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Cuando el poder es una comisaría

Rebeldes contra el presidente Jean-Bertrand Aristide tomaron la comisaría (y, por lo tanto, el poder) en la cuarta ciudad de Haití.

Haití vive desde hace semanas en un clima insurreccional, y ayer fue un día de decidida escalada. Un grupo de opositores armados tomó el control de Gonaives, la cuarta ciudad de Haití, luego de más de seis horas de enfrentamientos que dejaron un saldo de 12 muertos y 20 heridos. Es un duro golpe al gobierno del presidente Jean-Bertrand Aristide, quien decidió enviar refuerzos policiales para restablecer el orden. El secretario de Estado haitiano de Comunicación, Mario Dupuy, anunció que la toma por parte de rebeldes del Frente de Resistencia Revolucionario de la Artibonita (FRRA), quienes reclaman la dimisión de Aristide, es “una acción terrorista y la policía va a intervenir para restablecer el orden”.
El dirigente del Frente y autoproclamado alcalde de la ciudad, Winter Etienne, proclamó: “Hoy Gonaives es libre. Celebramos la victoria y la libertad”. Etienne aseguró que el centro y norte de Haití estarán pronto bajo control del Frente, aislando así a Puerto Príncipe. También señaló: “Estoy dispuesto a rendirme y volver a un sistema normal y democrático tan pronto como Aristide negocie su salida hacia el exilio”. Dupuy, por su parte, desmintió que Aristide haya enviado armas a los rebeldes de Gonaives cuando aún apoyaban a su gobierno. Sin embargo, el Frente afirma que fue armado por la presidencia haitiana en tiempos en que esa organización aún apoyaba a Aristide. Tras el asesinato de su jefe, del que acusan al gobierno, el grupo decidió pasar a la oposición y sumarse al pedido de renuncia del presidente haitiano que hacen la sociedad civil y los partidos políticos opositores.
Una delegación de la Comunidad Caribeña (Caricom), encabezada por el ministro de Asuntos Exteriores de Bahamas, Fred Mitchell, ha mantenido esta semana en Puerto Príncipe reuniones con dirigentes opositores para buscar una salida a la crisis que sacude al país. La oposición tenía previsto ayer presentar formalmente su respuesta al plan del presidente haitiano. El jefe de Estado de Haití se había reunido el pasado 31 de enero en Jamaica con varios dirigentes caribeños y se comprometió a adoptar una serie de medidas para mejorar la situación política. Las promesas de Aristide incluyen el respeto al derecho de la oposición a manifestarse, la liberación de presos políticos, la desarticulación de las bandas armadas que hostigan a la oposición, y la celebración de elecciones dentro de seis meses. Sin embargo, reiteró que cumplirá su mandato presidencial, que finaliza en 2006. Caricom amenaza con imponer sanciones a Haití si persiste la actual situación política.
La oposición reclama porque “el déspota electo impide la modernización del país”, que fuera plantación de azúcar de los franceses. Haití es la nación más pobre de América y tuvo en su historia 32 golpes o sublevaciones populares. El dirigente del Frente estima que “sólo se aceptará la presencia de una fuerza de las Naciones Unidas para mantener la paz en Haití”. Varios dirigentes opositores recuerdan que Aristide no suele cumplir sus promesas y que, afirman, ha conseguido engañar, entre otros, a la Organización de Estados Americanos (OEA), que envió a Haití 23 misiones mediadoras que no lograron mejorar la situación del país.
La crisis comenzó con las elecciones legislativas del año 2000. La oposición, agrupada ahora en un frente de decenas de grupos políticos, empresariales, sindicales y estudiantiles, denunció el tramposo conteo de votos y la irrupción de la policía en los colegios electorales aprovechando un oportuno apagón nocturno. A la mañana siguiente, miles de papeles cubrían las calles con la frase “En Haití, la democracia se recoge con pala”. El Congreso, prácticamente disuelto, fue copado por el oficialismo, mientras que en las elecciones generales, boicoteadas por la oposición, triunfó Aristide.
El reclamo para que Aristide abandone el poder sigue en aumento desde hace dos meses, con marchas casi diarias, y un saldo de medio centenar de muertos y centenares de heridos. Frente a los intentos internacionales de encontrar una salida a la crisis, la oposición corea en sus manifestaciones: “Hemos encontrado la solución, Aristide debe irse”.

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Una escena de la insurrección contra Aristide.
 
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