Lunes, 24 de junio de 2013 | Hoy
EL MUNDO › SEñALES, TENDENCIAS Y PREGUNTAS PARA ENTENDER QUé CRUJE EN EL GIGANTE DE AL LADO
Con Lula y Dilma, el equivalente a una Argentina entera salió de la pobreza. ¿Por qué Brasil asistió en los últimos días a protestas de un tamaño inédito? ¿El blanco es la injusticia o la corrupción? ¿Cuál es la razón por la que la Copa del Mundo irrita a un país futbolero?
Por Martín Granovsky
Las protestas populares de Brasil, como en cualquier otro sitio del mundo, cumplen con una característica: fueron imprevistas. Y con otra más: son imprevisibles. Por eso es útil acercarse a la realidad con modestia y en busca de pistas sabiendo que nadie, antes, la tenía clara.
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Velocidades. Las primeras manifestaciones del Movimiento Pase Libre pedían una política popular de transporte público. Rui Falcao es el presidente nacional del Partido de los Trabajadores, que encabeza la coalición de gobierno desde el 1 de enero de 2003. En medio de la crisis concedió un reportaje al semanario Carta Capital. Al analizar el transporte público en las grandes ciudades, sobre todo en San Pablo, dijo que en los últimos ocho años aumentó la cantidad de autos. Explicó que la última intendenta surgida del PT, Marta Suplicy, dejó una velocidad media de transporte colectivo de 20 kilómetros por hora. “Hoy es de 12”, contó. Y dijo que la apuesta del intendente del PT Fernando Haddad es invertir en el subte y en la ampliación de líneas, de vías y de nuevos corredores. Haddad asumió hace seis meses y en las protestas que comenzaron la semana pasada fue, como funcionario, uno de los blancos preferidos.
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Precios e ingresos. La distribución del ingreso figura en la agenda de las nuevas discusiones. En el blog Carta Maior, el economista Víctor Leonardo de Araujo estudió las tarifas de transporte. Sacó la conclusión de que entre 2000 y 2013 en San Pablo el índice de precios al consumidor subió un 133 por ciento, mientras el aumento del transporte llegó al 197 por ciento. En cuanto a los pasajes, los gobiernos subsidiaron a las empresas y recortaron gastos de otras partidas. Como los salarios de los empleados del sector no fueron los más favorecidos de la economía, de ese modo parece claro que buena parte de la renta fue apropiada por las firmas de transporte. Tema para discutir: ¿la protesta actual es contra la corrupción, contra la injusticia o contra los dos fenómenos en doblete? ¿Hay, o puede haber, un punto de vista emanado del conocimiento o es un estereotipo con raíces verdaderas pero impreciso y, por lo tanto, difuso y políticamente peligroso incluso para los funcionarios y sectores no corruptos de la política?
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Reivindicaciones. En su blog Contrapuntos, que escribe para la edición digital de El País, el argentino Pablo Gentili dijo que “las multitudinarias manifestaciones no reclamaron sólo por un indebido aumento de 20 centavos en el transporte público”, sino que “expresaron su crítica vehemente a las pésimas condiciones de movilidad en una ciudad como San Pablo, donde la gente pobre gasta en promedio 3 horas por día para ir y venir de sus empleos, y lo hace, además, apretujada, maltratada, humillada”. Se trata de “un transporte caro y malo, donde el gigantesco lucro empresarial convive con la tolerancia de gobiernos indiferentes y corruptos”. Gentili, secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales y desde hace 20 años residente en Río de Janeiro, dice que podría afirmarse, con razón, que “eso pasa y ha pasado siempre”. Y se contesta: “Sí, pero no podía seguir pasando en una ciudad en la que la izquierda había recuperado el gobierno seis meses atrás”. Gentili dice que las movilizaciones fueron “inesperadas”, incluso para el gobierno de Dilma. Constata la contradicción con la que deberá lidiar el gobierno: “Un descontento que se produce tras una década de conquistas democráticas profundas, caracterizadas por una significativa ampliación de los derechos y las oportunidades sociales, especialmente promovidos entre los sectores más pobres”. Es decir: en simultáneo el avance y la protesta. El ascenso social que llevó a millones no sólo empleo sino mayor consumo, y en algunos casos electricidad y agua por primera vez en la vida, unido a la supervivencia de prácticas o visiones elitistas que vienen de una tradición esclavócrata. Gentili señala entre los temas de protesta los reclamos contra la represión de la policía. Enumera las reivindicaciones: “Por mejores condiciones de vida, de educación, más y mejores hospitales, transporte público digno (y gratuito), contra la corrupción, contra la violencia (particularmente, contra la violencia policial), por el respeto a la diversidad sexual, contra el uso ostentoso de recursos públicos en una Copa del Mundo cuyos beneficios no parecen demasiado visibles para el conjunto de la población”.
