Domingo, 16 de junio de 2013 | Hoy
EL MUNDO › ERICK LANGER, DIRECTOR DEL CENTRO LATINOAMERICANO DE GEORGETOWN
En el marco de LASA y con la presencia de Clacso en Washington, el responsable del área regional de la universidad donde estudian muchos diplomáticos de los EE.UU. habla de los retos académicos y pone un marco conceptual a la inclinación de su país hacia el Pacífico.
Por Martín Granovsky
Erick Langer es uno de los estudiosos norteamericanos que no concibe como incomprensibles fenómenos políticos al estilo del peronismo. Lo dijo a Página/12 en 2012, cuando fue entrevistado antes de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner diera una conferencia en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, que dirige Langer. Allí funciona desde ese momento la cátedra Argentina. En el stand del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en Washington, durante el congreso de la Latin American Studies Association, Langer narró en qué punto está su vida académica personal y en qué temas habría que afinar la puntería.
–Yo soy historiador –dijo Langer cuando comenzó por su oficio–. Estudio América latina en el siglo XIX. Desde el ’86 empecé a recorrer los pueblos y recoger información. Hasta ahora se escribió la historia económica del complejo de exportación e importación y no de lo que pasaba en las ciudades con la gente común. Sabemos lo que pasaba con la plata exportada.
–O con los lanares.
–Y también con el trigo. Sabemos que en América latina se importaban ponchos. Pero pensamos poco en una pregunta: ¿todos usaban los ponchos ingleses? Quizás al principio, porque con las guerras napoleónicas querían colocar en el continente toda la producción, pero después ya no ocurriría eso. Estoy investigando sobre el sector de transporte. Los arrieros de mulas y asnos, y los llameros.
–Muchas mulas tucumanas, ¿no es cierto?
–Muchas.
–¿Y qué hacían los llameros?
–Llevaban los minerales y traían textiles. No sólo en Bolivia, sino en Perú y en el norte de la Argentina.
–¿Dónde hay documentación?
–Para los llameros, fui a un pueblito llamado Popó, en Bolivia. Tiene un archivo judicial y notarial importante, que mucha gente no conoce. Me quedé, muriéndome de frío casi un mes, casi hasta la pulmonía, y obtuve datos sobre los contratos, sobre los juicios... Los juicios, como hay quejas, indican las relaciones sociales entre la gente. También pasa lo mismo con los testamentos y la partición de bienes. Uno ve cuánto se acumula y qué bienes. Ahora quiero hacer lo mismo en los Valles Calchaquíes. Porque un complejo llamero estaba en el altiplano y el complejo de los arrieros estaba en Cachi. Entiendo que ningún historiador revisó eso y confío en organizar los archivos y revisarlos. Entiendo bastante bien qué sucedió en la parte andina, pero todavía no sé tanto del norte argentino. Hay, en cambio, trabajos cuantitativos sobre invernada de mulas para llevarlas a Bolivia y Perú. Pero los arrieros compraban las mulas y esparcían sus negocios incluso en el siglo XIX, hasta la Guerra del Pacífico. El sector del transporte era importante porque agregaba mucho valor a los bienes. Si eso era así, ¿quién ganaba? Mi hipótesis es que las comunidades indígenas ganaban más de lo que se pensaba. Quiere decir que había una riqueza todavía hoy desconocida. Insisto: no alcanza con tomar en cuenta sólo el comercio de exportación e importación, que abarcaba una pequeñísima parte, no más del 20 por ciento, del total de la economía.
–Y más allá de las pasiones personales, en este caso del director, ¿qué temas aparecen en el Centro de Estudios Latinoamericanos de Georgetown? ¿O qué temas deberían aparecer?
–Un tema interesante es la consolidación de la democracia en América latina.
–¿Hay dudas sobre si está o no consolidada?
–Sí en el sentido de que algunas instituciones no están tan fortalecidas como deberían. Existe la pugna sobre los modelos políticos. En segundo lugar, un tema de investigación que será más y más importante es cuál es el rol de China en el complejo económico de América latina. Cambió hasta la política. Una de las razones por las que hay Unasur o Celac es por la nueva independencia de los países sudamericanos. Ya no sólo dependen de los países del Norte, tanto los Estados Unidos como las naciones de Europa.
