Miércoles, 25 de septiembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › POR GRAVES VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS DURANTE LA DICTADURA DE PINOCHET
La Corte de Apelaciones de La Serena admitió una querella contra el ex comandante en jefe del ejército Juan Emilio Cheyre y otros dos militares, por el presunto secuestro y tortura de menores de edad durante la dictadura.
Por Christian Palma
Desde Santiago
El 6 de octubre de 1973, a menos de un mes del golpe de Estado perpetrado por Augusto Pinochet en contra del gobierno de Salvador Allende, Eliana Rodríguez volvía a su casa desde su trabajo como hacía religiosamente cada día, en la ciudad norteña de La Serena. En su hogar la esperaban su esposo, Orlando Monroy, y sus cuatro hijos de entre 12 y un año. Según confesó en su momento la mujer, en ese lugar había dos patrullas militares del Regimiento de Infantería 2 Arica. Ya en su casa, y en presencia de su familia, el teniente a cargo, Juan Emilio Cheyre, la miró con odio y ordenó a sus subalternos que la golpearan. Su marido y los niños también recibieron apremios. Los militares, al no encontrar armas, aumentaron el castigo: “Para ellos era la puta, maraca, marxista, la perra comunista. El odio desatado por ellos era algo incomprensible, la sangre salía de mi nariz y cabeza, mojando mi pecho. Los insultos arreciaron”, relató Eliana.
Luego fue llevada al regimiento donde siguieron las torturas físicas y psicológicas. “Padecí lo que miles de chilenos, fui violada para confesar mi militancia y los nombres de la dirección del Partido Comunista en la IV Región. Me aplicaron corriente en los senos, debajo de las uñas, en la vagina. Me metieron a una celda sin agua y comida, sólo bebía cuando baldeaban el lugar y se acumulaba agua en los rincones llenos de desechos.”
La historia de su padecimiento no acaba ahí. “Cheyre dijo: ‘Saquen a la maraca, mátenla’. Había vivido el infierno, la muerte era bienvenida. Me fusilaron falsamente, iba a continuar escuchando los golpes y las torturas a los compañeros ensangrentados”.
Las vejaciones continuaron hasta que 12 días después la trasladaron a la Cárcel de Mujeres de esa ciudad. Antes de salir y mientras seguía vendada, Eliana recibió un papel donde decía: “Señora, yo no he estado en su tortura, jamás olvide estos nombres”. En el listado aparecía el nombre de Juan Emilio Cheyre, el ex teniente que 30 años después llegó a ser el comandante en jefe del ejército chileno cuando la democracia ya había vuelto hacía más de una década.
En su nuevo lugar de reclusión, Eliana conoció a otras mujeres que habían vivido el mismo horror y que convivían día a día con el miedo a la muerte o a la de sus hijos. El 29 de noviembre de 1974, Eliana Rodríguez logró su libertad bajo fianza y en diciembre de 1976 su libertad condicional. Faltaban cuatro días para la Navidad.
Esta espeluznante historia sirvió de base para que el ministro especial de la Corte de Apelaciones de La Serena, Jaime Franco, acogiera a trámite una querella en contra del ex comandante en jefe del ejército Juan Emilio Cheyre y otros dos militares, por el presunto secuestro y tortura de menores de edad durante la dictadura.
La familia de las hermanas Natacha, Yelena y Marianela Monroy Rodríguez entablaron el pasado 10 de septiembre la acción judicial en la que se acusa a Cheyre de haber dirigido en octubre de 1973 el allanamiento de su casa y la detención de su madre y las tres niñas, en ese entonces de uno, tres y doce años.
Según las investigaciones, el ex jefe castrense volvió posteriormente hasta la casa de Rodríguez hasta donde habían sido devueltas las pequeñas, a las que volvió a detener, y las trasladó hasta la Cárcel de Mujeres de esa ciudad, donde permanecieron hasta abril de 1975. Según trascendió, el juez Franco dio las órdenes para que se les tome una declaración a los denunciantes y se realicen peritajes psicológicos.
Una vez retirado, el ex comandante en jefe había asumido la presidencia del Servicio Electoral (Servel) en medio de fuertes críticas aunque logró mantenerse en el cargo. Sin embargo, se vio obligado a renunciar en agosto pasado cuando salieron a la luz diversas acusaciones que lo vinculan con otro hecho ocurrido también en La Serena y que involucró a un ciudadano argentino y su familia chileno-mexicana. “Mi conciencia está en paz y me siento libre de todo cuestionamiento legal y ético”, dijo Cheyre en esa ocasión.
A comienzos de la dictadura, Cheyre entregó a unas monjas al pequeño Ernesto Lejderman, de dos años, luego de que un pelotón de soldados de su regimiento acribillara a los padres del niño, el argentino Bernardo Lejderman y la mexicana María Rosario Avalos, quienes trataban de huir a Argentina, después de venir a Chile a vivir la experiencia socialista del gobierno de Allende.
Cheyre reiteró en diversas instancias que sólo se limitó a entregar el bebé a las monjas por orden superior y que hasta 1998 no supo la verdad de lo ocurrido. El era el brazo derecho del comandante de la unidad, el coronel (R) Ariosto Lapostol. En ese cargo le correspondió efectuar gestiones con el entonces arzobispo de esa diócesis, monseñor Juan Francisco Fresno, para entregar en el convento Casa de la Providencia al pequeño hijo del matrimonio Lejderman Avalos.
El ex comandante en jefe del ejército ha afirmado que durante años creyó en la versión entregada por los militares involucrados en las muertes, quienes afirmaron que la pareja se suicidó usando dinamita. Tal declaración fue demostrada como falsa por el proceso judicial que investigó el caso, que concluyó con la condena de tres ex uniformados.
Este año, un canal de televisión logró juntar a Cheyre con Ernesto Lejderman. Tal como relató Página/12 el pasado 22 de agosto, el encuentro entre la víctima y el entregador fue dramático. “Estoy aquí por dos personas, Bernardo y María, mi padre y mi madre: por su memoria y la justicia, que todavía no la hay”, dijo en esa ocasión Lejderman, quien cuarenta años después tenía cara a cara a quien lo dejó encargado a las religiosas. “No les deseo a Cheyre ni a ningún genocida lo que mis padres vivieron...”, agregó.
Juan Emilio Cheyre respondió que “es tiempo de cerrar heridas y para ello no se puede olvidar: se tiene que recordar y profundizar en la verdad para que cosas como ésas no ocurran más”. Habrá que ver si efectivamente prospera esta nueva querella contra quien comandara al ejército de Chile y estuviera a cargo de los procesos eleccionarios del país y si su llamado a profundizar en la verdad se hace cierto de una vez por todas.
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