Martes, 5 de mayo de 2015 | Hoy
EL MUNDO › EL VETERANO POLíTICO FRANCéS FUE SUSPENDIDO DEL FRENTE NACIONAL, PARTIDO DE EXTREMA DERECHA QUE éL FUNDó
El bureau político que se reunió ayer decidió quitarle el título de “presidente de honor” y también retirarle el estatuto de “adherente”. Fue el corolario de la confrontación entre Jean-Marie Le Pen y su hija Marine.
Por Eduardo Febbro
En el camino al poder no hay amigos ni padres eternos. El octogenario líder de la extrema derecha francesa, el fundador del partido Frente Nacional y el hombre que lo sacó de los votos casi confidenciales para convertirlo en un movimiento de influencia nacional y proyección mundial, Jean-Marie Le Pen, fue decapitado por su hija y actual dirigente del FN, Marine Le Pen. Cuarenta y tres años después de haber creado el partido de extrema derecha más poderoso de Europa occidental, Jean-Marie Le Pen fue catapultado hacia la salida con medidas poco menos que humillantes: el bureau político que se reunió ayer decidió quitarle el título de “presidente de honor” y también retirarle el estatuto de “adherente”. La primera sanción será sometida al voto de los militantes, la segunda es definitiva. La reacción de Le Pen fue tan contundente como el castigo que recibió: “Tengo vergüenza de que la presidenta del Frente Nacional lleve mi nombre y deseo que lo pierda lo más pronto posible”, dijo poco después de conocerse la sanción. Luego agregó: “No reconozco más ningún lazo con alguien que me traiciona de forma tan escandalosa”.
La confrontación pública entre padre e hija por la herencia ideológica de la extrema derecha terminó con un perfecto parricidio político. Las reiteradas declaraciones de perfil filonazis de Jean-Marie Le Pen interceptaron los esfuerzos de su hija por desdibujar el trazado antisemita y radicalmente xenófobo con que Le Pen padre construyó el partido. Hace unas semanas, Jean-Marie Le Pen volvió a sus hábitos retóricos de siempre cuando repitió que las cámaras de gas utilizadas por los nazis para eliminar a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial eran “un detalle de la historia”. Esa salida y otras más precipitaron la reunión de la cúpula dirigente y las inhabilitaciones ya mencionadas. Compuesto por 44 dirigentes, el bureau político también tomó distancia de las declaraciones de Le Pen, a las que “desaprueba” y considera un obstáculo en la gran meta de Marine Le Pen “de conquistar el poder”.
Desde que Marine Le Pen asumió la presidencia del FN en 2011, la guerra entre padre e hija ha conocido episodios calmos o tormentosos como éste. El papá, que sigue siendo eurodiputado y consejero regional, tuvo que renunciar a presentar su candidatura para las elecciones regionales de fin de año. Anteayer, Marine Le Pen había dicho en la radio francesa Europe 1: “Jean-Marie Le Pen ya no podrá más pronunciarse en nombre del partido. Sus declaraciones son contrarias a la línea fijada”. La frase no sólo anticipada la rudeza de la condena sino también una segunda transformación de la extrema derecha. Al liquidar al padre, que era el demonio, Marine Le Pen apuesta con lo más alto, o sea, la cabeza del papá, por su ambición central: desdiabolizar al Frente Nacional para hacerlo ingresar en la esfera política como un partido limpio de cualquier referencia negativa. En lo concreto, se trata pura y simplemente de conquistar el poder. Las recientes elecciones han favorecido esa estrategia. En las elecciones europeas de 2014 el Frente Nacional fue el partido más votado en Francia. El poder, para Marine Le Pen, está cada vez más cerca. Su trofeo definitivo pasa por sacar del medio a quienes enturbian su nuevo mensaje.
El congreso del FN que se organizará en un plazo de tres meses para ratificar o no la exclusión definitiva de Jean-Marie Le Pen ya tiene un programa definido que va mucho más lejos de la condena al padre. El comunicado emitido ayer recuerda que el congreso les propondrá a los “adherentes una renovación completa de los estatutos del Frente Nacional”, con el propósito de hacer de éste “un movimiento modernizado en su funcionamiento”.
Modernidad contra tradición, la nueva extrema derecha (antimusulmana, xenófoba, antiinmigración, antieuropea y antisistema) contra la vieja guardia antisemita y populista. La reunión que puso a Jean-Marie Le Pen en la calle fue una auténtica guerra entre esos dos mundos, encarnados por el padre y por la hija. Uno de los participantes contó a la prensa: “Una página se cierra. Todo el mundo estaba consciente de que vivía un momento particular. Los debates fueron duros, a veces violentos, entre Marine Le Pen y su padre. Ella lo acusaba de traicionar la línea del partido y él de traicionar su historia” (diario Libération).
El primer ministro francés, Manuel Valls, dijo ayer que, con uno o con otro, nada ha cambiado en el FN. Según Valls, únicamente los divide “la estrategia electoral. En el fondo, son las mismas ideas: antisemitas, xenófobas y racistas”. Esas ideas, en todo caso, tienen un impacto atractivo en la opinión pública francesa. Una encuesta de opinión realizada por BVA Orange y publicada el sábado 2 de mayo revela que el 32 por ciento de los franceses quieren que Marine Le Pen tenga más influencia en la vida política francesa, contra el 2 por ciento a favor del padre. La heredera derrotó al fundador. El papá creó al monstruo y la nena le puso un gorrito de peluche para que no se vean sus orígenes. El ogro ideológico es un osito que sonríe y habla en todas las pantallas sin asustar a nadie con sus fórmulas violentas y despreciativas hacia los musulmanes o los inmigrados. La crisis permanente y la mediocridad moral e intelectual de las sociedades modernas hicieron el resto. Hay que reconocerle a Jean-Marie Le Pen una constancia irrenunciable y una hazaña política sin igual. A partir de los años ’80, es decir, menos de medio siglo después de la Segunda Guerra Mundial, Le Pen empezó su lenta e inexorable seducción de las opiniones públicas con los ecos retóricos que habían hundido a Francia y al resto de Europa en la más negra de las catástrofes bélicas de la historia. Ese lapso transcurrido y la vertiginosa prosperidad de las ideas de la extrema derecha que alentó Le Pen tal vez muestren ya que en unos años más Marine Le Pen acariciará ese poder por cuya conquista guillotinó al padre.
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