ESPECTáCULOS › LA CANTANTE SE ROBO LA FIESTA EN LOS PREMIOS GRAMMY
Norah, la reina del gramófono
A los seis millones de discos vendidos por “Come away with me”, Norah Jones sumó ahora otras ocho estatuillas consagratorias.
Por Esteban Pintos
Ni Eminem ni Bruce: la gran ganadora de la 45ª edición de los premios Grammy fue Norah Jones. La cantante de 23 años, hija del músico indio Ravi Shankar y debutante con el supervendedor Come away with me –seis millones de copias despachadas en todo el mundo– ganó en total ocho estatuillas del gramófono, cuatro de las cuales corresponden a los grandes rubros: mejor álbum, disco del año, nuevo artista y canción del año (éste destinado a su compositor, Jesse Harris). Sus otros triunfos correspondieron a “mejor álbum pop vocal”, “performance vocal femenina”, “productor del año” (Arif Mardin) y “mejor ingeniería de sonido” (Husky Huskolds, Arif Mardin y Jay Newland). Ayer, en el día de rebote de la gran noticia del fin de semana musical, su padre Ravi Shankar declaró: “Norah es mi hija pero creció en América. No puedo atribuirme ningún mérito por la popularidad de su música, porque está completamente basada en géneros occidentales como el jazz y el country”.
Detrás de Jones, en la suma total de premios se ubicó el trío femenino de música country Dixie Chicks, con cuatro Grammy (mejor álbum country, interpretación de country, mejor interpretación instrumental en country y mejor diseño de disco). Bruce Springsteen se llevó tres gramófonos en las categorías “mejor canción de rock”, “mejor interpretación vocal de rock” por “The Rising”, y también “mejor disco de rock” por el disco que lleva ese título. Eminem, candidato en varios de los principales rubros, apenas se llevó el premio correspondiente a “álbum de rap”. En el área latina, resultaron vencedores la banda mexicana Maná por su disco Revolución de amor en “álbum rock alternativo” y los panamericanos radicados en Miami Bacilos, dentro del rubro “álbum pop”.
La ceremonia, televisada en directo para Argentina a través de la señal de cable Sony –una versión subtitulada será emitida el domingo 8 de marzo a las 22– ocurrió en el Madison Square Garden. Paradójicamente, casi ninguno de los artistas en escena (presentadores, intérpretes, ganadores) hizo mención expresa a la amenaza estadounidense de atacar Irak: la excepción fue el músico de rap-metal Fred Durst, líder de la banda Limp Bizkit, quien dijo: “Espero que esta guerra se vaya lo más lejos posible”. El show inició, sin embargo, con la reunión del histórico dúo Simon & Garfunkel interpretando “The Sounds of Silence”, una canción relacionada en los ‘70 (época de la guerra de Vietnam) con el movimiento antibélico. En un espectáculo que no tuvo un presentador único, tal cual se estila en este tipo de premios, hubo momentos buenos, regulares y malos, pero sobre todo quedó claro que se trata de una celebración de la industria de la música de los Estados Unidos para consigo misma. Tal como lo dijo el nuevo presidente de la Academia que entrega estos premios, en tiempos en que esta industria ve amenazada su existencia con el avance de la piratería y la difusión gratuita de música por internet, “la música está bien viva”.
Los shows que se vieron durante la ceremonia, con una notable producción visual y en algunos casos presentando la unión en escena de reconocidas estrellas, intentaron responder a esa afirmación. El homenaje que el grupo pop para adolescentes N’Sync brindó a la obra de los Bee Gees –los hermanos Gibb recibieron un Grammy honorífico– resultó la gran sorpresa de la noche para quienes desconfían de sus cualidades artísticas: a capella y durante cinco minutos, los jóvenes ídolos repasaron algunos de los grandes éxitos Bee Gees con calidad, afinación y buen gusto. También resultó un gran acierto la unión entre Eminem y el grupo afroamericano The Roots. El rapper blanco de Detroit, ahora también convertido en estrella de cine, interpretó “Lose Yourself” –la canción insignia de su película 8 Mile– en una versión superior a la registrada en la banda de sonido. Mérito de Roots, claro. En el final, el homenaje a The Clash –en el año de la muerte de su líder e ideólogo Joe Strummer– con Dave Grohl, Steve Van Sant, Elvis Costello y Bruce Springsteen sacudió la modorra de este tipo de entrega de premios con una potentísima versión de “LondonCalling”. Tal como escribió el crítico Robert Hillburn en su columna del diario Los Angeles Times, ahí sí pareció que la música estaba viva.