Martes, 23 de agosto de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Norma Giarracca *
Mucho se ha escuchado y leído acerca del voto de las zonas agrarias respaldando a la Presidenta en las últimas elecciones. Interpretaciones, sorpresas y algún que otro disparate de los integrantes de la Mesa de Enlace, como Biolcati que subestimó a estos votantes. No caben muchas dudas acerca de que las bases de Sociedad Rural Argentina (SRA) no están entre quienes votaron al Gobierno porque allí, ayer como hoy, predomina una mirada ideológica del país, es decir una decisión previa al reconocimiento de la situación que atraviesan. Pero esa población es ínfima (aun con aperturas recientes de la SRA), no pesa en lo que denominamos “el voto del campo”.
Importantes son tanto los productores directos, cultiven o administren o cedan sus tierras, las pequeñas ciudades que son centro administrativo de esas regiones y los territorios campesinos. Nos atreveríamos a decir que gran parte de esa población volvió a votar a la Presidenta, ya que nuestras investigaciones nos habilitan a afirmar que en 2007 esa población había votado a Cristina Kirchner. Desde 2003 comenzaban a recuperarse de años de crisis agrarias, de complicados endeudamientos (donde muchos habían perdido sus tierras) y estaban comprobando años de bonanza agraria por el boom sojero, con altos precios internacionales. Recordemos que el intento de la Resolución 125 de 2008 fue, justamente, por el aumento del precio internacional del commodity.
Durante 2008 y 2009 se desarrolló un proceso que es complejo, que tuvo aristas inéditas en la larga historia de los paros, “tractorazos” y marchas de los productores agrarios y sus entidades, y eso fue lo que restó el apoyo de estos sectores al gobierno nacional. Por un tiempo, los miembros de la Mesa de Enlace se convirtieron no sólo en dirigentes corporativos, sino en una caricatura de “sujetos políticos” que, en alianza con la oposición política y los grandes medios, podían influir sobre una parte de la opinión pública, sobre las preferencias políticas de las poblaciones agrarias y de ciudades pequeñas del interior del país. De este modo, durante 2009, año de elecciones legislativas, la Mesa sacó un documento que denominó “Aportes del campo a la política”, un medio para recorrer el interior con políticos, técnicos e ideólogos de la oposición para convencer de la necesidad de apoyar a los partidos de la oposición que prometían eliminar las retenciones. Así se organizaron seminarios de “formación cívica” en Paraná y Bahía Blanca, por ejemplo, donde disertaron el rabino Sergio Bergman, el director de La Nueva Provincia Vicente Massot, el consultor de campañas políticas Felipe Noguera. Las condiciones eran favorables para estas influencias: desencuentros con los funcionarios del Gobierno (y no sólo de la dirigencia), crisis internacional y la sequía del 2009.
La situación de 2011 es totalmente diferente; hay un diálogo con los funcionarios del área, sobre todo con el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, y su equipo; las condiciones internacionales han mejorado para la mayoría de las producciones y las políticas en relación con el sector no las afectan, sino que las favorecen. La expansión agrícola es una “política de Estado” para el actual gobierno.
Es más complejo y excede este espacio el análisis de la adhesión lograda en territorios campesinos e indígenas que no son favorecidos por esas políticas estatales, aunque sí por otras de tipo “social”. Por último, no hay que dejar de lado otras poblaciones (los pueblos del “Paren de fumigar”, zona de alta violencia con campesinos e indígenas, etc.) que no están de acuerdo con esta política agraria ni con los nuevos y prepotentes inversores y esperan límites a sus consecuencias negativas. Pero los productores capitalistas, como siempre en este país, apuestan a las señales del mercado, no son muy adeptos a los recaudos ecológicos que hasta sus técnicos desconocen, y con seguridad quieren que este ciclo sea lo más largo posible.
Si observamos los datos de los informes económicos de la Cepal para la Argentina, veremos que para 2010 aumentó de manera notable el valor de las exportaciones agropecuarias, y sobre todo su valor por el alza de los precios internacionales (55 por ciento en relación con el año anterior, sumado todo el sector primario). En definitiva, el productor agrario tiene un sentido práctico de su trabajo y de la vida y mucho más en estos últimos tiempos. Votó por la continuidad del modelo y lo esperable ahora es que los dirigentes corporativos vuelvan a ocupar los lugares reservados para ellos, que no son los de la política institucional mediática. Más esperables aún son los cambios de estas dirigencias y la generación, en la nueva etapa a partir de diciembre, de debates serios y profundos sobre los rasgos del modelo que ameritan reflexión: el uso y distribución de la tierra, la preservación de los recursos, la salud de la población por los agroquímicos y la responsabilidad de producir alimentos accesibles para todos los argentinos, la soberanía alimentaria.
Socióloga, profesora titular de Sociología Rural (Ciencias Sociales-UBA).
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