Lunes, 28 de noviembre de 2011 | Hoy
EL MUNDO › LA LEGISLATIVA ES LA PRIMERA ELECCIóN DEMOCRáTICA ORGANIZADA AL CABO DE 60 AñOS DE DICTADURA
Pese al carácter críptico del proceso electoral y a la extensa movilización popular que exige el traspaso del poder a los civiles y la postergación de las elecciones, el mariscal Tantaui dejó bien claro que no cederá.
Por Eduardo Febbro
Desde El Cairo
En vísperas de la primera elección democrática organizada al cabo de 60 años de dictadura, Egipto vota hoy bajo las botas del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que tiene las riendas del país desde la caída de Hosny Mubarak en febrero pasado. Pese al carácter críptico del proceso electoral que requiere un manual de instrucciones para entenderlo y a la extensa movilización popular que exige el traspaso del poder a los civiles y la postergación de las elecciones, el mariscal Mohamed Tantaui se despachó ayer con un sorpresivo mensaje en el cual dejó bien claro que no cedería a los reclamos del pueblo. “No toleraremos que los agitadores interfieran en las elecciones. (...). Las consecuencias podrían ser graves”, dijo el mariscal, cuyo retrato, pintado en todas las paredes de rodean la plaza Tahrir, aparece siempre tachado con una barra roja. Tantaui certifica que la cuestionada agenda electoral se mantendrá contra viento y marea. La situación es tan crítica que es muy probable que el nuevo primer ministro nombrado hace dos días, Kamal El Ganzuri –un sobreviviente del sistema Mubarak– ni siquiera logre asumir su cargo. Ganzuri, que fue primer ministro del dictador Hosny Mubarak, es objeto de todas las burlas en la plaza Tahrir.
Después de haber fracasado el sábado en su intento de que el ex director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Premio Nobel de la Paz y candidato a la elección presidencial, Mohamed Al Baradei, y el otro candidato presidencial Amr Musa, ex secretario general de la Liga Arabe, apoyaran a su recién nombrado primer ministro, Tantaui volvió a convocar con carácter de urgencia a muchos dirigentes políticos para que sustentasen su propuesta. Por ahora, tanto Al Baradei como Musa se negaron a aportar su caución a la continuidad de los militares en el poder. Más aún, Al Baradei propuso retirarse de la disputa electoral a cambio de encabezar un gobierno civil de unidad nacional.
El mariscal reconoció que el país estaba en “una encrucijada” y presentó un panorama funesto: “Tenemos sólo dos caminos: el éxito de las elecciones que conducirán a Egipto hacia la seguridad, o enfrentarse a peligrosos obstáculos que las Fuerzas Armadas, como parte del pueblo egipcio, no permitirán”. Egipto vota así sobre un volcán en erupción cuyo cráter tiene la forma de un triángulo: el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que pugna por conservar amplios palmos de poder por encima de la voluntad popular; los Hermanos Musulmanes, que pactaron con el ejército el mantenimiento del calendario electoral que se inicia este lunes porque saben que son el partido mayoritario y tienen, por consiguiente, la victoria asegurada y la posibilidad de diseñar el país según sus prerrogativas, y la sociedad civil, concentrada una vez más en la Plaza Tahrir en contra del proceso electoral tal y como fue organizado y opuesta a que los militares sigan en el poder. En este último vértice del triángulo está Mohamed Al Baradei, apoyado hoy por la sociedad civil. El mariscal Tantaui, sin embargo, no retrocede y le habla a una sociedad que no confía en él, tanto por la brumosa organización de las elecciones como por las masivas violaciones a los derechos humanos que se cometieron bajo su autoridad. El proceso electoral que empieza este lunes es de una complejidad de fórmula química. La junta delineó un calendario cortado como una torta, dejó intactos sus privilegios y su influencia sobre la vida política al tiempo que proyecta limitar los poderes del Parlamento. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas pretende que el Parlamento que salga de las urnas no tenga ninguna autoridad sobre el gobierno. Ello equivale a decir que, entre otras cosas, el partido mayoritario no estará a cargo del Ejecutivo. El domingo, los Hermanos Musulmanes, a través de su portavoz, Mahmud Ghozlane, advirtieron que los militares deben “dejar en manos del partido mayoritario la tarea de formar el próximo gobierno”. Es en ese contexto de pugnas, desorganización e incertidumbre que, por primera vez, Egipto podrá elegir el Parlamento entre 55 partidos políticos y algo más de 15.000 candidatos. Sin embargo, las condiciones de la consulta, la no preparación, el estrecho calendario y la supervivencia tramposa de políticos afiliados al antiguo régimen han viciado la elección por la cual tantas personas entregaron sus vidas. Pocos confían en que de esta primera elección salga algo limpio y tangible. 50 millones de electores elegirán a los 498 diputados de la Asamblea del Pueblo, la Cámara baja del Parlamento. La consulta se dividió en tres vueltas: el 28 y 29 de noviembre, 14 de diciembre y 3 de enero. La junta militar designará a su vez a 10 diputados. La Cámara que salga electa se reunirá el 17 de marzo. Luego vendrá la elección de los senadores, la Cámara alta –Chura–, prevista igualmente en tres vueltas: 29 de enero, 14 de febrero y 11 de marzo. Una vez que este proceso esté terminado, el CSF concedió bajo la presión popular que la elección presidencial tenga lugar durante el mes de junio.