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Sin telenovela. Brasil tiene una gran cadena de televisión de alcance nacional, Rede Globo. A la noche, temprano, medio país se para. Es la hora de la telenovela. Cualquiera sabe que no debe interferir con ella. Los noticieros vienen después. En campaña, los políticos programan actos y horarios de aparición televisiva antes o luego de la novela. Nunca durante. Saben que nadie les prestaría atención. Al principio de las manifestaciones, cuando no estaba clara su masividad, Globo se concentró en la violencia. Luego, los vándalos pasaron a ser ciudadanos. Y el miércoles 20, según contó el estudioso Laurindo Leal Filho en Carta Maior, produjo un hecho histórico: reemplazó la novela por la transmisión en vivo de las movilizaciones. Laurindo interpreta que después de una primera etapa de dirección por parte del Movimiento Pase Libre, Globo pasó a conducir las manifestaciones. Autor de “La TV bajó control”, el estudioso escribió: “Fustigado en las calles y en los carteles, el gobierno para responder tiene que valerse de la misma televisión que lo ataca. Como otros gobiernos, pensó que eso sería posible y por eso no constituyó canales alternativos de radio y TV capaces de equilibrar la disputa informativa”. Laurindo señaló que Cristina Fernández de Kirchner tomó una actitud diferente. Recordó que si el proyecto de regulación de los medios electrónicos formulado al final del gobierno de Lula hubiera sido enviado al Congreso y aprobado, “otras voces estarían en el aire”. El PT, como partido, sigue pidiendo formalmente un régimen regulatorio de los medios audiovisuales. El gobierno, que no es sólo del PT sino una coalición con aliados, entre otros, con los líderes estaduales del Partido del Movimiento Democrático Brasileño, declinó hacerlo. En privado los funcionarios daban dos tipos de motivos. El primero, de imposibilidad: la regulación no sería sólo nacional, sino que afectaría intereses de los aliados en cada Estado. El segundo, de conveniencia: la guerra por la regulación tendría un resultado políticamente incierto, cuando, decían, el PT y sus aliados venían venciendo desde las elecciones de 2002 con los grandes medios audiovisuales y gráficos en contra de manera sistemática y tenaz. La política de regulación de medios no es, ni de lejos, la única limitación que impone la política de alianzas con las estructuras estaduales realmente existentes. Y tampoco en este caso la opción podría plantearse en blanco o negro. Sin esas alianzas el PT, que es sólo el segundo bloque entre los 513 diputados, tal vez podría ganar elecciones pero no gobernar. Y las alianzas no sólo aportan votos y gobernabilidad sino obstáculos y, a menudo, nichos de corrupción.
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Gasto público. Andrés Singer fue vocero de Lula. Escribió una columna en el diario Folha de Sao Paulo en la que plantea la legitimidad de las demandas de mejor salud, educación y seguridad. En todo caso, para él la discusión es el cómo, porque los sectores conservadores quieren resolver con ajuste y corte de gastos y empleados estatales. “Le cabrá a la izquierda, que tuvo el mérito de comenzar la lucha, tener el coraje de mostrar la cara y proponer un programa que, sin dejar de ser republicano, apueste a la ampliación del gasto público para construir el bienestar que las masas exigen.”
