EL MUNDO › OPINION
Un acuerdo no es la paz
Por Claudio Uriarte
Qué puede haber cambiado para que un plan de paz que inicialmente ofrece mucho menos a los palestinos que el gran acuerdo general ofertado en 2000 sea ahora saludado con salvas de optimismo por todas las diplomacias, incluida la palestina? Pueden señalarse dos cosas: la primera es la ocupación estadounidense de Irak, que ha puesto al ejército norteamericano en el centro del mundo musulmán; la segunda, el desgaste que puede haber supuesto para los palestinos una Intifada que lanzaron ellos mismos y que hasta ahora no les ha dejado otro resultado que unos 2500 muertos propios.
Pero nada de esto garantiza la paz, ni en lo inmediato ni a más largo plazo. No es la paz de inmediato, porque una paz casi siempre contiene una guerra: la guerra contra los que se oponen a esa paz. De movida, la implementación de la Hoja de Ruta, de ser seria, coloca a Ariel Sharon y a Mahmud Abbas ante un fuerte curso de confrontación contra quienes no aceptan un Estado palestino –los colonos judíos– y quienes no aceptan un Estado judío –las organizaciones integristas palestinas–. Exagerando un poco, la situación parece anticipar una guerra civil en cada uno de ambos bandos en lucha. Eso no tiene por qué carecer de un desenlace virtuoso, por el cual Abbas desarma a sus extremistas y Sharon hace lo propio con los suyos. Pero las cosas no son tan sencillas. En principio, éste es el mismo esquema que se activó en 1993, con los acuerdos de Oslo, y luego se diluyó hasta el fracaso más sangriento. Las dos partes contribuyeron, en distintos momentos, a este desenlace, pero el “rompeacuerdos” decisivo y final fue el reclamo palestino del retorno de sus refugiados (más de cuatro millones, como se puede ver en la infografía en estas páginas) a lo que hoy es Israel, que no podría absorberlos sin perder su mayoría judía. Por lo tanto, el verdadero test de viabilidad de la Hoja de Ruta pasa por ver si la nueva dirección palestina –en caso de que realmente haya una nueva dirección palestina– declinará o no esa exigencia. Hasta el momento, Abbas sigue reivindicándola, y falta ver si se trata sólo de una posición de apertura o un límite real.
Es que la paz, con ser conveniente, no es inevitable, por todo el peso que signifique la intervención personal de George W. Bush en el asunto. Israel puede seguir indefinidamente su guerra de baja intensidad contra los palestinos, tanto como los palestinos pueden seguir indefinidamente su campaña de movilización y terror frente a Israel. De frustrarse esta esperanza, será claro que la sangre derramada aún no ha sido suficiente.