EL MUNDO › EL ACTO SE LLEVó A CABO PESE A LA PROTESTA DE MILES DE CHILENOS QUE REPUDIARON EN LAS CALLES

Los pinochetistas lograron hacer su homenaje

El dictador sigue dividiendo, aunque sean los menos quienes lo veneraron, y cantaron el himno incluyendo una parte que alude a los “valientes soldados”. Muchos se manifestaron en contra de Pinochet y del gobierno actual.

 Por Christian Palma

Desde Santiago

“Chi chi chi, le le le. Viva Chile y Pinochet”, gritaba un grupo de señoras, arregladas como si fueran a una fiesta. Eran las 10 de ayer y pequeños grupos de adherentes del dictador Augusto Pinochet –que gobernó Chile entre 1973 y 1990– caminaban tímidamente al teatro Caupolicán. Una hora más tarde, comenzaría en ese lugar un homenaje al fallecido militar con la exhibición del documental “Pinochet” que relata “el milagro” del gobierno de facto. Las veteranas iban atrasadas a la cita. “Apúrate Isabel, que quiero llegar temprano a ver a mi general”, advertía una mujer a su acompañante. A una cuadra de ahí, otras señoras, pero que portaban fotos de familiares detenidos desaparecidos se encargaban de dejar las cosas en claro: “Viejas fachas, van a celebrar igual que cuando Pinochet asesinaba y torturaba y ustedes no hacían nada”. Las pinochetistas apuraron el tranco y desaparecieron tras una barrera policial que cerraba el paso a quien no tuviera entradas para el “evento”.

Unos minutos después de esta escena, miles de manifestantes de diferentes edades se agolpaban en las esquinas de San Diego y Santa Isabel, en pleno centro de Santiago a funar (protestas callejeras) el homenaje al dictador y a recordar que en Chile la frase “ni perdón ni olvido, está más viva que nunca”, como arengaba Pedro, un viejo comunista que llegó al lugar con su nieto adolescente.

Según la Comisión Valech, que investiga los abusos a los derechos humanos cometidos en Chile en las décadas de 1970 y 1980, el número de víctimas de la dictadura encabezada por Augusto Pinochet superó las 40.000 personas, cifra en la que se incluyen 3225 muertos o desaparecidos y miles de torturados y exiliados. Aun así, los pinochetistas levantaron otra vez la voz, como cuando el ex capitán general ostentaba el poder a punta de asesinatos, desapariciones y secuestros. “Gracias a mi general este país se liberó de los comunistas y pudo salir adelante”, decía otra pinochetista con una chapa con la cara del dictador pegada al pecho. Desde el otro lado, una lluvia de insultos se dejaba caer sobre ellas.

A las 11 de la mañana, más de 4 mil personas mezclaban viejas y nuevas consignas contra la dictadura, el gobierno actual de derecha y contra los pacos (carabineros): “Pinochet, CNI asesinos del país”; “Olé olé, olé olá como los nazis van a quedar y a donde vayan los iremos a funar”; “El que no salta es paco”, se escuchaba con fuerza.

En una esquina, Mía, una mujer de unos cincuenta años, grita a todo pulmón a quien pase hacia el teatro: “Fachos, van a lustrar botas como antes”. Cuenta a Página/12 que el 11 de septiembre de 1973 ella era dirigente secundaria, razón por la cual fue detenida, torturada y violada en diversos centros de detención que la policía secreta de Pinochet tenía en Santiago. Su rabia también la vuelca contra los gobiernos de la Concertación, “que no hicieron nada para recuperar la democracia en plenitud”. Pero sin duda los dardos principales son para el gobierno de derecha que autorizó el homenaje. “En Alemania esto está prohibido, en Chile esto se permite porque todos los que apoyaban a Pinochet están ahora en La Moneda”, dice molesta.

En este sentido, el vocero de gobierno, Andrés Chadwick, quien fue un reconocido pinochetista, sostuvo en una entrevista que no considera oportuno rendir homenajes “a figuras del pasado”. Y fue más allá al asegurar que siente un “profundo arrepentimiento de haber apoyado el régimen de Pinochet, tras considerar la violación brutal a los derechos humanos que se efectuó en el gobierno militar”. Insistió en que se debieran evitar los homenajes, en relación a los actores del pasado. “Eso nos genera divisiones.”

No se equivocaba. En las afueras del Caupolicán las protestas dieron paso a los desmanes y enfrentamientos contra carabineros. En cosa de minutos los cantos se convirtieron en pedradas. Los gases lacrimógenos y carros hidratantes entraron en acción correteando a los asistentes. Antes, una representación teatral de una mujer torturada en una cama con electricidad, conmocionó a muchos.

Mojada por un chorro de agua, Lorena Pizarro, presidenta de la Agrupación de Detenidos Desaparecidos, aseguraba que “éste es el acto donde el gobierno ha resuelto estar del lado de los genocidas y los violadores de derechos humanos. Las actuales autoridades han resuelto estar del lado de lo que ellos son, con la derecha golpista y genocida”, dijo.

En tanto, en el interior del Teatro Caupolicán, no más de un millar de adherentes aplaudía a rabiar el documental. Durante el homenaje, el nieto del dictador, Augusto Pinochet Molina, el mismo que defendió la obra de su abuelo perfectamente uniformado el día en que enterraron al genocida, señaló que “es un acto para honrar la historia, ya que la tergiversación evita que se reconozca la labor de muchos chilenos –y no sólo la de mi abuelo– para levantar el país.

Otros que estuvieron presentes fueron Miguel Méndez Piñar, nieto de Blas Piñar, ministro del dictador español Francisco Franco, y Joseph Torres, presidente de la juventud cubana en el exilio, y el abogado Javier Alonso, quien inició el proceso para exonerar a Baltasar Garzón de la Justicia española. “Franco y Pinochet son dos almas gemelas”, sostuvo Menéndez Pinar, quien dijo a la concurrencia enfervorizada que “hay que estar atento a volver a las trincheras si hace falta frente al marxismo”, según relataron algunos presentes. “Estamos felices porque estuvimos 20 años callados escuchándolos tergiversar la historia. El pinochetismo está en la mente y el corazón de este pueblo”, agregó el organizador del homenaje, Juan González.

El acto, de casi dos horas, terminó pasadas las 13, cuando los pinochetistas cantaron el himno nacional incluyendo una parte que ya no se canta y que hace alusión a los “valientes soldados” y pidiendo la libertad de los militares condenados por violaciones a los derechos humanos. Afuera, los ánimos no declinaban y los adherentes del dictador tuvieron que ser retirados en buses de carabineros.

Las barricadas en las calles aledañas al Caupolicán, las pedradas y gases tóxicos continuaron por horas; el gran saldo de heridos y detenidos dejó claro que la imagen de Pinochet sigue dividiendo a los chilenos entre los menos que lo celebran y los más que lo aborrecen.

@chripalma

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Juan González, el director del documental que se presentó ayer, llegó al teatro en medio del tumulto.
Imagen: EFE
 
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