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Escalas. Brasil carece de una sospecha pertinaz sobre las obras públicas. Al contrario. El desarrollismo es una buena palabra para todos. Hasta la dictadura fue desarrollista, y muchos viejos nacionaldesarrollistas como el economista Delfim Netto apoyaron a los gobiernos de Lula y Dilma. El industrialismo versus la financierización. Las grandes obras contra el mero negocio de los bancos. La épica de las represas, las carreteras, ahora de los estadios. Pero, ¿no cruje esa épica en algún punto? Desde fines de mayo el canal History pone en el aire la serie de documentales “Hombres que construyeron América”. Se trata, claro, de los que construyeron los Estados Unidos. Y, más precisamente, de los grandes industriales que en las últimas décadas del siglo XIX y en las primeras del XX se dedicaron a los ferrocarriles, el petróleo o el acero. John D. Rockefeller, Andrew Carnegie, Cornelius Vanderbilt, Henry Ford, J. P. Morgan. Lo hicieron con fuerza y sin reparar en nada. Querían construir una fortuna, un nombre, una política o todo eso junto en medio de la construcción de una potencia mundial. Procuraban asegurarse un modelo de cartelización que venciese al poder emanado de la presidencia, si un presidente no les resultaba propio, y también a cualquier desafío de justicia social. El Brasil del crecimiento después de años de estancamiento neoliberal fue, a la vez, el país de las empresas de tamaño global y los negocios de escala planetaria. El de Vale y Odebrecht. El de los estatales Banco Nacional de Desarrollo y Petrobras. ¿Las manifestaciones pusieron en duda la escala? ¿O dieron cuenta de la distancia que va de la escala global de Brasil a las tantas injusticias que aún persisten en la vida cotidiana? A su vez, no todo es lo mismo. Por un lado está la transnacionalización de las empresas privadas, que a veces trabajan con el Estado y a veces buscan que el Estado las sirva. Por otro, la realidad surgida de la decisión política tomada por Lula y Dilma de que los nuevos yacimientos marinos descubiertos por Petrobras sean el reaseguro de los planes de salud y educación. Esa diferencia, ¿será suficientemente conocida? La pregunta no sugiere sólo un problema de comunicación sino de política concreta, pública y, en el caso del PT, partidaria. Tras los planes que sacaron a 40 millones de personas de la pobreza, ¿estará encarnándose la visión estratégica de un Brasil más justo en nuevas políticas micro que puedan palparse todos los días?
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Ritmos. Valter Pomar, dirigente nacional del PT y ex secretario de Relaciones Internacionales del partido de gobierno, escribió en la web Página 13 que la agricultura familiar estaba siendo desatendida por el gobierno. Y sobre las manifestaciones señaló: “Esos millones de familias, muchas de las cuales se benefician con las políticas de aumento del salario mínimo, de crecimiento del empleo y de transferencia de ingresos para propiciar educación y salud, también han comenzado a darse cuenta de las disparidades existentes en las inversiones. La rapidez de las inversiones en parques deportivos para atender compromisos como la copa de fútbol y las Olimpíadas es flagrante. Como flagrante es la lentitud de las inversiones en saneamiento básico, en la construcción de viviendas, en la reforma y construcción de ferrocarriles, puertos y aeropuertos, en la mejora de los transportes urbanos, en la instalación de nuevas plantas fabriles que mantengan el ritmo de creación de empleo, y en la reestructuración de la educación y la salud”.
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Romario. El título de la web www.romario.org es “Un campeón al servicio del pueblo”. El campeón mundial con la selección brasileña en 1994 es diputado nacional por Río de Janeiro por el Partido Socialista Brasileño (PSB, aliado del PT) y preside la Comisión de Deportes y Turismo de la Cámara baja. Romario ganó la banca en buena medida por su compromiso y su fama como goleador y en buena medida por su campaña en favor de los discapacitados. Tiene una hija con síndrome de Down. Recordó que presentó un proyecto para que la FIFA fuese obligada a invertir el 10 por ciento de sus ganancias en el fútbol brasileño y en deportes practicados por discapacitados, pero que su idea no tuvo impacto. En los últimos días acuñó una frase de tremenda nitidez: “La FIFA es el verdadero presidente de Brasil”. Dijo que Brasil invirtió 28 mil millones de reales y que la FIFA se quedará con 4 mil millones libres de impuestos sin haber hecho nada.
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