Lunes, 16 de diciembre de 2013 | Hoy
El último adiós a Nelson Mandela no fue reservado a la familia, como querían sus seres más cercanos, pero sí estuvo marcado por las costumbres de su tribu y sus ancestros, una parte muy importante de su vida, aunque muy poco conocida fuera de Sudáfrica. Alrededor de 4500 invitados y familiares se congregaron dentro de una gigantesca carpa blanca levantada frente a la casa de los Mandela, en el pequeño pueblo de Qunu, donde el ex presidente y Premio Nobel de la Paz se crió y conoció la pobreza y la segregación. “Cuando la gente reconoce el bien en una persona, responde de la misma forma hacia ella. El pueblo sólo quiso decir una palabra: gracias”, sostuvo el presidente sudafricano Jacob Zuma, después de una semana de emotivos actos, conmemoraciones y funerales. La nieta de Mandela alternó entre historias familiares –como la primera vez que Madiba comió con cuchillo y tenedor para impresionar a su mujer– y un sentido reconocimiento a su importancia política: “Fue descalzo a la escuela y llegó al puesto más alto del país”.
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