Martes, 23 de octubre de 2012 | Hoy
EL MUNDO › AL BORDE DEL ESTALLIDO
Al menos ocho personas murieron ayer y otras veinte resultaron heridas en combates producidos entre chiítas y sunnitas en el Líbano. El ejército se desplegó en los barrios sunnitas de Beirut, donde se enfrentó a tiros con hombres armados.
Los enfrentamientos más graves ocurrieron en la ciudad norteña de Trípoli, entre los barrios de Bab al Tebaneh, de mayoría sunnita, y Yabal Mohsen, de predominio chiíta. Según precisó la Agencia de Noticias Nacional libanesa (ANN), cuatro de los heridos están graves. En este contexto, las Fuerzas Armadas intervinieron ayer en Beirut y otras regiones libanesas. La presencia militar reestableció temporalmente la calma en Trípoli, pero pocas horas después se reanudaron los choques. En las incursiones, los soldados fueron blanco de disparos cuando trataban de abrir las calles bloqueadas por manifestantes en el barrio beirutí de Tarik Yadid, escenario de un tiroteo el domingo.
En un comunicado, el ejército manifestó su determinación de restablecer la seguridad y preservar la paz civil en el país e indicó que mató al palestino Ahmad Quaider, de 20 años, que disparó con un arma ligera contra una patrulla en el sudoeste de la capital. El ejército pidió a los dirigentes políticos libaneses ser cincunspectos en la expresión de sus posiciones y de sus ideas. “El destino de la nación está en juego”, señaló. Además, esta fuerza resaltó que la seguridad es una línea roja que no se debe traspasar. “El ejército tomará medidas enérgicas sobre todo en las regiones donde hay enfrentamientos confesionales, para impedir que el Líbano se transforme de nuevo en un campo de batalla para solucionar diferendos regionales”, advirtió esta fuerza.
Los embajadores en el Líbano de cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, y Derek Plumby, coordinador especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el Líbano, manifestaron su compromiso con la estabilidad del país. En un comunicado leído después de un encuentro con el presidente Michel Sleimane, llamaron a todas las partes a preservar la unidad nacional. “Es vital que las instituciones y la acción gubernamental se mantengan para asegurar la estabilidad, la seguridad y la justicia en el Líbano”, destacaron.
El Líbano es un país multiconfesional, donde cristianos, sunnitas y chiítas representan cada cual un tercio de la Población. La mayoría de los sunnitas es hostil al régimen sirio de Bashar al Assad, por el contrario, la mayoría de los chiítas lo apoya. La comunidad cristiana está dividida. Si bien el jefe del gobierno y varios ministros son sunnitas, el actual gabinete está dominado por aliados del Hezbolá chiíta, movimiento armado allegado a Siria e Irán.
Los incidentes se producen pocos días después de que el jefe de Inteligencia de la policía libanesa, Wisan al Hasan, cercano a la familia del ex primer ministro sunnita asesinado Rafik Hariri, perdió la vida en un atentado con una bomba, que agitó una vez más el difícil equilibrio confesional del país. El atentado del viernes –en el que aparte de Al Hasan fallecieron otras dos personas y 126 sufrieron heridas– exacerbó la tensión en el Líbano, dividido entre partidarios y detractores del gobierno sirio. Al Hasan dirigió las investigaciones que destaparon en agosto pasado la trama en la que estaban implicados el ex ministro libanés Michel Samaha y el jefe de la Seguridad siria, Ali Mamluk, acusados de planificar atentados contra líderes políticos y religiosos antisirios en el Líbano.
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