EL MUNDO › OPINION

Uruguay va a las urnas

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 Por Gisela Brito y
Sabrina Flax *

Octubre está siendo un mes decisivo en la continuidad del cambio de época posneoliberal en el marco de la disputa regional. En Bolivia, Evo Morales fue reelecto con más del 61 por ciento de los votos; Brasil se juega su futuro en una reñida segunda vuelta. Y este domingo también le tocará el turno a Uruguay. Tras una década de gobiernos del Frente Amplio (FA), los uruguayos elegirán al sucesor de Pepe Mujica entre Tabaré Vázquez (FA), representante del proyecto de transformación social que él mismo iniciara en 2005, y el retorno de la vieja partidocracia –aunque ahora con un renovado discurso– expresada por Lacalle Pou, del Partido Nacional (PN).

El mandato de Mujica no ha pasado inadvertido; los logros sociales y económicos y la impronta de la integración regional, junto a su particular forma de expresión y naturalidad al ejercer la política dan como resultado un liderazgo difícil de sustituir. Para tal desafío, Tabaré Vázquez buscará capitalizar los resultados virtuosos de la gestión anterior –alcanzados gracias a una mejora significativa en la redistribución del ingreso, la ampliación de derechos sociales y la reducción de la pobreza–. Además, con la candidatura de su vicepresidente Raúl Sendic, suple en cierta medida su perfil menos “revolucionario” que el de su antecesor. En relación con el frente externo, el FA seguirá fortaleciendo las alianzas regionales y reafirmando la pertenencia del país al Mercosur, aunque sin dar la espalda a otras opciones de diferente signo político.

Al otro lado de la contienda electoral se encuentran los dos partidos tradicionales, Partido Nacional y Partido Colorado (PC), que mantuvieron históricamente un equilibrio en el reparto del poder mediante la consolidación de un férreo sistema bipartidista que parecía infranqueable. Entre ellos, el mejor posicionado esta vez es el joven Lacalle Pou (PN), hijo de un ex presidente neoliberal y nuevo exponente de la derecha regional del siglo XXI. Con una retórica que apela a la pospolítica, vaciada de contenido y en apariencia desideologizada, propone una gestión eficiente y la reducción de la inseguridad. Esto está en sintonía con la campaña con la que el PC impulsó un plebiscito sobre la edad de imputabilidad que se celebrará junto con las elecciones. El candidato del PC es Pedro Bordaberry, hijo de un ex presidente dictador, quien no se aleja mucho de la vieja retórica de su partido. Pese a las diferencias discursivas, ambos programas de gobierno se sustentan en las mismas ideas que llevaron al país a una profunda crisis económica y social. En política exterior, coinciden en defender la importancia de estrechar lazos con la Alianza del Pacífico e impulsar la firma de acuerdos bilaterales de apertura comercial con los países centrales.

Todas las encuestas de intención de voto apuntan a un escenario de ballottage que se celebraría el 30 de noviembre. El candidato más votado en primera vuelta sería Vázquez, con un apoyo que oscila entre el 40-42 por ciento según la encuestadora, mientras Lacalle Pou obtendría entre un 26-31 por ciento. En un distante tercer lugar quedaría Bordaberry (PC), con un porcentaje entre el 10-17 por ciento. A su vez, estos sondeos proyectan un resultado incierto en una cuestión central: la composición futura del Parlamento. Dada la impronta parlamentarista del país, en caso de que el FA no logre retener la mayoría parlamentaria como lo viene haciendo desde el 2004, las dificultades en el ejercicio de un tercer mandato se multiplicarían, ya que la distancia ideológica con la oposición haría dificultoso llevar a cabo su programa de gobierno, aunque fuera el más votado.

En suma, lo que realmente está en juego este domingo son dos modelos de país y dos visiones regionales bien diferenciadas. La tensión está servida entre un proyecto que busca la profundización del rumbo posneoliberal iniciado en 2005 y otro que, de alcanzar el gobierno, expresaría el retorno de un bloque restauracionista que busca reimplantar las políticas económicas y sociales de los años perdidos del neoliberalismo.

* Analistas del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).

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