EL MUNDO › LAGOS WEBER EXPLICA EL APOYO A LOS ESTUDIANTES CHILENOS Y CRITICA A LA CONCERTACIóN

“No quiero vivir en un país cínico”

En diálogo con Página/12, el senador por Valparaíso opina sobre qué hizo mal la Concertación y analiza el conflicto educativo antes del paro convocado por la Central de Trabajadores para mañana.

 Por Martín Granovsky

Su nombre está ligado a la política chilena por genética y por elección. Hijo del ex presidente Ricardo Lagos y ministro secretario general de Gobierno con Michelle Bachelet, entre 2006 y 2010, Ricardo Lagos Weber es senador por Valparaíso y dirigente del Partido por la Democracia, el PPD que integra la Concertación junto a socialistas, democristianos y radicales. De 49 años, Lagos Weber terminó la secundaria en la Argentina, un curso por debajo de Andrés Calamaro. Es hincha del Wanderers pero en la entrevista telefónica pide que conste que “Maradona es el más grande”.

–Cuando empezó el conflicto los dirigentes estudiantiles más jóvenes –los secundarios, no los universitarios– reconocían que su pelea los excedía. Que había algo mucho más grande en juego. ¿Coincide?

–El conflicto tiene un tema puntual: el estudiantil y el educativo en general. Qué quiere cada uno con la educación en Chile. En el trasfondo está el sistema político chileno. La institucionalidad con que contamos es estrecha para que la ciudadanía se sienta representada. Nunca pudimos cambiar porque no tuvimos la mayoría parlamentaria.

–¿Cuando dice “nunca pudimos” habla de la Concertación?

–Sí. Pero quiero ser bien honesto con lo que le digo. Tampoco presionamos a la derecha con fuerza. Y al interior de la Concertación no todos miraban el sistema educativo con malos ojos. Hoy Chile vive un despertar ciudadano. Antes de las marchas por la educación hubo dos marchas contra el proyecto de Hidro Aysén.

–El proyecto de crear represas hidroeléctricas.

–Sí. Agrego el conflicto mapuche, con una huelga de hambre de casi 60 días. Frente a Hidro Aysén, los mapuches y la educación, el gobierno de Sebastián Piñera optó por defender sus banderas de lucha ideológica. Esquivó el tema y llamó a un debate sobre la educación. Pero yo no necesito que el presidente me invite a un debate. Necesito que diga, porque gobierna, si quiere lucro en la educación superior, un nivel en el que está prohibido. El presidente anunció una supervisión. Es un avance que comenzó con Michelle Bachelet. Pero, ¿el gobierno y la derecha chilenas están en condiciones de aceptar un cambio en el modelo educacional? Hasta ahora decidieron clavar sus banderas y demostrar que no están dispuestos a transar. Si no, resultaría inexplicable que hayan prohibido la marcha más grandes de los estudiantes, la que llegó a 140 mil personas y derivó en un caceroleo masivo de protesta.

–En la Argentina es difícil de entender el tema del lucro en la educación. ¿El movimiento estudiantil quiere anular la educación privada?

–No. Propone que ni un peso del Estado vaya a escuelas que persigan fines de lucro, o sea que generen excedentes destinados al bolsillo del dueño y no a la reinversión en el proyecto educativo. Cuando hablo de nuestra responsabilidad durante tantos años, digo que en Chile no había consenso en contra de esto ni en la Concertación. Los 19 senadores de la Concertación propusimos un proyecto junto con el senador independiente de izquierda Alejandro Navarro y dos independientes de derecha. Pero insisto en que si no hay nueva institucionalidad no habrá solución en el tema de fondo. El gobierno va a promover más becas, la renegociación de créditos para los que no pagaron, la rebaja de las tasas de interés. Quiere aplacar con el bolsillo. No queremos descubrir el agua caliente: sólo hablar de un nuevo sistema educativo que la derecha rechaza.

–¿Qué resultará?

–No sé. ¿Habrá un aterrizaje razonable para los estudiantes? No sé si van a volver a creer en la clase política.

–Volvamos a la institucionalidad que usted planteó. ¿Cómo es el sistema electoral en Chile?

–Binominal por cada circunscripción. Favorece a dos bloques políticos grandes. Genera solamente empate. Se gana 55 contra 45. Y la mayoría no se traduce en mayoría parlamentaria. Para muchos temas hacen falta mayorías calificadas. Agrego algo más. Antes estaban los senadores biónicos, como los ex presidentes que cuando dejaban el cargo pasaban a ser senadores sin haber sido elegidos. Se eliminaron en 2005, cuando Ricardo Lagos era presidente. Paradójicamente, a esa altura los nombrábamos nosotros, la Concertación. Nos hubiera convenido seguir con el sistema. Pero fuimos consecuentes con lo que habíamos prometido.

