Viernes, 13 de diciembre de 2013 | Hoy
EL MUNDO › AYER SE DIFUNDIO EL MENSAJE DEL PAPA PARA LA XLVII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
El mensaje se refirió a la falta de fraternidad que pone en peligro la paz, desde el individualismo y el consumismo hasta la explotación laboral, la prostitución, la trata de seres humanos y la especulación financiera.
Por Elena Llorente
Desde Roma
Más que un texto de un jefe de la Iglesia, como los que hacían sus predecesores, el mensaje del papa Francisco para la XLVII Jornada Mundial de la Paz que se celebra el primero de enero de cada año y que fue difundido ayer por el Vaticano, es un verdadero análisis sociológico sobre la fraternidad y las implicaciones a nivel económico, político y social que su existencia, o la falta de ella, pueden acarrear en cualquier sociedad, no importa en qué continente se encuentre o en qué hemisferio. El mensaje se refirió a todas la situaciones existentes en el mundo que demuestran falta de fraternidad y que ponen en peligro la paz, desde cuestiones aparentemente personales como el individualismo y el consumismo, hasta otras más sociales como la explotación laboral, la prostitución, la trata de seres humanos, la especulación financiera, las crisis económica, las guerras y los armamentos.
“Sin la fraternidad es imposible la construcción de una sociedad justa, de una paz estable y duradera”, escribió Francisco, porque la fraternidad es el fundamento y el camino para la paz, pero también la premisa para vencer la pobreza. “Todas las naciones de la tierra forman una unidad y comparten un destino común”, subrayó. Pero hoy, con la “globalización de la indiferencia” que poco a poco nos habitúa al sufrimiento del otro, parece difícil poder creer en ese destino común, dijo. Según el pontífice, la falta de fraternidad lleva a fenómenos como “la trata de seres humanos, con cuya vida y desesperación especulan personas sin escrúpulos”, a “las guerras hechas de enfrentamientos armados a las que se suman otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas”. También lleva a “las numerosas situaciones de desigualdad, de pobreza y de injusticia”. “Las nuevas ideologías, caracterizadas por un difuso individualismo, egocentrismo y consumismo materialista, debilitan los lazos sociales, fomentando esa mentalidad del ‘descarte’, que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles, de cuantos son considerados inútiles.” Por eso el Papa, recordando algunas encíclicas de sus predecesores, habla más adelante de que “la fraternidad es el fundamento y el camino para la paz” y “la premisa para vencer la pobreza”.
Si bien el mundo ha verificado una reducción de la pobreza absoluta, indicó, ha habido un “grave aumento de la pobreza relativa, es decir, de las desigualdades entre personas y grupos que conviven en una determinada región o en un determinado contexto histórico-cultural”. Para corregir esto se necesitan “políticas eficaces que promuevan el principio de la fraternidad, asegurando a las personas –iguales en su dignidad y en sus derechos fundamentales– el acceso a los “capitales”, a los servicios, a los recursos educativos, sanitarios, tecnológicos, de modo que todos tengan la oportunidad de expresar y realizar su proyecto de vida, escribió”. “También se necesitan políticas dirigidas a atenuar una excesiva desigualdad de la renta”, añadió.
El Papa también habló de la necesidad de “redescubrir” la fraternidad en la economía, porque “las graves crisis financieras y económicas –que tienen su origen en el progresivo alejamiento del hombre de Dios y del prójimo, en la búsqueda insaciable de bienes materiales, por un lado, y en el empobrecimiento de las relaciones interpersonales y comunitarias, por otro– han llevado a muchos a buscar el bienestar, la felicidad y la seguridad en el consumo y la ganancia más allá de la lógica de una economía sana”. Y agregó: “El hecho de que las crisis económicas se sucedan una detrás de otra debería llevarnos a las oportunas revisiones de los modelos de desarrollo económico y a un cambio en los estilos de vida”. Francisco no dejó de mencionar la crisis económica que ha afectado fundamentalmente al mundo occidental desde 2008. “La crisis actual, con graves consecuencias para la vida de las personas, puede ser, sin embargo, una ocasión propicia para recuperar las virtudes de la prudencia, de la templanza, de la justicia y de la fortaleza”, indicó.
El papa Francisco también cree que la fraternidad extingue la guerra. “Muchos son los conflictos armados que se producen en medio de la indiferencia general. A todos cuantos viven en tierras donde las armas imponen terror y destrucción, les aseguro mi cercanía personal y la de toda la Iglesia.” Y a los que esparcen guerras le dirigió una “encarecida” exhortación: “Redescubran, en quien hoy consideran sólo un enemigo para exterminar, a su hermano y no alcen su mano contra él. Renuncien a la vía de las armas y vayan al encuentro del otro con el diálogo, el perdón y la reconciliación para reconstruir a su alrededor la justicia, la confianza y la esperanza”, dijo, haciendo además, en tácita alusión al caso sirio, pero también al de algunas potencias occidentales, un llamamiento a la “no proliferación de las armas y al desarme, de parte de todos, comenzando por el desarme nuclear y químico”.
Los acuerdos internacionales ni las leyes nacionales son suficientes, “aunque si necesarias y altamente deseables” para “proteger a la humanidad de los conflictos armados. “Se necesita una conversión de los corazones que permita a cada uno reconocer en el otro un hermano de quien preocuparse, con quien colaborar para construir una vida plena para todos”, escribió Francisco.
El Papa también tuvo palabras de condena para los que lucran con la droga, con la devastación de los recursos naturales y la contaminación. “Pienso en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres ; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desa-tendida de los emigrantes.”
Y por último, se refirió a la naturaleza y se preguntó cómo se usan en el mundo los recursos de la tierra y la producción de alimentos. “Es de sobra sabido que la producción actual es suficiente y, sin embargo, millones de personas sufren y mueren de hambre, y eso constituye un verdadero escándalo. Es necesario encontrar los modos para que todos se puedan beneficiar de los frutos de la tierra”, enfatizó, recordando a todos el “necesario destino universal de los bienes, que es uno de los principios clave de la Doctrina Social de la Iglesia”.
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