Lunes, 25 de marzo de 2013 | Hoy
EL MUNDO › LA PEQUEñA ISLA Y LOS DIRIGENTES EUROPEOS ACORDARON LOS TéRMINOS DE UN PLAN QUE EVITE LA BANCARROTA DEL PAíS
Desde el Consejo Europeo, algunos justificaban el planteo de gravar los depósitos: “Chipre vino a pedir ayuda y se le concedió, pero a cambio de una reestructuración económica”. La dureza alemana y el temor de países como España.
Por Fernando Cibeira
Desde Bruselas
Un corralito, claro, tiene un sentido inequívoco para un argentino. Algo así como el último paso hacia el desastre. “Pero en aquel momento la Argentina estaba sola, no es el caso de Chipre”, responde a Página/12 un funcionario alemán en el Comité de las Regiones de la Unión Europea. Se le podría explicar que, en aquel momento, la Argentina supuestamente todavía tenía el apoyo del FMI, pero habría que entrar en un juego de similitudes y diferencias y, es cierto, las diferencias son muchas. En general, entre las autoridades de la UE hay enojo porque subrayan que fue el propio Chipre el que acudió por auxilio financiero para no ir a la quiebra y ahora aparecen de nuevo las autoridades europeas como los malos de la película. Claro que en el camino hay consenso en cuanto a que se cometieron errores, como lo de establecer que aporten quienes tienen depósitos de menos de 100 mil euros. “Es una decisión grave y, aunque ahora se hayan echado para atrás, creo que el daño está hecho, se va a perder confianza en los bancos”, concluye el eurodiputado Santiago Fisas, español de las filas del Partido Popular de Mariano Rajoy.
Lo de Chipre –Cyprus es la denominación en inglés que hoy resuena en cada pasillo en Bruselas– tomó a todos por sorpresa luego de una cumbre de los jefes de Estado que se celebró el viernes pasado. La decisión, que nadie conocía con anticipación, tiene la evidente inspiración de la canciller alemana Angela Merkel: una ayuda de 10 mil millones de euros, pero con 5800 millones que deberán salir de los propios depósitos chipriotas. Chipre es una pequeña isla mediterránea de poco más de 800 mil habitantes que padeció la crisis de la vecina Grecia, pero que se sostuvo en base a un sistema financiero sobredimensionado, en especial debido a los millonarios depósitos de oligarcas rusos que se beneficiaban con las generosas condiciones de los bancos chipriotas como paraíso fiscal, incluso con intereses bastante por encima de la media europea.
“Se encontraba en una situación de vacío financiero. Chipre vino a pedir ayuda y se le concedió, pero a cambio de una reestructuración económica, que su sector financiero sea acorde con el tamaño del país”, explican en el Consejo Europeo, el organismo que agrupa a los ministros de Economía de los 27 países de la UE que desde el fin de semana pasado se encuentran monitoreando la situación, y que se reunieron nuevamente para acordar una nueva solución (ver página 20).
La cuestión es que el Congreso de Chipre rechazó el rescate por unanimidad, especialmente por la reacción que generó el impuesto a los depósitos menores de 100 mil euros, supuestamente intangibles según dispuso la propia UE cuando se inició el tembladeral, allá por 2008. “Se está buscando alguna fórmula, pero está claro que hay que darle una solución. Hay que entender que los países grandes también tienen problemas”, añade el vocero del Consejo, con trabajo full time por estos días.
En Bruselas aseguran sufrir la incomprensión de buena parte de los ciudadanos del continente. Por un lado, están los países del norte europeo, con Alemania a la cabeza, que no quieren que el peso de la crisis recaiga sobre sus espaldas y que exigen que quienes tienen los mayores problemas sean quienes hagan los mayores sacrificios. Frau Merkel tiene elecciones en septiembre y no quiere aparecer retrocediendo ni medio paso ante la opinión pública de su país, cada vez más dura. Por otro lado están las poblaciones de las complicadas naciones del sur, que aseguran no haber sido responsables de la crisis y que ya bastantes problemas están teniendo como para que las obliguen a más privaciones. Todos parecen tener algo de razón.
Lo cierto es que, desde el inicio de la crisis económica, la imagen de la UE descendió alrededor de un 20 por ciento entre los europeos, de acuerdo con los propios sondeos oficiales que se realizan a través del Eurobarómetro. En Bruselas se repite una máxima: que los políticos “nacionales” cada vez que tienen algún éxito, dicen que es gracias a ellos; y cada vez que algo anda mal, la culpa es de la UE. Ante eso sostienen que el origen de la crisis ha sido la mala administración de los países, incluso en algunos casos mintiendo en los números de la economía, y que ahora lo que la UE trata de hacer es apagar el incendio. Con todo, los cuestionamientos están centrados en las soluciones exigidas, siempre a base de nuevos recortes y sacrificios, el sello de marca de la implacable troika que componen la UE, el FMI y el Banco Mundial.
“Para cada país se han buscado soluciones diferentes, no siempre se plantea lo mismo. Pero si un país tiene una deuda imposible de sostener, ¿qué pretende hacer? Lo importante es que comprendan que si ahora reducen la deuda y reorganizan su economía de manera eficiente, sus hijos y sus nietos van a poder vivir en un país mejor. Si siguen abultando su deuda, seguro que no va a ser así”, explican en la sede del Consejo Europeo, en el edificio Justus Lipsius, uno de los más imponentes de los alrededor de 80 que posee la UE en la capital belga.
“Es verdad que Alemania pasó un proceso de austeridad antes que los otros países europeos, pero voy a decir algo que tal vez no suene muy correcto: no hay que olvidar que Merkel es prusiana y protestante. Es una mentalidad: ‘Si nosotros lo hemos pasado mal, otros deben pasarlo mal’. Además, ella tiene elecciones en otoño y una inmensa mayoría de la población alemana apoya su visión. Ellos son los serios, los rigurosos; mientras que nosotros, los del sur, no somos serios y nos gastamos el dinero”, aporta el español Fisas, compañero de los conservadores alemanes en el bloque “Popular” en el Parlamento Europeo, el más grande de todos con 268 miembros. Aunque los legisladores hayan resuelto dividir los bloques por afinidades ideológicas, no es extraño este tipo de diferencias “transversales”, donde entran en juego las nacionalidades. “De todas formas eso también perjudica a Alemania, que exporta mucho a países del sur como Italia y España. Creo que Alemania sólo cederá en su política de ultra austeridad si eso empieza a repercutir negativamente en su economía. Eso puede suceder y creo que, en alguna medida, ya está sucediendo. Una política de austeridad a ultranza también puede terminar matando al enfermo”, añade Fisas, a quien nadie se animaría a catalogar como alguien de izquierda.
Pese a los años en crisis, en la UE destacan que ningún país planteó irse de la Eurozona, a excepción del anuncio del premier británico David Cameron de un plebiscito en 2017, algo que muchos en Bruselas no terminan de entender. El Reino Unido no es de los países a los que peor les va, pero eso no es raro: los sondeos oficiales dejan claro que la imagen de la UE no siempre se corresponde con la situación económica del país. En algunos lugares en los que la economía marcha, la imagen europea es mala, y viceversa: a algunos les va mal, pero no ven mal a Europa. Puede que sea la prédica del presidente de la CE, el portugués José Manuel Durán Barroso, quien insiste en que “la UE no es parte del problema, es parte de la solución”. En la pequeña Chipre tienen ahora una oportunidad de demostrarlo.
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