–¿También en la Cámara de Diputados se eligen legisladores con un sistema binominal que da empate?

–Sí. Siempre habíamos ganado nosotros. A veces, por mayoría, hasta sacábamos los dos diputados de una región.

–¿Para qué cosas se necesita mayoría calificada?

–Para cambiar la Constitución, para que la enseñanza pública sea gratuita, para subir los impuestos, para cambiar el sistema previsional. ¿Cuál es el resultado? La obligación de negociar.

–¿Y está mal negociar?

–Lo que es malo es el empate permanente. De 1990, cuando comenzó la Concertación, a 2005, cuando fue electa Bachelet, todos los presidentes chilenos gobernaron empatados en el Parlamento, a lo cual se sumaban los senadores designados. Por eso en Chile no apareció un Partido Verde, ni un partido regionalista, ni un Partido de los Trabajadores como en Brasil. El Partido Comunista tiene tres diputados por primera vez porque en la Concertación les dimos el espacio. Si no, nunca hubiera tenido representación parlamentaria. Pero además estamos imposibilitados de hacer plebiscitos o consultas ciudadanas. Y no tenemos primarias legales. A la Constitución la fuimos emparchando pero es ilegítima en su origen. No soy el más izquierdista de Chile.

–Fue negociador de acuerdos de libre comercio.

–Creo en la economía de mercado pero también quiero un Estado que juegue. Según la Constitución vigente, el Estado es subsidiario. No puede proveer bienes y servicios. Todo esto dentro de un régimen unitario, una forma exacerbadamente presidencialista y un centralismo que nos ahoga. Cuando digo que no tenemos por qué inventar el agua caliente me refiero a esto: el Estado debe garantizar la educación. ¿Es mucho?

–¿No dice eso la Constitución?

–No. No establece la educación pública como opción preferente y no establece la gratuidad. Contempla un sistema mixto sin prioridades. Y la verdad es que sólo la educación pública es la que va a permitir a los chilenos más modestos acceder a un nivel educacional que no tendrán jamás. Hay que terminar con la segmentación de Chile. Terminar con el lucro. Dar al menos cierta igualdad. Los países a los que les va bien tienen educación pública. Incluso los Estados Unidos.

–¿La Concertación se sometió a la trampa de la mayoría calificada que fijaba la Constitución de Augusto Pinochet?

–Nunca tuvimos la fuerza para cambiarla. Fuimos sacándole pedacitos. Mi autocrítica sobre mis gobiernos, los de la Concertación, incluido el de mi viejo, no es por lo que no se hizo. Es porque nuestros presidentes y nuestra presidenta no tuvieron la fuerza para que cuando promulgamos leyes como la de Salud, la de Previsión Social, la de Jornada Escolar completa, que mejoraron el régimen anterior pero no lo cambiaron, dijeran cosas como ésta: “Queridos chilenos, les quiero contar que la derecha me exigió pasar plata a los privados a cambio de los subsidios que yo quería dar en salud. La derecha no me dejó y quiero que mis compatriotas lo tengan claro, porque yo quería un régimen más justo”. Ni Frei ni Lagos ni Bachelet denunciaron que habían sido sometidos a un chantaje. Bachelet hizo algo muy importante, que fue garantizar una pensión básica solidaria de 150 dólares por persona, pero también quiso modificar el sistema de Administración de Fondos de Pensión. La derecha no la dejó. “Olvídese de meter mano a las AFP”, le dijo. Entonces, a los jóvenes les queda en la memoria que los gobiernos nunca dieron una lucha real para introducir mayores cambios a lo educacional, la salud y la educación.

–¿Y lo dieron?

–Parcialmente. No tuvieron la capacidad de decir “este logro es bueno pero me falta porque no me lo dieron y me chantajearon”.

–Pero fueron 20 años...

–Es que también la Concertación tenía sectores a los que les resultaba cómodo el sistema político binominal. “Si no me mando una tremenda cagada yo me reelijo”, podía pensar alguno. Claro, hay que ver cuál fue el resultado de esa comodidad. En Chile, para votar en elecciones hay que inscribirse voluntariamente. Bueno, tres millones y medio de jóvenes no están inscriptos. La inscripción voluntaria fue mayor en las comunas ricas y acomodadas como Providencia, Las Condes, Santiago y Vitacura. El hijo de los ricos sabe que el voto hace la diferencia. Esa es la paga.

