EL MUNDO
La muerte que terminó una investigación periodística
Daniel Pearl, periodista del “The Wall Street Journal” secuestrado el 23 de enero en Pakistán, está muerto. El verdadero misterio es la identidad de sus captores, cuyos móviles siguen siendo oscuros.
Después de dos meses de suspenso, finalmente se confirmó la muerte del periodista del The Wall Street Journal Daniel Pearl, secuestrado en Pakistán. El Departamento de Estado norteamericano dijo ayer que su embajada en ese país recibió evidencia de que Pearl está muerto y prometió capturar a los responsables. Ayer también uno de los tres sospechosos de estar implicados en su secuestro dijo a una corte que el periodista fue ejecutado porque era un judío que trabajaba contra el Islam.
Richard Boucher, portavoz del Departamento de Estado, describió la muerte como una “atrocidad”. “Tanto Estados Unidos como Pakistán están decididos a identificar a todos los perpetradores de este crimen y llevarlos ante la justicia”, aseguró. En Los Angeles, la familia de Pearl –su esposa embarazada de seis meses– dijo en un comunicado que estaba “pasmada y entristecida” por su muerte. Por su parte, The Wall Street Journal afirmó en un comunicado donde expresaron sus condolencias por la muerte de Pearl: “Su asesinato es un acto de barbarie que convierte en una burla todo lo que los raptores de Danny decían creer. Decían que eran nacionalistas paquistaníes, pero sus acciones deben seguramente avergonzar a todos los patriotas paquistaníes”, decía éste.
Cuatro hombres, entre ellos un militante islámico de origen británico conocido como Omar, fueron arrestados en Pakistán sospechosos de estar relacionados con la desaparición de Pearl, pero quien habría llevado adelante el secuestro está fugitivo. El periodista, de 38 años, desapareció en Karachi el 23 de enero cuando trataba de contactarse con grupos radicales islámicos para investigar los posibles vínculos entre AlQaida, la red de Osama bin Laden, y Richard Reid, acusado por abordar un avión de pasajeros con explosivos ocultos en sus zapatos. A cambio de su liberación, los secuestradores –que dijeron pertenecer al desconocido Movimiento para la Restauración de la soberanía de Pakistán– formularon una serie de demandas diversas, desde un mejor trato a los talibanes y miembros de Al-Qaida detenidos en la base militar estadounidense de Guantánamo hasta la salida de Estados Unidos de la región. También por esa vía enviaron fotografías de Pearl donde se veía a alguien apuntando con un arma a su cabeza. Ese alguien finalmente apretó el gatillo.