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Por Angeles Espinosa *
Desde Bagdad

El hombre al que Washington acusa de ser el cerebro que coordina la insurgencia iraquí es uno de los más fieles aliados de Saddam Hussein. Participó en el golpe de Estado que en 1968 instaló en el poder al dictador ahora depuesto. Sólo él y el vicepresidente Taha Yasín Ramadán (ya detenido) sobrevivieron a todas las purgas que su líder llevó a cabo desde entonces. A Izzat Ibrahim le ayudó sin duda su aparente falta de ambición personal, pero también su dureza con los opositores transformados por el régimen en enemigos.
El pelirrojo Ibrahim era miembro del comité de la región norte cuando en 1988 se llevó a cabo la Operación Anfal, un intento de borrar del mapa a la población kurda mediante gases venenosos cuyo episodio más luctuoso fue la matanza de Halabya (5000 habitantes de esa localidad murieron gaseados en un solo día). Tras la expulsión de Kuwait del ejército iraquí en 1991, el que fuera considerado “número dos” de Saddam y hoy el segundo iraquí más buscado por EE.UU. supervisó los tribunales que reprimieron el levantamiento popular en el sur del país.
Con fama de astuto y precavido, Ibrahim salió con vida de un atentado en Kerbala en 1998. Al año siguiente, escapó por los pelos de una orden de detención lanzada contra él por crímenes de guerra cuando se encontraba recibiendo tratamiento médico en Viena. Al parecer, tiene cáncer. Pero su enfermedad, nunca confirmada oficialmente, no le impidió continuar como vicepresidente del Consejo de Mando de la Revolución (el órgano supremo de poder), ni representar a Saddam en todas las cumbres árabes e islámicas desde 1991, cuando el dictador dejó de viajar al extranjero.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.