El montaje electoral da lugar a todas las sospechas y está basado en una mezcla de elección por lista de dos terceras partes del Parlamento y de elección uninominal por el tercio restante. Así, dos terceras partes de los 498 diputados serán elegidos proporcionalmente mediante listas presentadas por los partidos. Los otros 166 restantes provienen de candidaturas “abiertas”, es decir, independientes. Es ese detalle el que encendió la polémica y movilizó a los movimientos democráticos. Muchos partidos acusan a la junta militar de haber reservado un espacio para la elección uninominal con la única meta de permitir que los cuadros del antiguo régimen de Mubarak y de su partido, el PND, vuelvan al poder gracias al espacio creado para las candidaturas “independientes”.
Los 15.000 candidatos presentes son una oferta confusa, tanto más cuanto que la Comisión electoral dio sobradas pruebas de su ineficacia. Decenas de partidos, de alianzas y de grupos políticos aparecieron en la escena desde la caída de Mubarak. La mayoría apenas duró unos meses. Ello condujo a que sea el movimiento más organizado, es decir, los Hermanos Musulmanes, quien tenga las posibilidades más abrumadoras de ganar. La hermandad creó para ello un brazo político, el Partido de la Libertad y la Justicia. Las demás fuerzas están organizadas en coaliciones inestables. Entre ellas, las más conocidas son la Coalición Democrática, la Alianza Islamista, el Bloque Egipcio o la alianza La Revolución Continúa. Pero los egipcios no han tenido tiempo para evaluar las propuestas ni tiempo para comprender la estructura confusa del sistema electoral. Muchos observadores coinciden en pronosticar que el choque electoral tendrá, de hecho, dos protagonistas principales: los Hermanos Musulmanes y los ex dignatarios del PND, el partido de Mubarak. Los comités revolucionarios y los partidos agrupados en el Frente de Izquierda lanzaron una amplia campaña de información para denunciar a los ex dinosaurios del partido de Mubarak que se iban a presentar a las elecciones como candidatos independientes o amparados bajo otras listas. Además de denunciarlos por Internet, crearon un sistema de “círculos blancos” y “círculos negros” y pintaron las calles con esos círculos señalando a los “buenos” y los “malos” candidatos. El Movimiento 6 de abril creó una página especial en Facebook para “marcar” a los caciques mubarakistas. La página se llama Emsek Felul (“cazar caciques”) y allí aparecen los nombres de todos los candidatos actuales que pertenecieron en el pasado al PND. Sherif, el fundador de Emsek Felul, explica que gracias a esa iniciativa se logró que “ocho partidos retiraran de sus listas a dos mil candidatos del ex PND”. Mahmud Afifi, miembro del Movimiento 6 de abril, asegura que “Egipto necesita hoy ver concretizarse las esperanzas que nacieron con la Revolución. No debe haber un retorno al pasado, ni en los métodos, ni en la figura de los candidatos que representarán al pueblo”.
Durante la última semana intervino un factor que torna, tal vez, menos categórico el resultado de la elección: el pacto implícito entre el ejército y los Hermanos Musulmanes para mantener en pie la agenda electoral le atrajo un volumen considerable de críticas y un ascenso de los votos a favor de los liberales y su partido, el Al Wafad. Las proyecciones sitúan al partido salafista Al Nur en tercera posición y a los centristas de Al Adl en cuarta. Los partidos y las alianzas surgidas con la Revolución no han tenido suficiente tiempo como para capitalizar su acción en las urnas y organizarse. Los partidos laicos y de izquierda parten a las urnas con la ventaja histórica de haber sacado a Mubarak pero con la desventaja de no contar con una máquina electoral que los lleve a pesar en el voto.
El primer objetivo del Parlamento electo consiste en elegir a los 100 miembros de la Asamblea Constituyente que redactar la nueva Carta Magna. Para ello tiene un plazo de seis meses, si es que nada se modifica de aquí a entonces. Por lo pronto, los Hermanos Musulmanes tienen asegurado el control del Parlamento. Ello también les abre un camino sin obstáculos para introducir los cambios que desean en la Constitución.
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