–Está la diversificación de exportaciones.
–Exactamente. Y un boom de commodities.
–Con una contradicción inexorable: ser socio de China implica generar divisas y a la vez importar productos industriales.
–El gran desafío de todo el hemisferio es educar a los chinos sobre el hemisferio y en especial sobre América latina. En el Centro hicimos videoconferencias con varias universidades de América latina y la Academia de Ciencias Sociales de China. Nos dimos cuenta de que si bien el desconocimiento latinoamericano sobre China era grande, mayor era aún el de los chinos sobre América latina. Equiparaban América latina con Africa porque para ellos es una fuente de materias primas. Pero si China quiere entender con más sofisticación y volverse un líder mundial, tiene que entender más profundamente a América latina. Queremos traer a chinos para que hagan la maestría sobre América latina con nosotros y conozcan mejor el continente.
–¿Quieren de verdad entender?
–No importa. Lo tienen que hacer. China se está volviendo líder mundial, y para ser líder hay que entender más. Los intelectuales y muchos dirigentes conocen bien la parte comercial, pero no tan bien los procesos políticos. No comprenden la conformación social. No saben que la mayoría de la población latinoamericana no es salvaje o silvestre, sino que vive en ciudades. El gran vuelco para que China siga creciendo debe ser que no sólo saquen materias primas de América latina, sino que también inviertan en fábricas. Eso favorecerá el mercado laboral. No sólo mineral de hierro, sino fábricas de heladeras. Pero no se puede comprender el mercado de consumo sin entender bien la política y la sociedad en cada lugar. Y entonces corren el riesgo, incluso desde su propio punto de vista, de hacer mal las cosas. Perderán miles de millones de dólares o de yuanes. Lo mismo para la diplomacia. Cuando uno tiene un peso mayor adquiere mayores responsabilidades.
–¿Y hay un refinamiento también entre los latinoamericanos que estudian hoy en Georgetown, o entre los norteamericanos que estudian o enseñan?
–Siempre falta, y por eso seguimos trabajando y enseñamos. Nuestro punto fuerte ha sido el estudio de Sudamérica, con Brasil, la Argentina y Colombia, y luego México. Abarcamos menos Centroamérica y estamos intentando entender mejor el Caribe, que me parece un tema importante, porque parte de nuestros alumnos son norteamericanos y la zona recibe la influencia de los Estados Unidos, aunque también de Venezuela por el petróleo. El análisis da pie a un mercado laboral.
–No es sólo Cuba.
–No. Y son muchos idiomas. Nos estamos concentrando en Dominicana y en Haití. Nos parece una bisagra para entender el resto. Cuba tiene su dinámica propia, con su propio gueto académico.
–Cuando los académicos de Georgetown se reúnen con quienes aplican políticas en América latina, ¿observan como tendencia una mayor presencia militar norteamericana y, al mismo tiempo, la promoción de la Alianza del Pacífico?
–En lo militar hubo recortes. Como historiador yo sé que esas cosas tienen sus fases. Antes de Irak, los militares no sabían qué hacer. Se “narcotizó” la política militar y se concentró en el Caribe. Después vino la guerra de Irak y entonces el presupuesto fue ubicado. Como estamos retrocediendo, está claro porque lo ha dicho el propio presidente Barack Obama de que el objetivo es el Pacífico. De todos modos, no creo que sea América latina la clave de este movimiento sino más bien Australia, Japón, Singapur, Indonesia y Taiwán. Se aprovechan de que los vecinos de China quieren un contrapeso. ¿Y quién puede ser el contrapeso en ese sentido si no los Estados Unidos? La Unión Soviética ya no existe y Rusia casi perdió su influencia en el Pacífico. O sea que los Estados Unidos aprovechan astutamente una coyuntura cuando China se vuelve más fuerte y provoca recelos. Entonces Washington encuentra más amigos.
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