–Y el otro no.

–No, o menos. Y el sistema político lo va dejando afuera. Y yo prefiero la incertidumbre de los nuevos jóvenes a vivir en un país cínico en el que cada vez los dirigentes representamos a menos en la política. La falta de representatividad es real. El que ganó una beca genera opinión buena onda. Al que no le funcionó el Transantiago genera mala vibra. Es la vida cotidiana. Aunque ninguno de los dos se inscriba para votar, igual generan opinión. Prefiero que todos ellos estén en la política. Para eso está la política, ¿no? Para procesar las diferencias. Cuando la política no ocupa esa función, todo se puede ir al tacho. Estoy preocupado. Hay falta de conducción. El gobierno no se deja ayudar. Este gobierno tiene 26 por ciento de aprobación y 53 por ciento de rechazo. Aunque con reformas, le aprobamos todos los proyectos de ley. Piñera dijo que sentía que en 20 días había hecho más que en 20 años. Pero gobernar no es glamour. Es tomar decisiones. Este gobierno no toma decisiones.

–Algunos argentinos santifican lo que definen como “el consenso”. Usted parece criticarlo.

–Cuando hay legítimas y razonables diferencias, pueden resolverse mediante el acuerdo y el consenso. Pero, ¿qué sucede cuando la diferencia es grande? ¿Cuando, para mí, es “la” diferencia? Eso sólo se puede dirimir por mayoría y minoría. No hay vueltas. No tengo problema en llegar a acuerdos sobre la guarnición del bife. Pero, ¿y si lo que discuto es qué bife quiero? La derecha apuesta a mantener su bandera de dureza. Sostiene que las manifestaciones estudiantiles son una ola. Dicen que esa ola se irá y volverá la calma.

–¿Está de acuerdo?

–No. La ola puede irse, sí. Eso nadie puede saberlo. Pero igual el nivel de las aguas quedará más arriba. Y vendrá otra ola. Y el agua más arriba. Y otra más. Hay que evitar no el conflicto sino una crisis profunda. Por eso debe llamarse a un plebiscito. Las encuestas del Centro de Estudios Públicos, ligado a sectores empresariales, dicen que el 80 por ciento no quiere lucro en la educación. Dentro de la Concertación el Partido por la Democracia, el Partido Socialista y el Partido Radical se pronunciaron por el plebiscito. La Democracia Cristiana todavía no. No tengo problemas con la democracia representativa, pero a la Concertación le pasaron la cuenta y hay que registrarlo. Se cansaron de nosotros, de prácticas poco sanas, y eso frente a la propuesta audaz hecha por un tipo inteligente y trabajador como Piñera.

–Antes habló de que en Chile no hay primarias vinculantes. Pero la Concertación también dejó de hacer primarias no vinculantes y Marco Enríquez-Ominami quedó afuera.

–Sí fallamos. La primera primaria fue en el ’93 entre Lagos y Frei. La segunda, en el ’99, fue abierta. Votó un millón y medio de personas. Entre Bachelet y Soledad Alvear incorporamos debates regionales. Soledad Alvear igual se bajó antes. La última vez, en 2009, fue lo peor. Cambiamos las reglas para excluir a Marco. El dijo, con razón, sin leguleyada: “Me excluyeron y no hay renovación de la política. La Concertación está acabada porque son los mismos viejos de siempre”. Frei, ex presidente, fue candidato. No ofrecía futuro en comparación con un Piñera que no había sido presidente. Marco vio que no había tiraje en la chimenea y se fue.

–¿Hoy están enfrentados?

–Por mi lado busco un entendimiento. No tengo vocación de minoría sino de mayoría. Y para transformar. La Concertación tiene que juntarse con gente sin falso orgullo. La Concertación cambió a Chile en muchos aspectos pero hoy tenemos que crecer. ¿Por qué no puedo llegar a un entendimiento con el PC? No sólo estoy dispuesto. Estoy ávido por hacerlo. Y la DC tiene que concentrarse en crecer en el centro. Si cada uno no hace lo suyo seguiremos achicándonos. El embajador de Chile en Buenos Aires, Adolfo Zaldívar, fue ministro de la Concertación. Y se nos fueron Marco...

–Jorge Arrate, que también fue ministro y se candidateó en las últimas elecciones junto con el PC.

–...y muchos otros. Nos alejamos de la ciudadanía. Hay que poner sobre la mesa los temas que producen diferencias dentro y fuera de la Concertación. Si hacemos la política del mínimo común denominador nos achicaremos más. Mejor discutamos. Discutamos más.

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