos para agregarle un texto suplementario.
Apostando sobre la eficacia y la legitimidad de las inspecciones, Francia pasó a la ofensiva en las Naciones Unidas presentando a los miembros del Consejo de Seguridad un memorándum cuyo eje son justamente las inspecciones. Según explicó el canciller francés, Dominique de Villepin, no se trata de una resolución sino de una serie de “agendas” que cubren los “programas de desarme” (balístico, químico, biológico, nuclear) para facilitar el trabajo de los inspectores y “acelerar el desarme efectivo”. De hecho, el memorándum de París presenta una estructura diagramada para que cada etapa del proceso de verificación, información, supervisión y destrucción de las armas, genere “criterios” capaces de permitir una evaluación “objetiva” de la conducta de Bagdad.
En este sentido, Chirac recalcó que Irak debía “cooperar sin reservas y destruir los misiles Al-Samud 2 conforme a las demandas formuladas por Hans Blix”, el jefe de los inspectores de la ONU. Por su parte, Villepin juzgó que si Bagdad destruye esas armas –están prohibidas por cuanto su alcance es superior a los 150 kilómetros– ello significaría “una etapa positiva” que pondría en evidencia la supremacía de las inspecciones. En este caso preciso, la postura de París es también muy distinta que la de Washington. Mientras Francia asimila juzga “positiva” la eliminación de los misiles Al-Samud 2, la Casa Blanca considera esa posibilidad como “insuficiente”.
La idea francesa tiene también una misión de más alcance. A través del memorándum, París busca implicar cada vez más a las Naciones Unidas en un esquema de “apreciación” del comportamiento iraquí poniendo así en jaque la opción “unilateral” manejada por los halcones norteamericanos. La Cancillería francesa está convencida de que la aritmética del Consejo de Seguridad le sigue siendo favorable: 11 países apoyan las inspecciones y cuatro votan por la guerra. París alega que pese a la profusa campaña diplomática estadounidense para forzar a los países a votar una segunda resolución, la administración Bush “tendrá muchos problemas para torcerles el brazo a los 11 países”. Las presiones del equipo Bush sobre los países considerados más débiles o dependientes, Chile, México, Guinea, Camerún, es enorme. Sin embargo, los diplomáticos franceses dan el ejemplo de lo que ocurrió con Turquía durante la primera Guerra del Golfo. Turquía jugóa fondo el juego de Washington a cambio de un abanico de promesas que los Estados Unidos nunca cumplieron.
“La tentación de un mundo unipolar, la tentación del recurso a la fuerza, no puede contribuir a la estabilidad. Ningún país puede pretender solucionar solo el conjunto de las crisis”, decía ayer el jefe de la diplomacia francesa. Según análisis cercanos a la presidencia francesa, si los Estados Unidos logran imponer su “lógica de guerra” en la ONU, Pekín, Moscú y París –tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad– practicarán la abstención. Si no la imponen, Bush asumirá solo la responsabilidad de lo que, al unísono, muchos vaticinan ya como un cataclismo.

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Jacques Chirac y Gerhard Schroeder, a la salida de un restaurante llamado justamente “El llamado final”.
 
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